El filósofo político Vargas-Machuca
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Fue uno de los líderes de la Transición gaditana. Pasó de seminarista a experto en Gramsci, parlamentario e ideólogo del PSOE hasta que se retiró de la política en 1993.
FUE un político activo hasta que se desengañó. El escritor y profesor Félix Ovejero le definió como alguien "con bonhomía, con coraje político, leído y descastado para los suyos". En todo caso, no es un verso suelto, sino un espíritu libre, puede que difícil de entender para quienes se conforman con la simpleza del autoritarismo.
Ramón Vargas-Machuca Ortega (Medina Sidonia, 1948) nació en una familia de clase media que vivía del campo, con más apellido ilustre que recursos. Su padre explotaba una finca arrendada entre varios hermanos. La madre de Ramón era natural de Medina, y el padre había nacido en Jimena, aunque la familia Vargas-Machuca procedía de Extremadura.
La ilusión de su padre era que Ramón, el único varón de los tres hijos, estudiara una carrera. Así que a los nueve años se fue a estudiar al Oratorio de Santo Domingo Savio, en Jerez. Apenas estuvo allí un curso. Poco después ingresaba en el Seminario de Cádiz, donde viviría una etapa decisiva.
Vargas-Machuca era un niño interno que cantaba en la escolanía y jugaba al fútbol. Primero fue hincha del Athletic de Bilbao, aunque después se pasó al Real Madrid. En el Seminario conoció al padre Alfonso Castro, que fue su profesor de filosofía. Aprendió de él unos valores inspirados en el humanismo cristiano. Castro ejercía también como consiliario de las Juventudes Obreras Católicas. Así Vargas-Machuca conoció a jóvenes obreros, con los que empezó a sentir sus inquietudes.
Al recordar los años del Seminario, Ramón afirma que nunca le ha salido ser "un comecuras". Por el contrario, valora la influencia de Alfonso Castro, y asume la herencia del humanismo cristiano como un paso que le llevó hacia el marxismo, el interés por la obra de Gramsci, y finalmente hacia la socialdemocracia, tras constatar que "la revolución no sólo era imposible, sino indeseable".
En 1966 y 1967, el obispo Antonio Añoveros envió a la Universidad Pontificia de Salamanca a un grupo de seminaristas gaditanos, entre los que estaban Ramón Vargas-Machuca y Rafael Román. Una operación relativamente ruinosa para la diócesis gaditana, porque más de la mitad de aquellos seminaristas no llegaron a curas. En la Pontificia, Vargas-Machuca tuvo profesores de diferentes perfiles, entre elos algunos que llegaron a obispos, como Fernando Sebastián, el vasco José María Setién, y Antonio María Rouco Varela. Vargas-Machuca y otros estudiantes organizaron una huelga para reformar la Universidad, que precisamente fue desactivada tras negociarlo con Rouco.
En la Pontificia, completó tres cursos de Teología y la carrera de Filosofía, que convalidó en la Universidad de Salamanca, donde realizó su tesis doctoral Ideología, Ciencia y Filosofía en la obra de Antonio Gramsci, dirigida por el profesor Miguel Ángel Quintanilla. La tesis de Vargas-Machuca, que dio lugar a su libro El poder moral de la razón (Tecnos, 1982), fue apreciada por los filósofos marxistas de entonces. Sobre todo porque resaltó los valores y las contradicciones de Gramsci, como filósofo marxista heterodoxo, en conceptos como la hegemonía. Considera que ahora se trata su figura con un sesgo oportunista, que distorsiona sus ideas.
En Salamanca no sólo estudiaba. A poco de llegar, en 1967, conoció a una catequista llamada Josefina Junquera Coca, que un año y medio después se convirtió en su novia. Se casaron en 1971, en la parroquia de Santo Tomás de Canterbury, que estaba en Garrido, un barrio obrero, donde daban clases. La misa nupcial fue concelebrada, y entre los diáconos estuvo Carlos Osoro, actual arzobispo de Madrid. Han tenido dos hijos: Marta y Ramón, que les han dado tres nietos.
En 1973, Ramón regresa a Cádiz y entra como profesor ayudante en el Colegio Universitario, gracias a las gestiones que hizo en Sevilla con Juan López, que sería decano de Filosofía y Letras, y con Patricio Peñalver, hermano de Mariano. También ejerció como auxiliar de la Biblioteca del Colegio Universitario.
Entre sus alumnos estaba Alfonso Perales, con quien hablaba de temas políticos. Vargas-Machuca se oponía a la violencia y no quería el comunismo. Sus ideas sintonizaban con unos jóvenes que en el verano del 74 fueron al congreso del PSOE en Suresnes. Así, junto a algunos que llegaron de Sevilla, como José Rodríguez de la Borbolla y Carmen Romero, y con Gregorio López, Rafael Román, Josefina Junquera y otros forman la federación de Enseñanza de UGT. Era el núcleo para reorganizar el PSOE en Cádiz.
En 1977, cuando elaboran las listas para las primeras elecciones democráticas tras el franquismo, no quería que le incluyeran, pero al final fue en el número 3 para el Congreso de los Diputados. Como número 1 iba Manuel Chaves, por entonces profesor de Derecho del Trabajo en Bilbao. En el número 2 iba Jerónimo Sánchez Blanco. El PSOE esperaba dos escaños y consiguieron cuatro.
Vargas-Machuca fue diputado del Congreso desde 1977 hasta 1993. Hasta 1986 centró su actuación parlamentaria en los debates de Educación y en la elaboración del artículo 27 de la Constitución. Desde 1986 a 1993, fue secretario primero de la Mesa del Congreso de los Diputados, con Félix Pons como presidente.
En 1989 ganó el premio Espasa de ensayo por La utopía racional, que escribió junto a Miguel Ángel Quintanilla. A finales de los 80, Vargas-Machuca era uno de los ideólogos del PSOE y perteneció al Comité Federal. Sin embargo, a principios de los 90 se sentía aburrido. En el periodo de 1988 a 1990 fue secretario provincial del PSOE de Cádiz. Intentó una renovación que no pudo hacer. Por el contrario, hubo una fractura, que fue el origen de la división del socialismo gaditano.
Ramón era (y sigue siendo) un socialdemócrata convencido, al que no le gusta que los políticos quieran perpetuarse, mientras hacen promesas que no van a cumplir. Así que coincidiendo con el caso de Juan Guerra (y otras cositas que no le gustaron), en 1993 se retiró de la política oficial. Aunque sigue siendo militante del PSOE, y expresa sus opiniones en artículos que se han publicado en El País y en Diario de Cádiz.
Al salir de la política, en 1993, se fue al extranjero. Estuvo un año en la Universidad de Yale, en EEUU, y unos meses en Chile, hasta pasar en 1996 al Instituto Universitario Europeo de Florencia. También fue investigador en el Instituto Gramsci de Roma. Después se incorporó de nuevo a la Universidad de Cádiz, donde consiguió en 2001 la cátedra de Filosofía Moral y Política en la Facultad de Filosofía y Letras.
Desde entonces sigue ejerciendo. Tambiién está atento a una realidad que no le gusta. Pues si en la vieja política había demasiado "cinismo", la nueva le parece peor, por la demagogia y el "infantilismo mental" que aprecia.
Puede que en los últimos años, a pesar de todo, haya mantenido un perfil demasiado bajo para su valía profesional, política y personal. Porque Ramón Vargas-Machuca aún debería decirnos mucho más. Es un filósofo de nuestro tiempo, un hombre con ideas libres, con "un espíritu erasmista y un poco zumbón", como él dice. O sea, un hombre ajeno a la mediocridad y el conformismo, que aspira a resistir frente al "tostón épico". Lo reconoce, sincero y abierto: "Tengo pánico a jubilarme".
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