“La feligresía de la Castrense clamaba por tener su iglesia arreglada”
César Sarmiento | Párroco de la Castrense
Ha liderado la lucha por el templo recién rehabilitado, pero este sacerdote canario que llegó a Cádiz en 2010 solo se siente “un instrumento del que Dios se ha valido para hacer esto en este momento”
Cronología de la rehabilitación de la Castrense
No se otorga ningún mérito especial en la recuperación total de la Castrense, pero tiene los nudillos desgastados de llamar a las puertas y el cuerpo agotado de tanto viaje a Sevilla y a Madrid a intentar a convencer a sus superiores militares que había que salvar el templo gaditano, que era posible recuperarlo.
César Sarmiento pensaría seguramente que su destino a Cádiz en 2010 sería un tránsito relajado, tranquilo, hasta una nueva misión castrense en un futuro más o menos próximo. Pero su paso por la ciudad ha sido una auténtica aventura para levantar casi de las cenizas la iglesia que estuvo a punto de cerrar para siempre.
–¿Por qué su empeño en salvar la Castrense?
–Primero, por el culto a Dios, evidentemente. Segundo, por los fieles, el pueblo de Dios, que tenía en la Castrense un templo donde reunirse, escuchar la Palabra, recibir los sacramentos y participar de la misa. Y luego por toda la historia que tiene detrás esta iglesia y de la que empecé a ser consciente cuando entré en el archivo. Eso es lo que me mueve, porque tengo muy claro que la iglesia está en Cádiz y es para los gaditanos.
–¿Hubo algún momento en que pensó que la rehabilitación no iba a salir adelante?
–Muchas veces no tuve el rumbo claro de la dirección que debía tomar o en la que iba, pero nunca pensé que la parroquia pudiera dejar de ser parroquia. Podrá dejarlo mañana, pero ya serán por otros motivos, no por el mal estado del templo.
No quiero parecer pretencioso, pero nunca pensé que esto no saldría adelante. Siempre he estado convencido de que todo esto ha sido una acción de Dios, apoyada en la fe de muchas personas que se implicaron y en una feligresía, tanto la militar como la civil, que clamaba por tener su iglesia arreglada.
–¿Y cuál ha sido su momento más emotivo, ese en el que ha visto que ya sí que sí la obra estaba culminada?
–El momento más bonito que he vivido en todo este proceso fue la alegría de la feligresía el 31 de julio al entrar en la iglesia. La alegría de los fieles era palpable; volvían a su casa, a su templo, tanto la jurisdicción castrense, que se volcó ese día con el traslado, como la jurisdicción civil. Fue una alegría para todos, y para mí fue un momento muy emocionante.
–¿Cómo ha sido ese ‘destierro’ en Santa Catalina?
–Lo primero que debo decir es que estamos muy agradecidos al obispo porque desde el primer momento facilitó que tuviéramos un templo donde estar. No sólo dejó la iglesia, además, sino que ha estado siempre pendiente de que estuviéramos bien. Pero dicho esto, irnos a Santa Catalina nos despegó de mucha gente, esa es la verdad. Esa iglesia está en un lugar un tanto inhóspito, muy distanciado, con sus propias patologías… Y todo eso hizo que la feligresía se diluyera, se fuera a otros sitios. Digamos que en estos seis años hemos tenido una actividad casi de mantenimiento; y para las cofradías ha sido también difícil, porque tenían que estar pendientes a hacer traslados a otros templos para salir en procesión, lo cual siempre es incómodo. Los seis años allí se han hecho largos.
–¿Se siente usted responsable de lo conseguido con la Castrense?
–Yo creo que soy simplemente el instrumento del que Dios se ha valido para hacer esto en este momento; entre otras cosas, porque era yo el que estaba aquí destinado. Pero no me siento especialmente responsable de nada. Entre otras cosas porque no lo he hecho yo solo; soy el párroco y me ha tocado gestionarlo todo, pero desde el arzobispo castrense, el vicario general, el obispo de Cádiz, la feligresía… todos han colaborado a que esto salga adelante, ha sido una labor de conjunto.
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