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Cádiz/Si ya aparecieron hace unos días en El Puerto, Chiclana y San Fernando era fácil deducir que tarde o temprano también llegarían a las playas de la capital. Una flota de carabelas portuguesas (Phisalia phisalys) varó ayer en Cortadura, La Victoria, Santa María del Mar y La Caleta. La arribada de estas falsas medusas no pasó desapercibida para más de un paseante. Ni para la trabajadora de una clínica veterinaria, que recogió tres ejemplares para analizarlos.
Como cuando aparecieron en El Puerto, conviene recordar que el contacto con sus falsos tentáculos venenosos puede ser muy doloroso, incluso con consecuencias extremadamente graves en el caso de niños y ancianos, personas en estado de debilidad por alguna razón o que sean alérgicas a las toxinas que desprenden. Por eso se recomienda no tocar los ejemplares.
En realidad, en el caso de las carabelas o fragatas portuguesas no se puede hablar de ejemplares porque cada una de ellas es una parte de un organismo colonial más o menos extenso, que se especializa en alguna función para mantenerlo vivo, en tareas como la reproducción, la defensa o la alimentación.
Así, los encargados de la captura de presas gracias a potentes dardos encapsulados -nematocistos- son los dactilozoides, que se corresponden con la parte de los filamentos; los que las digieren, los gastrozoides, y los responsables de la reproducción, los gonozoides. Los tres conviven en la misma carabela pero, digamos que dan servicio a toda la colonia.
Pese a su forma parecida a la de las medusas, la Phisalia phisalys es un cnidario hidrozoo sinfonóforo -perdón por los palabros- emparentado, por parte de los cnidarios, con pólipos, corales y anémonas, más que con las medusas.
Su estructura hidrodinámica engaña bastante porque no es capaz de propulsarse por sí misma. Se trata de una especie de vegija hinchada -llamada neumatóforo- que navega a la deriva de vientos y corrientes marinas.
En las costas españolas las fragatas portuguesas son más frecuentes en el litoral cantábrico que en estas latitudes. Pero esta no es la primera vez que arriban a las playas gaditanas. Ya en 2009, algunos ecologistas hallaron varios ejemplares de pequeño tamaño en lCortadura. Y en 2013 el Ayuntamiento tuvo que cerrar al baño las aguas de la capital por la aparición de estos animales. Como es lógico, se recomienda no tocarlos.
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