El fotógrafo conde Vernay

La estancia en Cádiz del fotógrafo Louis Vernay

En 1859, y utilizando un novedoso procedimiento fotográfico, se captaron en la plaza de El Puerto de Santa María las primeras imágenes de una corrida de toros en España

Rafael Garófano

03 de marzo 2019 - 06:00

El conde de Vernay realmente era el fotógrafo francés Louis Charles Raoul Vernay (1825 -…?), siendo lo de “conde” más que un título nobiliario un apelativo publicitario. Aunque por educación, trayectoria personal y amistades pudo situarse en los círculos aristocráticos parisinos.

En 1844 monsieur Vernay formó parte de la embajada francesa a China, participando posteriormente en otras misiones oficiales y viajes por medio mundo (Egipto, Oceanía, África, la isla de Santa Elena, el cabo de Buena esperanza y África) antes de regresar a Francia y hacerse experto fotógrafo. Según sus propias manifestaciones.

Retrato de la familia Montpensier. (La fotografía de la corrida de toros de 1859 puede verse en la edición en papel de Diario de Cádiz).
Retrato de la familia Montpensier. (La fotografía de la corrida de toros de 1859 puede verse en la edición en papel de Diario de Cádiz). / Colección Fundación Montpensier

Sus inicios en la fotografía se hicieron con Olimpio Alejandro Aguado (1827-1894), más conocido como Conde Olympe, un aristócrata de origen español (hijo del marqués de las marismas del Guadalquivir) que, interesado y practicante de variadas actividades culturales y el coleccionismo artístico, se inició en la técnica fotográfica con el vizconde Vigier, siguió las enseñanzas del maestro Gustave Le Gray, fue uno de los fundadores de la Société Française de la Photographie y terminó abriendo en París un estudio de retratos, donde siguió experimentando y mejorando los procedimientos fotográficos.

La primera información del conde Vernay en España es de la primavera de 1859, en Sevilla, a la que viajó (seguramente desde Marsella, con trasbordo en Cádiz) atraído por el aura cultural, afrancesada y de mecenazgo que Antonio de Orleans, Duque de Montpensier (casado con la hermana de Isabel II), irradiaba desde su palacio de San Telmo, como si de una semicorte se tratase.

En Sevilla, donde ya tenían gabinetes fotográficos Enrique Godínez y Francisco de Leygonier (este último publicitándose como fotógrafo de los duques de Montpensier), se produjeron los contactos personales y las relaciones profesionales que justificaron el que Vernay se anunciara en la prensa hispalense, desde el 14 de mayo, como “fotógrafo de los duques de Montpensier y discípulo de Nadar”. Dando como referencia el cuarto 27 de la fonda de Europa, donde al parecer tenía montado su estudio provisional. Sus fotografías fueron expuestas como publicidad en comercios y centros cívicos de Sevilla, y elogiosos anuncios desde la prensa informaron de sus calidades y precios: entre 5 y 15 duros.

La siguiente información sobre Vernay es de Cádiz a donde se trasladó, después de que los duques de Montpensier lo hicieron a su palacio de Sanlúcar de Barrameda, para tomar salutíferos baños de mar. En Cádiz, el 10 de julio de 1859, la prensa informó que Vernay había llegado hacía unos días, que era un artista de reconocido mérito en Francia y que, aunque se había dado a conocer como “escritor público”, su reputación se debía más al alto grado a que había conseguido llevar el arte fotográfico, “para lo cual ha gastado una parte considerable de su fortuna, perseverando en su empresa con ese entusiasmo que inspira el genio y que revela siempre el alma del artista”. Como queriendo justificar la dedicación, más artística que profesional, del “conde” a la fotografía.

Sin embargo, en esta información de El Comercio no se decía que Vernay fuera a establecerse en Cádiz como fotógrafo retratista, sino que estaba viajando por España con el propósito de hacer una galería de retratos de personalidades prominentes en las artes, la ciencia y la política, estando en Cádiz de paso camino de Madrid, para luego trasladarse a París donde dar a conocer al público el resultado de sus trabajos. Añadiendo el gacetillero que había tenido ocasión de ver alguno de sus retratos y que realmente hacían justicia a la calificación de gran fotógrafo que se le aplicaba a su autor. Abriendo la puerta a algún encargo profesional.

Dos semanas después, concretamente los día 24 y 25 de julio de 1859, se celebraban en la plaza de El Puerto de Santa María dos corridas de toros, siendo la del día 25, festividad de Santiago, patrón de España, de singular importancia, con un cartel compuesto por los matadores “Cúchares” y los hermanos José y Manuel Carmona. Corrida a la que acudió el conde Vernay desde Cádiz con su cámara y su equipo fotográfico, según informó El Comercio seis día después: “El distinguido fotógrafo ha tenido y ha realizado el feliz pensamiento de sacar seis vistas de la corrida de toros del día de Santiago en El Puerto: Una de pica, otra de banderillas, otra de la cogida de Cármona en el momento de sacar Cúchares al toro, otra de pase de muleta, otra de la salida del toro y otra que representa el conjunto de la plaza, todas con gran precisión y con la natural y consiguiente exactitud y propiedad. Parece que las ha remitido o piensa remitirlas a París para que se publiquen en La Ilustración francesa”. Aunque realmente las fotografías fueron dos más (una de los corrales con los toros y la otra una vista exterior de la plaza), se trata de las primeras fotografías de una corrida de toros, ya que, hasta que los fotógrafos no utilizaron los negativos de cristal con colodión, no habían sido capaces de captar con sus cámaras escenas de tanto movimiento como las corridas de toros.

Ya el 5 de agosto se anunciaba, con elogios, que las fotografías del conde Vernay estaban expuestas en diferentes establecimientos de Cádiz (posiblemente vistas de la ciudad y quizás también las excepcionales de la corrida): “es el mejor fotógrafo que hemos tenido aquí, y quizá el que mejor éxito haya tenido en España”. Pero además, esta corrida volvió a propiciar el encuentro con el duque de Montpensier, que pasó estos dos días en El Puerto de Santa María en casa de Francis Morgan (exportador y bodeguero galés, casado con la hija del también bodeguero británico Thomas Osborne) con quien fue a las corridas y en cuya residencia organizó una brillante fiesta de besamanos, celebrando la notica de haber entrado Isabel II en su quinto mes de embarazo.

No obstante, a esta información publicada el día 5 de agosto, se añadía que el duque Vernay era también un gran violinista, pero que el virtuosismo musical de su señora lo superaba, como se había demostrado en Sevilla, donde el 18 de mayo había dado un concierto benéfico en la Sociedad Filarmónica. Abriéndose la posibilidad de que ofreciera otro en Cádiz.

Ya sabemos (a través de las investigaciones de Carlos Sánchez y Javier Piñar en los archivos de la casa ducal) que Vernay estuvo en el palacio de Sanlúcar durante la primera quincena de agosto haciéndole retratos a la familia Montpensier, según las facturas: 10 copias de un retrato del grupo familiar, otras 10 copias de la infanta a caballo y 8 vistas (seguramente de la corrida de toros), por las que el duque el 17 de agosto abonó 1.120 reales, y otros 10.300 reales unos días después, posiblemente por nuevas copias de los retratos.

Mientras esto sucedía se resolvieron los problemas para celebrar el concierto y un grupo de melómanos gaditanos convencieron a los intérpretes, asegurándoles los gastos. El concierto se celebró el día 20 de agosto en los jardines del Ateneo, situado en la antigua casa de La Camorra (calle del Empedrador, nº 5). Especial relevancia tuvo el que los intérpretes, Madame Vernay, acompañada por el maestro Monfort y por el joven profesor gaditano señor Hernández, utilizaran dos violines Stradivarius de enorme valor, uno propiedad de la señora Vernay y el otro generosamente cedido por un célebre aficionado de Cádiz (Bernardo Darhan). Al día siguiente la crítica felicitó al señor B. de Monfort por sus composiciones y se deshizo en elogios a la señora Vernay por su magistral interpretación.

Cinco días después, el 25 de agosto, en la prensa se anunció que el conde Vernay dejaría la ciudad dentro de unos días y que, con tal motivo, en la calle Junquera, nº 2, vendía todos sus muebles, sus aparatos fotográficos y su productos químicos, es decir “todo el material del taller que le ha servido para sus trabajos en Andalucía”. Eran señales de un gran viaje que, según carta de despedida enviada por el fotógrafo al duque de Montpensier, se iniciaría en Cádiz a bordo de un gran velero entre el 25 y el 30 de septiembre. Aunque antes de partir, entre el 29 de agosto y el 15 de septiembre, se estuvo anunciando que en la tienda Bellas Artes, de la calle Ancha, nº 16, propiedad de Rafael Rocafull (que pronto se convertiría en afamado fotógrafo), se vendían los retratos fotográficos de los duques de Montpensier sacados del natural por el conde Vernay.

Después de un tiempo sin noticias sobre el fotógrafo, unas informaciones sobre las actuaciones musicales de madame Vernay en La Habana, del 13 de febrero y del 18 de marzo de 1860, nos ponen en la pista de que el matrimonio embarcó desde Cádiz para recorrer las Américas (Cuba, Puerto Rico, Santo Domino, la América del Norte y la del Sur, según contaría más tarde el propio Vernay a la prensa) antes de regresar a Francia.

En el verano de 1861, concretamente el 10 de julio, el conde Vernay llegó Barcelona procedente de Marsella, para asentarse un tiempo, abrir un gabinete de retratos y ejercer su profesión fotográfica. Tres días después, el propio fotógrafo anunció en la prensa de Barcelona que había terminado de montar su gabinete de retratos en la Rambla del Centro, números 36 y 38, y que lo abriría al día siguiente al público en un horario de 9 de la mañana a 4 de la tarde. Advirtiendo que estaría cerrado los lunes para dedicarlo a hacer reproducciones de cuadros al óleo, grabados, bustos, etc.

No conocemos con precisión hasta cuando permaneció Vernay en Barcelona, pero La Correspondencia de España del 6 de septiembre de 1862 comentaba que Vernay, en París, había tenido un accidente en los ensayos que realizaba sobre la fotografía eléctrica, y el día 24 de ese mismo mes ya informaba que el fotógrafo estaba en Madrid con la intención de abrir “un establecimiento artístico fotográfico con arreglo a los adelantos de este arte, en los distintos países que ha recorrido”. Para miniar toda clase de retratos, desde los microscópicos hasta los de tamaño natural, en el gabinete también trabajaría el pintor Sr. Mediano. El 1 de octubre se abrió al público la nueva galería, en el número 6, cuarto 4, de la calle Preciados, teniendo un inmediato éxito de crítica y público, al punto de tenerse que pedir cita con días de antelación.

La Correspondencia de España del 29 de junio de 1863 informó que la reina Isabel II (tras el fallecimiento del fotógrafo británico Charles Clifford) había distinguido al fotógrafo de cámara conde Vernay con la Cruz de Carlos III. Lo que reforzó la posición profesional del ya “ilustrísimo señor” y a su gabinete como el preferido del público elegante e ilustrado de la capital.

Con interrupciones, idas y venidas a Francia, mudanzas de su estudio, ocupación del mismo por otros fotógrafos (como el famoso retratista francés Disdéri) y viajes fotográficos por España, el conde Vernay permaneció en Madrid hasta el mes de marzo de 1868. Mal año, el de la revolución “gloriosa”, no solo para la reina Isabel II, sino también para el fotógrafo “conde” y su aristocrática clientela.

[Aún no se ha localizado ninguna fotografía de la ciudad de Cádiz que pueda atribuirse al conde Vernay]

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