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Los fantasmas del castillo

Los técnicos de Tragsa ya advirtieron hace cuatro años que el proyecto previsto en San Sebastián era inviable. Ahora se entrega la obra apenas ejecutada y sin dinero para poder culminarla a partir de 2013

José Antonio Hidalgo

01 de julio 2012 - 11:32

El mismo día en el que se presentó el plan de reforma integral del castillo de San Sebastián, cuyas obras se iniciarían de manera oficial en noviembre de 2008, los técnicos de Tragsa, la empresa pública dependiente del Ministerio de Medio Ambiente encargada de esta operación, comentaron que el proyecto que se pretendía ejecutar era totalmente inviable, tanto por su elevado coste, más de 30 millones de euros, como por el propio diseño elegido, una especie de pequeño parque temático con una gran zona para concierto al aire libre, salas para exposiciones y reuniones, restaurantes, bares y tiendas.

Lo dicho por estos técnicos no pasó más allá de un desahogo de quienes sabían de qué iba la cosa y cómo podía acabar ésta, pues los comentarios no pasaron, lógicamente, el filtro del mensaje oficial: el castillo de San Sebastián iba a convertirse en el equipamiento emblemático de los actos de conmemoración del bicentenario de la Constitución de 1812.

El tiempo, sin embargo, no ha tardado en dar la razón a los técnicos de Tragsa. Traspasada la mitad del calendario del evento del Doce, el Castillo no solo no ha abierto sus puertas, tal y como se había previsto, sino que las obras de reforma emprendidas en 2008 no se han podido terminar por falta de financiación. Ello no va a impedir que el Ayuntamiento recupere este espacio para la celebración en el mismo los Conciertos para la Libertad, que tanto éxito obtuvieron cuando allí se desarrollaron hace unos años.

La próxima semana está previsto que visiten Cádiz los directivos de Tragsa y altos cargos del Ministerio de Medio Ambiente, para enseñar tanto a la alcaldesa, Teófila Martínez, como al gerente del Consorcio, Pedro Flores, el estado en el que se encuentra el Castillo. Será, se supone, la ‘despedida’ de Tragsa pues a partir de ahora las administraciones deberán de estudiar cómo se le van a dar continuidad a las obras, en una situación de profundos recortes en las inversiones públicas, y quién se va a hacer cargo de la gestión de este complejo, que cuenta con 40.000 metros cuadrados de superficie y un potencial turístico y cultural enorme para Cádiz.

Lo cierto es que en el último año el avance que se le han dado a las obras ha sido mínimo, por no decir que casi nulo. Incluso la intención del anterior equipo directivo del Consorcio de contratar a cerca de un centenar de trabajadores para acelerar diversas obras, sobre todo para adecentar todo el complejo, finalmente no se ha realizado, confirmaron fuentes del Consorcio, a pesar de los compromisos realizados en este sentido desde la administración central.

De esta forma, lo ya concluido es lo que se sabía desde hace meses y que se centra fundamentalmente en la casamatas, donde se han realizado importantes y costosos trabajos para su adaptación como espacios expositivos a la vez que se ha habilitado un paseo superior por encima de ellas. Varias de estas naves se han preparado para restaurantes, aunque finalmente no se van a poner en marcha, por lo menos en esta fase de la operación.

Más allá de eso y del derribo de construcciones sin valor arquitectónico y que podían hundirse por su mal estado de conservación, los trabajos se han centrado también en la explanación de todo el suelo y la instalación de albero para facilitar la concentración de personas en el recinto exterior. A la vez, y en eso se estaba trabajando en los últimos días, se han cerrado los trabajos de instalación de los servicios de la luz y el agua. Por lo menos eso es lo que han informado fuentes del Consorcio.

A partir de ahí, nada más. Dejando los trabajos realizados en la Avanzada, en el viejo Castillo no se han realizado mejoras algunas, además de las que en su día ejecutó el propio Ayuntamiento gracias a varias escuelas taller hace ya unos años. Por el camino cayeron la ampliación del paseo Quiñones o la recuperación del muelle, actuaciones eliminadas por la presión ciudadana y por su elevado coste.

Ese será el Castillo de San Sebastián los ciudadanos que acudan a los conciertos de la Libertad o a ver la exposición de Interiores Robados en su versión latinoamericana. Lo que debía ser el emblema, junto al Oratorio de San Felipe Neri, de los actos del Bicentenario se ha convertido en el ejemplo más presente del casi fracaso en cuanto a ejecución de equipamientos (el propio Oratorio, por parte de la Junta, y la Casa de Iberoamérica, por parte del Ayuntamiento, son ejemplos de que todo no ha salido mal).

El problema será cuando concluya el Bicentenario. Si el Estado no ha tenido dinero, o no ha querido ponerlo sobre la mesa, para concluir las obras del Castillo durante el Bicentenario, menos va a disponer de fondos cuando concluyan estos eventos. La Junta, por su parte, desde que ha dejado de estar al frente del Consorcio ha cortado de raíz su apuesta por el Doce (ahí está aún pendiente los dineros para la promoción turística). Al final habrá que darle la razón, en esto, a la alcaldesa que desde el 2002 ha venido planteando una reforma en fases del Castillo.

Mientras, sólo quedarán rondando por el parcialmente destartalado Castillo los fantasmas de todos aquellos que han vendido tanto humo durante estos años.

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