“Me hubiera gustado hacer la Buena Muerte o la Macarena”
Luis González Rey | Imaginero
Con treinta años de profesión y numerosas imágenes procesionando en Semana Santa, el gaditano ha recibido el galardón Gota a Gota de Pasión que concede la Fundación Cajasol
Luis González Rey repasa su trayectoria de más de tres décadas tras recibir el reconocimiento de la Fundación Cajasol.
–¿El artista nace o se hace?
–Yo creo que nace. Por mucho que le guste, si no sirve… A mí, por ejemplo, me hubiera encantado cantar y hacer El fantasma de la ópera, pero no tengo voz para eso. Al artista se le puede enseñar técnica y conocimientos, pero tiene que tener algo; si no, por mucho que quiera…
–¿Cuándo decidió que se iba a dedicar al mundo de la escultura y la imaginería?
–Algo antes que cuando intervine a la Virgen de la Victoria (1989), que ya había empezado a hacer imágenes particulares y demás. Ya conocí a Berraquero, que para mí era como un dios, y la verdad es que fue picándome en la escuela.
–¿Por qué este mundo?
–Desde chico jugaba con la plastilina, y me encantaba cuando llegaba Semana Santa. Aunque cuando llegaba Carnaval también jugaba a hacer las carrozas con mi primo. Pero sí, de siempre lo que más me gustaba era jugar con la plastilina. Y ahora me da asco tocarla, curiosamente.
–¿Es Cádiz un buen lugar para un escultor?
–A mí me ha ido muy bien, aunque he tenido sus más y sus menos. Yo siempre pienso que mejor ser la cabeza del ratón que la colita del león, así que no puedo quejarme de Cádiz.
–¿Cómo fueron los principios de González Rey?
–Pues era como si estuviera jugando a esto, aunque suene fuerte; hacía imágenes grandes pero aún no me consideraba imaginero. Tenía más valor que el Guerra, porque enfrentarme a hacer un cuerpo entero como hice con el Resucitado de Jerez… En esa época me creía que me iba a comer el mundo; la viví como muy en plan artista, aunque en realidad era un niñato. Y también recuerdo que trabajaba con menos presión, porque ahora ya la gente va esperando más de mí. Y la ilusión tan grande que me hacía un encargo o cualquier trabajo.
–¿Y empezó directamente en un taller? ¿Dónde realizó esos primeros trabajos?
–Primero en mi casa, luego en casa de un amigo que me dejó un cuarto. Y ya después me busqué mi primer taller, que fue en la calle Solano. Un local muy chiquitillo pero en el que se hizo una producción muy grande en esa época. La verdad es que el día que cogí las llaves de mi taller me volví loco.
–¿Cambia algo hacer una imagen para fuera que una para su tierra?
–Nada. Tú te intentas esmerar tanto en una como en la otra. Realmente es que te intentas esmerar hasta en el pastorcito del Nacimiento que te han encargado. Distinto es el resultado, pero no porque sea para un sitio o para otro, sino porque unas veces aciertas y otras no das con la tecla. Pero tan importante es hacer una figura de Belén para mi vecino que una imagen para fuera.
–Cuénteme cómo es el día a día en su taller.
–Por lo general me suelo levantar sobre las siete; y a eso de las ocho y media como muy tarde ya estoy en el taller, hasta las dos; y después suelo bajar a las cinco hasta las nueve, más o menos. De lunes a viernes, y cuando me aburro también sábados y domingos. Sí tengo muy claro el horario, porque me hace considerar esto más un trabajo. Me sentiría muy raro en mi casa a las diez de la mañana sin estar en el taller.
–¿Y no coge vacaciones?
–No. A lo mejor de repente me da la picá y me cojo una semana y me voy fuera. Pero por lo general no. También hay que tener tiempo y dinero para irte, y no suele ser lo habitual. Luego cuando voy de vacaciones también voy a las iglesias a ver santos, así que más de lo mismo…
–¿Tiene González Rey algún rito, alguna manía, alguna costumbre a la hora de realizar un trabajo?
–No. Sobre todo porque soy muy nervioso y suelo llevar varias cosas a la vez. Sí me pasa que cuando me van a encargar una imagen empiezo a pensar y a imaginarme la película. Por ejemplo, si me van a encargar un Prendimiento, empiezo a imaginarme el movimiento, lo que llevaría… soy como muy peliculero para esas cosas. Pero en cuestiones como coger una gubia especial cuando voy a empezar un encargo o cosas así, no. No me ha dado nunca por ahí.
–¿Hay alguna diferencia entre hacer una imagen sagrada y una profana?
–Una imagen religiosa lo esencial que tiene que tener es la unción; la profana puedes hacer lo que te dé la gana, dentro de lo que te encarguen. Pero una religiosa tiene que transmitirte algo, y no se trata de que esté perfectamente tallado el cuerpo ni que sea realista. Es cuestión de que cuando mires la imagen te traslade lo que es: una imagen sagrada; que el creyente que se va a apoyar en esa imagen encuentre en ella un consuelo. Esa es la característica principal.
–¿Y eso cómo se consigue?
–Pues no lo sé (ríe). No puedo decirte. Pero tiene que transmitirte algo.
–¿Qué cambia para su trabajo a la hora de hacerla, respecto a una imagen profana?
–Yo tengo un problema, porque a mí me gustan las imágenes que aunque tengan unción sean personas, pero siempre hay que conseguir esa unción. Además soy una persona que le gusta mucho modelar retratos, y yo puedo hacerte a ti de retrato en una imagen, pero cuando salga a la calle tiene que reflejarse el santo o la imagen que sea, y no a ti. Por lo general se consigue, pero no te puedo explicar cómo se le da esa unción que es necesaria porque no podemos olvidar que la imagen debe servirte para entrar en contacto con el de arriba.
–¿Crees que el Arte y la Cultura tienen apoyo suficiente hoy en día en la ciudad?
–Hombre, en el mundo de la Semana Santa sí. Fuera de ella, depende… Por supuesto, mucha gente no ve la imaginería como un arte de escultura, sino como algo más artesanal. Hay gente que me recomienda hacer otras cosas, pero es que a mí lo que me gusta es esto.
–¿Hay que reclamar entonces este arte?
–Ten en cuenta que esta ciudad no es cofrade, es semanasantera. Entonces no es lo mismo. Recuerdo el día que uno me dijo: es que tú no puedes compararte porque tú no eres sevillano. A mí me parece perfecto que todo el mundo conozca a los autores de Carnaval, a los que hacen los tipos y demás; pero mucha gente no sabe que hay un Antonio Martín tallista, o no conocen a Buiza, a Alonso Martínez, ni siquiera a los antiguos de nosotros de aquí.
–Dígame alguna escultura, religiosa o no, que le hubiera gustado firmar.
–La Buena Muerte de Cádiz. Esa es la maravilla más grande que hay. Hombre, y por devoción la Macarena. No porque me vuelva loco la imagen en sí, sino porque tiene tantísima devoción que a mí me encantaría que una imagen mía cogiera esa devoción. Pero Buena Muerte es lo máximo.
–¿Y de las que usted ha realizado, con cuál se queda?
–Yo no escojo ninguna. Todas son mías, y todas están hechas con el mismo cariño. Algunas presentaron más problemas en el trabajo que otras, pero no me quedo con ninguna en particular.
–¿Cómo lleva el salir a la calle a ver procesiones y encontrarse con las imágenes que ha hecho?
–Me da cosilla. Y muchas veces no me parecen ni mías. También paso vergüenza cuando escucho comentarios de la gente cuando está pasando y estoy yo delante. Lo llevo muy mal realmente, pero depende de cómo me coja el día. Me hace ilusión verlas, pero no me parecen mías. Es una sensación muy extraña.
–¿Cómo recibió el premio Gota a Gota de Pasión de la Fundación Cajasol?
–Me ha venido muy bien, la verdad. Llega en un momento en el que estaba con muchas dudas, planteándome muchas cosas. Ha sido una inyección de positivismo. Me ha parecido algo increíble. Nunca he trabajado para buscar un premio o un reconocimiento, pero a nadie le amarga un dulce, así que estoy muy contento. Ha llegado en el momento idóneo.
–¿Qué le debe González Rey a las cofradías de Cádiz, o las cofradías de Cádiz a González Rey?
–Yo les debo haberme sentido muy arropado por muchos y querido por muchas cofradías. Ellas a mí no me deben nada, a mí me han pedido favores y los he hecho siempre que he podido, y cuando no he podido pues nada. Pero no me deben nada. Muchas veces, ya sabemos cómo se trabaja con Cádiz, no es tanto lo que parece que cuesta el trabajo. Pero estoy muy orgulloso de que hayan contado conmigo y de que me hayan llamado muchísimas veces, y agradecido de que confiaran en mí.
Sí hay una hermandad a la que tengo que agradecer mucho, porque yo era muy joven y sin embargo me dieron a la titular para restaurarla. Hubo sus más y sus menos con aquello, pero yo creo que la Virgen ahora es de las más bonitas que hay en Cádiz. Lo que supone un simple cambio de la policromía…
–González Rey pertenece a una generación de artistas y cofrades que han aportado mucho a las cofradías y a la Semana Santa de Cádiz. ¿Cree que eso está valorado o reconocido?
–Yo no sé si es valorado, pero sí hay que tener en cuenta que ha habido mucha gente que se ha partido la cara por su hermandad, muchos de ellos siguen en activo todavía. Yo creo que todos nosotros aprendimos de todos de esa generación. Yo cuando los conocí estaban hartos de ir a Sevilla, a Córdoba, conocían muchas cosas de muchos sitios… y yo no había visto nada. La verdad es que se han matado por Cádiz, y gracias a ese grupo la Semana Santa subió de nivel; empezaron a cuidarse más las flores, las vestimentas…
–Hablando de la Semana Santa de Cádiz. ¿Cómo diría que es, a nivel artístico?
–Te puedo decir: Buena Muerte no tiene comparación con ningún Cristo, y mira que me gusta el Buena Muerte de Sevilla y el Amor y demás. El de Humildad y Paciencia yo no he visto ningún Cristo con esa iconografía más bonito. El misterio de Afligidos es alucinante. Tenemos una imaginería antigua buenísima. Angustias, Ecce-Homo, Piedad… De las contemporáneas, entre otras cosas tenemos la mejor Virgen de Buiza que es la Trinidad, tenemos el Descendimiento que es una maravilla que hizo Buiza; tenemos las dos Vírgenes de Sebastián (Santos Rojas) que son guapísimas, Soledad y Amargura; de Duarte tenemos una preciosidad que es la Caridad y el Cristo. Tenemos una imaginería que es muy buena. Es más, el Cristo del Despojado es una maravilla; a mí me gusta mucho Romero Zafra trabajando, pero una cara como la del Despojado de Cádiz no la hay. Es decir, que tenemos una imaginería muy buena, pero no nos damos cuenta de lo que tenemos.
–¿Por qué se explica que en Cádiz apenas haya artistas vinculados al mundo de las cofradías?
–Es una ciudad muy pequeña, estamos en la puerta de Europa, o en el final de Europa. Llegar hasta Cádiz no es lo mismo que ir a Toledo, aquí hay que venir expresamente. En Cádiz han surgido talleres de dorado, tallistas… pero es muy difícil, entre otras cosas porque hay que vivir todo el año. Aguantar todos los años es difícil. Mantener esos talleres en Cádiz es complicado. El bordado se salva porque muchos han trabajado para sus hermandades. Y también los precios nuestros tienen que ser más baratos porque no podemos compararnos con los de fuera, porque tenemos que comer todo el año. Esto es también cuestión de suerte, y yo tuve la suerte de aparecer en un momento en el que no había nadie. Y también está el hándicap de que nosotros somos más semanasanteros que cofrades, y eso influye también. Todo lo relacionado con el mundo artístico es muy peligroso, porque al final hay que comer todos los días.
–¿Qué le queda por hacer?
–Me gustaría hacer una Piedad; creo que es de los pasajes más bonitos que hay, aunque no sea evangélico. Y de Cristos me gustaría hacer una Oración en el Huerto, que me parece el momento en el que se representa al Cristo más humano, con miedo; y un Descendimiento. Pero no un Cristo del Descendimiento, sino el misterio completo. Eso sí, me gustaría hacerlo a mi estilo, sin que nadie me pusiera cortapisas sobre cómo tienen que ser las figuras. Aunque lo que venga será bienvenido, por supuesto.
–Y al margen de la imaginería religiosa, ¿qué otras facetas de González Rey se conocen menos?
–Cuando tengo tiempo me encanta pintar y dibujar, casi todo cosas de esas. Me gusta mucho diseñar vestuario de teatro, que lo hago para mí y lo guardo. Me encanta transformar las cosas más estrambóticas que te encuentres. Pero sobre todo pintar y dibujar, lo que yo quiera, no que nadie me diga. También modelo gente con retratos. A mí me gusta muchísimo mi profesión de imaginero, pero yo me siento más escultor. El otro día, por ejemplo, pensaba modelar un mascarón de un barco. Siempre tengo que estar haciendo cosas, no llevo bien eso de estar parado sin hacer nada.
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