Del gran almacén holandés de mercancías de Cádiz para las Américas al hospedaje de turistas
A la vuelta de la esquina | Calle Flamenco
Superados los tiempos de las fondas para marineros, en la poco transitada calle Flamenco surgen en este siglo XXI nuevos alojamientos, unos regulados y de calidad y otros no
Cádiz/Entre el local de diseño de un despacho de abogados y economistas y una moderna coctelería recién abierta, en la calle Nueva, muy cerca del lugar por donde discurría la antigua muralla del puerto de Cádiz, se abre, con una sinuosa y ligera cuesta arriba, una puerta en el tiempo. Un postigo imaginario que traslada al paseante a otra época, a los siglos XVII y XVIII, en los que el pujante comercio con las Indias Occidentales, pero también la Guerra de los Ochenta Años – en España llamada de Flandes– atrajeron a la ciudad a una importante y creciente colonia de negociantes, marinos y manufactureros de aquellas tierras. Hay que tener en cuenta que la ciudadanía flamenco-española fue reconocida por primera vez ya en 1533. Y que tal era su arraigo aquí en el sur que se constituyeron en la que se denominó “Ilustre y Antigua Nación Flamenca de Sevilla y Cádiz”.
Era una comunidad eminentemente mercantil que contó con un patronato de beneficencia, hospital y capilla propios –la de San Andrés, en el Convento de San Francisco– además de un patrimonio que comprendía numerosas fincas. Las de residencia de los personajes más principales se encontraban a lo largo de San Francisco, mientras que las de los comerciantes, en su mayoría pañeros, dotadas de almacenes, estaban precisamente en esta calle. Los mercaderes de Flandes también tenían locales de aprovisionamiento en otras como la de San Andrés. Así lo recoge Ana Crespo Solana en un interesante y prolijo estudio titulado El Patronato de la Nación Flamenca Gaditana en los siglos XVII y XVIII.
Por ellos, y no por el género musical declarado Patrimonio de la Humanidad en 2010 ni por el ave del mismo nombre, se llama esta calle Flamenco. En 1672 fue nombrada por primera vez De los Flamencos; Cortes, de 1855 a 1856; Flamencos de nuevo, entre 1855 y 1922 y Gómez Ortega desde 1922 hasta 1979. En este último año, incomprensiblemente, se cayó la s del nomenclátor y se la renombró con su denominación actual. Los datos proceden de la Cronología de las denominaciones de las calles de Cádiz, de Juan José Ariza Astorga.
En muchas de sus fachadas y de sus balcones, en las entreplantas utilizadas como oficinas y en algunos de sus portalones pueden adivinarse todavía, en las jambas ensanchadas para que entrasen los ejes de los carros y en la altura de los arcos, vestigios de las antiguas caballerizas y cocheras de aquella época en la que el trasiego con mercancías a y desde el muelle debía de ser la estampa habitual.
Al igual que la propia ciudad, en los siglos posteriores, el esplendor de la calle Flamenco fue decayendo al mismo tiempo que lo hacía el comercio con América y, en general, la actividad mercantil de la ciudad. Sin embargo, siempre mantuvo su carácter portuario, en el amplio sentido del término. Algunas de las fincas de los pañeros holandeses pasaron a ser fondas o posadas, como la de Los Tres Reyes, que anteriormente se había llamado de Las Tres Anclas, y ciertos almacenes se reconvirtieron en cervecería, como la que hubo donde está ahora la nueva coctelería, o en despacho de vinos catalanes, como el local que hoy alberga la sede de la Cofradía de Jesús El Caído, ya en la esquina con Marqués de Cádiz.
Más tarde, las fondas de esta calle y las de su entorno se transformaron en pensiones y hostales que hospedaban a buena parte de la marinería que tocaba puerto en Cádiz. Y con los marineros llegaron a Flamenco, como a Plocia, otro tipo de actividades. Según cuentan antiguos vecinos, hasta los mismísimos años 80 del siglo pasado hubo donde se ejercía la prostitución. Pero no todo era eso, por supuesto. Negocios de hostelería, de pastelería y panadería encontraron aquí locales donde almacenar e incluso elaborar sus productos. En un pequeño local de la calle Flamenco se cocía el magnífico género que se servía en la cervecería-marisquería Joselito. De otro convertido en obrador salían los ricos dulces que se servían en el desaparecido Mikay y posteriormente en otras cafeterías y pastelerías de la ciudad. Y hasta no hace muchos años el aroma a pan recién hecho del Horno de La Palma perfumaba la esquina con Marqués de Cádiz.
Justo enfrente, el Hostal Colón sobrevive como puede a la vorágine de los apartamentos turísticos y las viviendas destinadas a tal fin, legalmente registradas o no. En la misma situación se encuentran el resto de los viejos establecimientos de su entorno más inmediato, como la Pensión España y el Hostal Marqués. O el propio Hostal Fantoni, el único que se mantiene abierto desde hace más de cincuenta años en la misma calle Flamenco. Una de sus propietarias asegura a este periódico tener constancia de varios apartamentos que habitualmente acogen a huéspedes y que no están registrados como viviendas con fines turísticos, con la consiguiente competencia desleal que supone. “Hay muchos ilegales en la calle. Lo hemos puesto en conocimiento de Horeca, pero no sabemos nada más”, añade.
“Me parece muy bien el turismo y que se abran más hoteles y apartamentos porque atrae más gente a la ciudad pero también es verdad que nos quita mucha vivienda de alquiler a la gente de Cádiz”, responde Soledad Molina, acompañada por su hija, al pie del portal de la finca donde vive “Yo llevo mucho tiempo queriéndome independizar y cada vez hay menos pisos para nosotras. Todo es turístico:apartamentos, hoteles, viviendas turísticas... Entiendo que todo esto es bueno para la economía de Cádiz, pero a los más jóvenes nos quitan posibilidades de vivir en nuestra ciudad. Yo vivo de alquiler desde hace poco aquí, con mis padres y mi hija... En nuestra finca hay un par de viviendas turísticas, pero la verdad es que nunca hemos tenido problemas ni con los propietarios ni con los huéspedes”.
De hecho, al lado del Hostal Fantoni hay toda una finca dedicada a apartamentos turísticos que se llama, ironías de la vida, Too Many Aparts. Más abajo, no hace apenas un mes abrió sus puertas el Hotel Soho Boutique, de tres estrellas, el primero de estas características de la calle. Se trata del segundo establecimiento hotelero de esta cadena en la ciudad, después del de la calle Columela, y un salto en calidad y modernidad en la oferta de hospedaje de la zona. La misma firma tiene previsto abrir en breve otro edificio de apartamentos en plena plaza de El Palillero.
Mientras tanto, y pese a la limitación impuesta por la reciente ordenanza de control sobre la turistificación y su respaldo por parte de La Junta de Andalucía, en Cádiz se siguen construyendo apartamentos o minipisos que parecen claramente planificados para convertirse en viviendas turísticas en el caso de que cambiase la normativa tras un vuelco en el Gobierno local a raíz de las próximas elecciones municipales. En la calle Flamenco, también. Hay una promoción de 13 viviendas ya terminada pero todavía no entregada promovida por la empresa Salvo Global Property SL, un grupo sevillano con capital mexicano que actualmente también tiene en rehabilitación todo un edificio para hostal en la calle Pericón, en el barrio de La Viña. Y en la misma esquina de Flamenco con Marqués de Cádiz, donde estaba el Horno de La Palma, Gaesa Cooperativa está en plena obra de “rehabilitación y ampliación de edificio plurifamiliar entre medianeras”.
Efectivamente, ambos son proyectos de uso residencial, pero existe la posibilidad y es altamente probable que estos pisos de reducidísimas dimensiones adquiridos como segunda residencia por personas con domicilio en Sevilla o Madrid terminen en el mercado de la vivienda con fines turísticos. De manera legal y del todo legítima, por supuesto, en el caso de que cambiase la normativa municipal y pudiesen llegar a registrarse. O de manera ilegal, como tantas otras en la ciudad de las 2.359 VTF registradas y no se sabe cuántas sin registrar. Y todo esto le daría todavía más razón tanto a Soledad como a los propietarios de los hostales.
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