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Los héroes del comercio

El número de locales que superan los cien años en Cádiz no llegan ni al medio centenar Escasa incidencia de la Ley Boyer en los establecimientos gaditanos

Carlos Hidalgo, la cuarta generación al frente de Las Nieves, un ejemplo del sello cántabro en el comercio gaditano. Al fondo, una foto de su bisabuelo tras la barra.
José Antonio Hidalgo Cádiz

26 de diciembre 2014 - 01:00

La Ley Boyer, que a partir del 1 de enero de 2015 da vía libre a la actualización de los alquileres de renta antigua del comercio, ha puesto en evidencia la precariedad con la que venían subsistiendo muchas tiendas tradicionales en toda España. Se calcula que son unos 200.000 locales los afectados. A pocos días de concluir el año, y que los propietarios puedan incrementar el coste de los alquileres a su gusto, ya muchos de estos comerciantes han tenido que echar el cierre por cuanto el precio impuesto les resulta imposible de asumir. Son comerciantes con muchos años a su espalda, con tiendas referentes en sus ciudades.

Cádiz capital, sin embargo, apenas se ha visto afectada por esta Ley. Lo que podría ser una buena noticia, que lo es, se ve empañada por los motivos que la producen: el masivo cierre de los comercios tradicionales que se ha venido produciendo en la ciudad en las dos últimas décadas, tanto por la jubilación de sus propietarios como por las ofertas recibidas por estos por parte de cadenas y franquicias, ingresando más por el alquiler de sus antiguos locales que por las ganancias que éstos daban. De esta forma se cuentan con los dedos de las manos los afectados por la Ley Boyer. Álvarez o Barreda, establecimientos con décadas de historia, sí han sucumbido a los efectos perversos de esta norma, aunque ésta dio un plazo de 20 años para normalizar la relación económica entre inquilino y propietario. Ni el Ayuntamiento ni la Cámara de Comercio han recibido peticiones de ayuda por comerciantes afectados por esta legislación.

Lo cierto es que en estos últimos años Cádiz ha visto como se han ido cerrando nombres clásicos de su comercio. Basta con dar un vistazo a la Guía de Cádiz que Serafín Pro publicaba a principios del siglo XX, y que incluía el listado de todas las actividades económicas que había en la ciudad, para comprobar que apenas siguen abiertos un reducido número de ellos. Durán, La Marina o el Bazar Europa han sido los últimos locales centenarios en clausurar su actividad.

Resulta curioso que este fenómeno se produzca en una ciudad que, históricamente, se ha volcado en la actividad comercial y que ahora pretende sustentar una parte de su recuperación sobre este sector y, especialmente, sobre un comercio tradicional que lo diferencie de la oferta de franquicias que hoy monopoliza los centros comerciales de todas las capitales del país.

El comercio de Cádiz llegó a la actual crisis en un momento crucial para su asentamiento y en pleno proceso de recuperación tras los largos años de decadencia industrial de la Bahía, sector que daba empleo a miles de personas y, por ello, estabilidad económica que se trasladaba al conjunto de la ciudad. Este colapso industrial coincidió, también, con un cambio generacional en una parte de las empresas y con un cambio en la forma de compra, con la llegada de las grandes superficies comerciales.

Todo unido se convirtió en la tormenta perfecta en contra del comercio tradicional de Cádiz: la historia ya es conocida porque todos la hemos vivido en estos años. Los veteranos echaban el cierre de sus negocios porque sus herederos no estaban dispuestos a seguir detrás del mostrador; otros, hacían cuentas y comprobaban que ganaban más con lo que ingresaban alquilando los locales que con las ventas de cada día. Todo ello supuso el final de nombres históricos que llenaban de calidad calles como Ancha, Columela y San Francisco, y convertían a Cádiz en un referente del comercio en todo el sur.

Esta debacle de nombres ha dejado un panorama que debería de preocupar a una ciudad cuyos tres mil años de vida han estado estrechamente unidos al mundo del comercio.

Cada vez es más difícil encontrar comercios centenarios. Por no existir no existe un censo de estos establecimientos ni en el Ayuntamiento ni en la Cámara de Comercio. En todo caso, un sondeo realizado por este periódico deja en menos de medio centenar el número de empresas que han superado los cien años de existencia, entre locales abiertos al público (farmacias, ultramarinos, confiterías, panaderías, bares...) a firmas como este mismo Diario de Cádiz, con 147 años de vida, o sociedades relacionadas con los negocios marítimos, como Bernardino Abad, que este fin de semana celebra sus primeros 125 años de existencia.

Destaca la farmacia de Matute, ubicada en la plaza de San Juan de Dios, ha superado los 200 años de existencia, pues se fundó en 1810, según los documentos de los que disponen. Es, presumiblemente, el comercio más antiguo de Cádiz y el único que fue testigo de los años de la Constitución de 1812.

La buena salud de los establecimientos farmacéuticos es tal que muchos son ya centenarios. La farmacia del Mentidero se puso en marcha en 1836; la de Cánovas del Castillo estaba en funcionamiento por lo menos en 1895 y la de Santo Domingo hace un siglo ya aparecía en las guías de Serafín Pro. Y así, buena parte de las que funcionan en el casco antiguo.

Por contra, han ido cayendo por el camino los ultramarinos, establecimientos emblemáticos y controlados durante décadas, y siglos, por cántabros y gallegos a los que dieron continuidad sus hijos y nietos, ya gaditanos de nacimiento. Ejemplo de ellos es Las Nieves, reconvertido en un café-restaurante y fundado por Gabino Hidalgo en 1891. Él mismo se hizo con el ultramarino ubicado en la plaza de la Catedral en 1914, aunque fue su sobrino, José Hidalgo, puro chicuco, quien se hizo cargo del mismo hasta que la segunda generación lo transformó en la que sin duda es la confitería con más fama de la ciudad. A pocos metros, frente al Arco del Pópulo y llevando el mismo nombre del barrio, aún se mantiene abierta la pastelería más antigua de la ciudad, inaugurada en 1889. Por el camino cayeron nombres históricos como Viena o Royalty, que hoy da título a un café recientemente abierto en la plaza de Candelaria. Hace apenas unos días cerró La Pasiega, de la que las primeras referencias se alejan al año 1877, siendo el establecimiento más antiguo de extramuros.

En el sector de la hostelería aún se mantiene abierto, y con excelente salud, el bar Las Palomas, con al menos un siglo de existencia, así como Los Pabellones, que abrió hace 125 años aunque ahora permanece cerrado por las obras que se ejecutan en la finca donde se ubica. Y junto a ellos la panadería La Gloria, en cuyos archivos hay referencias del local en 1857 , o Riancho, que también ha superado el siglo de vida.

La diversidad de la oferta comercial de Cádiz ha permitido la supervivencia de Casa Serafín, la cuchillería de Compañía en funcionamiento desde 1872; la Óptica Iglesias, desde 1902; el Hotel de Francia y París, también de 1902; Segundo y Rosita, desde 1905, o la empresa Bernardino Abad, que cumple 125 con espléndida salud, entre otros.

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