"He hecho de todo. De profesión soy superviviente"
Entrevista. La vida de Ramón Velázquez siempre ha estado plagada de proyectos, aventuras y compromisos repartidos en muy diferentes frentes, desde el deporte a la música o las cofradías
RAMÓN Velázquez tiene varios cuarteles generales. Uno de ellos es el Terraza, desde donde le gusta controlar la ciudad, tomar el pulso de la ciudadanía, saludar a amigos como Luis Machuca y darse un buen "tratamiento de choque", como él lo llama. Allí nos cita para conversar sobre lo humano y lo divino, sobre las cofradías, el voleibol, Astilleros, la danza, la música, la carga, su familia... Una vida difícil de resumir en una conversación y en una entrevista.
-¿Qué fue lo primero?
-Lo primero fueron mis tiempos de músico con Julita y sus muchachos, Los Royneg y luego Los Tekas. Me llevé diez o doce años tocando en el Cortijo de los Rosales y en todo lo que nos salía. Y al mismo tiempo, era del grupo de danza que tenía mi hermana, porque ensayaban en mi casa y porque vi que viabajan por todo el mundo. Y gracias al baile vi mundo: Chipre, Túnez, Grecia, Italia, Luxemburgo, México, Sudáfrica, Zaragoza, Santander...
-¿A eso se dedicaba antes?
-No. En esos tiempos simultaneaba el baile y la música con mi trabajo en Astilleros. Salía a las tres de la tarde de Astilleros y a las siete de la tarde ya estaba en la feria de Bornos, por ejemplo. Y llegaba a casa a las cinco de la mañana, me duchaba y otra vez para Astilleros. Y así un día, y otro, y un mes, y un año.
-¿Cómo eran esos tiempos en la factoría?
-Allí se vivieron tiempos buenos desde el 63 que entré yo hasta el 72. A partir de ese año empezó a caer y ya estábamos más pendientes a la lista de los que se iban que a la faena. Y esa es la misma situación que se vive en la actualidad.
-Y en una de esas listas apareció su nombre.
-No me sorprendió. Yo tenía todas las cartas para que me fuera a la calle. Me tenía que tocar por narices.
-Es en ese momento cuándo decide cambiar de profesión. ¿A qué se dedica desde entonces?
-Yo siempre he dicho que de profesión soy superviviente. He hecho de todo. Mira, el día que murió Raúl Calvo estaba yo en las oficinas del pabellón Portillo. Me llamaron para que lleváramos al padre a Madrid, porque Raúl estaba ingresado en el hospital de La Paz. Cuando llegamos ya había fallecido, y dejamos allí al padre y nos volvimos para preparar el entierro en Cádiz, que fue en el pabellón. El padre no sabía cómo agradecerme el gesto de aquel día, y a través de un amigo suyo me llevé cerca de dos años llevando piedras a Canarias. Así que ya te digo: de profesión, superviviente.
-¿Entonces su salida de Astilleros marca un antes y un después en tu vida?
-Yo siempre estaba haciendo cosas para Cádiz. Siempre estaba metido en actos, en follones. Cuando me fui de Astilleros, vendí mi casa y con ese dinero y el de Astilleros creé una empresa de servicios. Lo que hice fue empezar a cobrar por lo que siempre había hecho por amor al arte. Fue la primera empresa de servicios que se montó en Andalucía. Empecé a trabajar para ayuntamientos, diputaciones, para la Junta; para todos aquellos con los que nadie quería trabajar. Organicé grandes eventos deportivos, ferias del libro... De todo.
-¿Cuál es la verdadera pasión de Ramón Velázquez?
-La Semana Santa, sin duda. Me enganchó desde nacimiento, quizás porque vine al mundo en la plaza de San Antonio y por entonces pasaban por allí todas las cofradías. La Semana Santa es la única que me frena. Todo el mundo sabe que a mí nada más que hay que tocarme las palmas para que me ponga a bailar, pero la Semana Santa siempre me ha frenado. En la orquesta tenían claro que yo no iba a tocar a ningún lado en Semana Santa. Y en Astilleros tres cuartos de lo mismo.
-¿Y qué le ha dado la Semana Santa?
-Me ha dado muchísimas satisfacciones y el orgullo de llevar grandes pasos; pero sobre todo el hecho de llegar a conocer a través de gente como Pepe Valero, Juan Zamanillo, Ramón de la Campa, Juan Carlos Romero y otros que las cofradías eran cosa de los 365 días del año. El mundo del que yo venía era otro; era el de reunirnos una semana antes de Semana Santa en los Pabellones con Pepe Carreira y Pedro Ramos para repartir la faena. Y gracias a conocer ese otro mundo, cada vez he estado más implicado, empiezo a conocer más de cerca las cofradías y a ver procesiones por todos sitios.
-Cambió entonces los viajes por todo el mundo con la danza por el turismo cofradiero.
-Totalmente. En un verano he llegado a ver 169 procesiones de Gloria. Del 1 de mayo que sale la Consolación de Utrera hasta la Oliva de Salteras en febrero vi todas esas procesiones por toda Andalucía. Y siempre acompañado de gente que sabe mucho de esto, Valero, Zamanillo, Luis González Rey y otros muchos que me enseñaban cada vez que veíamos una procesión.
-¿Y el mundo de la carga?
-Desde que el 13 de noviembre de 1979 me dieron el martillo de Afligidos, porque un compañero de trabajo era entonces mayordomo de la cofradía, me propuse dignificar la carga y crear un ambiente de compostura, educación y todo lo que yo no había vivido debajo de los pasos. Así llegué a tener en 1984 o 1985 en nómina a 327 cargadores. Entonces sacábamos el Cristo y la Virgen de Columna, Afligidos, Victoria, Expiración y el Resucitado. Y cuando en 1988 me llaman para darme el paso de la Virgen de las Penas, aprendí que no tenía por qué esperar a la Cuaresma para trabajar con la cuadrilla, que podía hacerlo durante todo el año.
-¿Y la polémica cuándo llega?
-Realmente en 1978 o 79, donde llegamos a las reuniones que tenían entonces los capataces con el Consejo para decidir los jornales y algunos decíamos ya que meterse debajo de un paso no tenía precio y que para el cargador tenía que ser un privilegio. Allí estábamos capataces como Ramón Rodríguez, Paco Coto, Antonio Prius, Juan Lobato... Se empezó a cambiar la concepción del mundo de debajo de los pasos. Pero que conste que yo no he cambiado nada de la carga, lo que he hecho es adaptar la carga a los tiempos.
-¿Y se ha conseguido?
-Hoy en día debajo de los pasos van personas que entienden de todo lo relacionado con las cofradías. El único error que veo actualmente es que convierten rápido el colectivo de cargadores en pesetas. Y se equivocan. Tú vienes a la carga por afición, por afinidad; y una vez dentro, por las vivencias que tengas o por lo que el capataz o la cofradía te enseñe, tú decides hacerte hermano.
-Volviendo a la polémica, parece que se ha movido usted cómodo entre la expectación y el morbo que originaba y sigue originando su nombre en el mundo de la carga...
-Es lo que me ha tocado. Pero tengo que decirte que nunca he hecho nada que no me haya demandado la hermandad. Yo estudiaba cada hermandad que sacaba y proponía lo que creía que le venía mejor para que cuando tú la vieras pasar te dijera algo, te tirara un pellizco. Le he dedicado mucho tiempo a cada hermandad que he sacado, y nunca me ha gustado que un paso mío pase sin pena ni gloria.
-En 2001 hubo un 'amago' de retirada del mundo del martillo.
-En aquella época estábamos trabajando muy bien en el tema de la tertulia (Al Palo) y estábamos colaborando mucho con Gerasa. Y fue un momento de mucha dureza en la calle, mucha tensión en la sociedad, no solo por el tema de la carga sino a todos los niveles. Entonces yo me veía muy a gusto en los conciertos y en la tertulia, y entendí que no tenía por qué seguir en un terreno donde aguantaba la crítica contínua por desconocimiento de causa; porque el que me grita en la calle es porque no conoce a Ramón, no conoce el trabajo de todo un año que hay detrás, ni conoce el mundo de la carga. Presenté la dimisión del Carmen, de Sentencia y de La Palma, que es lo que sacábamos en aquella época. Y La Palma es la que me hace pensarme el asunto y frenar. Me insistieron mucho. Francis Lucero fue el que me animó a seguir de nuevo. Y ya después vinieron otros cuantos pasos. Hasta hoy.
-Esas críticas también han alcanzado el Carnaval, donde también le han dado lo suyo...
-Mucho. Todos los años caía algo. Pero el trienio 97-98-99 fue muy duro; mortal. Hubo hasta un cuarteto que me sacaban en lo alto de un paso, que yo no sé qué harían conmigo cuando terminó aquel Carnaval. En esa época era rara la agrupación que no me dedicaba algo, directa o indirectamente. Y en los juanillos también. Tengo seis o siete mil recortes de prensa de aquellos tiempos.
-A pesar de eso no parece un hombre rencoroso. Lo digo porque cuenta entre sus amigos a personajes que le han dado mucha 'caña' en su momento. Se me ocurren por ejemplo los nombres de Pérez Sauci, con aquel recordado "Ay Ramón Velázquez" de su pregón de Semana Santa, o de El Libi con las letras que te dedicó en sus agrupaciones.
-Al Pérez le di tiempo al tiempo. Yo sabía que lo que yo estaba haciendo estaba bien. Pero me dolía que sacaran hasta 57 cartas al director tirandopor tierra todo. Una me acuerdo que hasta decía que mi cuadrilla iba uniformada "al más genuino estilo sevillano". Al final, y gracias a la mediación de Antonio Lucero y a la grandeza de Pérez Sauci, nos sentamos y se arregló todo. Y digo grandeza porque no tuvo reparos en reconocer públicamente, el día que ingresé en el Ateneo, que se equivocó conmigo. Luego fue íntimo amigo mío. Era un monstruo de la máquina. Y al Libi me lo gané en un debate en la tertulia de Doña Frasquita. Me había puesto como los trapos en un cuarteto y luego me sacó un pasodoble en Las ruinas romanas; y aquel día en la tertulia que estaba en la calle Santiago le regalé un kit de cargador y le demostré que lo que estábamos haciendo era por el bien de la Semana Santa y de las hermandades. Yo es que creo que el 80% de los que ven Semana Santa desconocen cuál es el día a día en una hermandad. Si lo supieran, otro gallo cantaría.
-Cambiemos de tercio. El voleibol es otra de las ocupaciones de Ramón Velázquez.
-Eso es de los tiempos de Astilleros. Yo era delegado de los equipos de baloncesto de Carlos Duque y Emilio Aragón. Y estando ahí llegó un equipo de voleibol que quería que el grupo empresa lo subvencionara. Y me pusieron a mí de delegado. Eso fue en 1969. Después me nombraron presidente de la Federación Gaditana de Voleibol. Y de ahí a la andaluza. Y ya llevo 45 años como presidente, treinta de la andaluza y quince de la gaditana.
-¿Y ha jugado alguna vez?
-¡En mi vida!
-Tantas ocupaciones y sin vivir en Cádiz...
-Exacto. Vivo en las Canteras de Puerto Real, y aquello fue otra odisea. Eso lo tenemos como las Malvinas. Me acuerdo del día que me llama un maestro escuela de allí de las Canteras a la hora de comer y me dice: "¿Usted es Ramón Velázquez? Pues véngase corriendo para acá". Yo le hice caso y cuando iba llegando empecé a ver a los Bomberos, a la Guardia Civil... El que me llamó me dio las llaves de mi casa, de la de mi hija y de la de un amigo, porque el propietario había desaparecido y allí estaban el de los suministros que quería llevárselos, el de las puertas que también se las quería llevar... Eso fue un 30 de enero.
-¿Le ha faltado algo por hacer?
-Realmente no echo en falta nada. Para mí todo es ilusión, todo es un reto en mi vida. Así me propongo las cosas y eso hace que me implique en todo al máximo. La clave es que he dormido muy poco, desde que me acostumbré a eso en los tiempos de la orquesta. Yo venía para búho.
-Supongo que también será clave su mujer en todo esto.
-Ha sido fundamental. Sin Mari Ángeles no hubiera podido hacer todo lo que he hecho. Ella es pieza fundamental, no me da tiempo a decir "voy" y ya está ella vestida a mi lado diciéndome "a dónde". Siempre está metida conmigo en todos los fregados. He hecho tantas cosas porque la tengo a ella; y también al equipo humano que me rodea, que es muy importante. Yo no sé hacer nada sin tener al lado a Lourdes, al Viruta, a Quiñones, a Camachito... Sin ellos me pierdo. Ellos son los que me acompañan; y los que me aguantan, que también hay que tener valor. Son mis pilares desde hace cuarenta años.
-¿Cuándo llegará el final para Ramón Velázquez?
-Yo siempre digo que mientras vea las dos perillas delanteras del paso de palio y no me fallen las piernas, seguiré sacando la Virgen de las Penas. Y me pasa igual con el resto del trabajo que hago, creo que cuando deje de hacer todas las cosas que hago hoy en día empezarán a venirme los problemas y los males. Así que mientras pueda moverme, siempre habrá algo que hacer...
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