Gordillo Joyeros: la esencia de Cádiz hecha joya
comercio | 60 aniversario
La firma, que acumula seis décadas en el imaginario de los gaditanos, da el salto al ‘e-commerce’, el escaparate perfecto para crecer como especialistas a nivel nacional
En una ciudad de tradición platera, formarse como joyero era una forma tan buena como cualquier otra de ganarse la vida. No precisamente exótica. “Mi abuela puso a trabajar a los hermanos y eso era lo que había”, comenta Esther Gordillo, el nombre al frente de Joyería Gordillo ya desde hace años. Su padre, Antonio Gordillo, se formó en Córdoba como aprendiz y oficial de joyería, y continuó trabajando en un taller de Cádiz, justo al terminar el servicio militar. En 1961, surgió la oportunidad de comprar el local en el que trabajaba, situado entonces en la calle Sagasta. El afamado negocio gaditano acaba de celebrar, pues, sesenta años de existencia.
Esther Gordillo recuerda haber pasado las navidades de adolescente trabajando toda la familia, “esos cinco de enero sin parar hasta bien entrada la madrugada. Ahora ha cambiado todo, empezando por el tipo de venta. Para quien ha empezado a trabajar cara al público antes de la llegada de las nuevas tecnologías, todo va muy rápido”.
Desde 2020, por ejemplo, espoleados por la inercia de la pandemia, el negocio reforzó su presencia online: “La página web ha pasado de ser una especie de tarjeta de presentación a una plataforma omnicanal, contando también con las cuentas en Instagram y Pinterest donde inspiramos y conectamos con nuestro público. Más allá de la venta online, un reto importante especialmente en joyería, donde para el cliente es esencial ver cómo queda la pieza, para nosotros es muy importante mostrar día a día que lo que tenemos aporta un diferencial, que no lo hay en otros sitios”.
Como en todos los negocios, la llegada de la pandemia no sólo ha hecho subrayar el medio online, sino también ha visto meses en los que levantar la baraja era hacerlo para la nada. Aun así, la máxima de que en los malos tiempos los valores seguros defienden su plaza sigue siendo cierta. Conforme la vida se retoma, se deja ver el margen de capacidad de ahorro y, sobre todo, la reactivación de bodas y celebraciones que han ido quedando en barbecho durante los últimos dos años: “Aunque me da la sensación de que las bodas también se están haciendo de otra manera, creo que la pandemia ha contribuido a que pongamos las cosas en su sitio y aprendamos a dar valor a lo realmente importante”, comenta Esther Gordillo.
En esta línea, la firma se muestra como defensora de la llamada slow-jewellery. No sólo con un proceso de fabricación en el que se aseguran las condiciones laborales dignas y respeto al medio ambiente, donde todas las compañías diamanteras de la marca garantizan el origen de las gemas y que cada extracción se realiza de forma ética, sino contra el consumo rápido, subrayando el valor único de cada pieza y el servicio personalizado: “Yo no quiero hacer diez mil sortijas iguales, sino que cada una tenga algo con la que te sientas identificado –desarrolla Gordillo, también gemóloga y experta en diamantes–. La misma máxima que se aplica a la alta costura, con esa atención y costura a medida y de calidad de materiales que le da el sentido del lujo”.
Es el principio que rige la línea #CarácterGordillo, que desarrolla una pieza única de cada modelo: “Se podría decir que en joyería nunca hay dos piedras iguales, porque cada gema es distinta. Pero, desde luego, aquí procuramos dotar de una personalidad, retomar lo clásico y darle un toque fresco. Lo hacemos introduciendo nuevas formas, combinaciones de materiales, colores y tallas inesperadas”. Un proceso creativo en el que participan maestros artesanos y diseñadores, quienes forman un gran equipo de taller, abierto a todo tipo de referencias: “Desde lo que lees por la mañana hasta lo que ves en un paseo; desde lo que alguien lleva puesto hasta cómo brilla el mar. En ese sentido, el escenario en el que trabajamos, Cádiz, desde luego, es muy importante para nosotros”, comenta Esther Gordillo. Así, encontramos piezas como el anillo Luna Negra, realizado en oro blanco con diamantes y adularia; la sortija Agadir, con esmeraldas, zafiros y diamantes; o el modelo vintage Norma, con diamantes y esmeralda en una tonalidad peculiar, un verde Scheele. Actualmente, la firma cuenta con un equipo de 12 personas, incluyendo a maestros relojeros, ya que su joyería también es punto de distribución de marcas como Rólex, Omega o Longines.
En esta defensa de la durabilidad y el carácter único, se encuentra también la labor de restauración y rediseño de joyas antiguas: “Generalmente, joyas en herencia que hoy resultan muy grandes o pesadas. También pienso que antes el propio ritmo de la vida llevaba a joyas más ostentosas. Como artesanos, esto es algo muy bonito, buscar una utilidad completamente distinta a esas piezas tan especiales y que guardan tantos recuerdos”, indica Esther Gordillo, aunque admite que siempre les dice “que se lo piensen dos veces” a los clientes que llegan con alguna pieza art-decó, su periodo favorito.
De hecho, la colección Tamara de Lempicka, que nació el año pasado y ya ha sido premiada por su diseño, es un homenaje al periodo, con un toque minimalista y un juego de materiales como la malaquita o el lapislázuli. Por su parte, la colección Meraki está pensada para un público más joven, “de entre 25 y 30 años, que empieza a entrar en el mundo de la joyería”. Esta colección da protagonismo al oro blanco y rosa, así como a la piedra luna –que también usa la firma Pomelatto, asimismo distribuida en la joyería, en su línea de piedras semipreciosas–.
“Hay otra colección a la vista, con líneas muy modernas –añade Esther Gordillo, respecto a los próximos planes de la firma –. Pero en lo que confío de verdad es en que las piezas que salgan sigan gustando, y que funcione el boca a boca, como lo ha estado haciendo, también fuera de la provincia”.
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