"Mi hijo de 14 años es árbitro. Hay padres y madres de jugadores que lo insultan y le recriminan en cada partido"
La madre del joven árbitro denuncia la violencia verbal que soporta su hijo cada fin de semana en el fútbol base de Cádiz
"Él no tiene una afición que le anime si se confunde"
El Cádiz CF participa en la exposición contra la violencia y odio en los partidos de fútbol
El hijo de Déborah se hizo árbitro de fútbol sala en Cádiz con apenas 13 años de edad. Ahora, recién cumplido los 14, ya ha estado al frente de un partido en solitario. En una liga, la de los alevines, donde no hay otroa dos árbitros de apoyo, uno en el campo y otro en mesa, ayudando a controlar todo el partido, como sí ocurre en otras categorías. Solo ante una decena de niños de su edad. Y solo ante los entrenadores. Y ante padres y madres que solo quieren ver ganar a sus hijos.
El pequeño hijo de Déborah se topó hace apenas unos días con la realidad de estos progenitores que, transformados en auténticas fieras, son incapacez de aumir que el fútbol no es más que un juego, y que la competitividad es mejor dejarla para otros momentos de la vida.
Arbitraba, solo, en un partido celebrado en el pabellón del Río San Pedro, en Puerto Real. Unas decisiones suyas, en contra de los intereses de uno de los equipos, activó el modo odio por parte de los aficionados del club. Padres y madres de niños de la edad del árbrito.
Un enfado por las decisiones arbitrales que acabó en insultos, a cada minuto más duros, y gritos desaforados contra el pequeño. Éste, bien armado en cuanto la educación recibida por su familia, aguantó estoico. Y ya está dispuesto a ponerse el traje de arbrito para otro partido.
“Cuando vez un partido aprecias a las aficiones animando a sus equipo y jugadores, apoyándolos cuando cometen errores e intentando levantarles la moral su la cosa va mal. Para mi hijo eso no existe, no tiene una afición que lo anime si se confunde, al contrario, lo incriminan e incluso insultan, y tampoco nadie lo refuerza cuando lo hace bien”.
Quien así habla, en conversación con este diario, es Déborah, su madre, que ha sido entrenadora y jugadora y sabe perfectamente de la tensión del juego cuando se salta a la cancha.
Ella misma sufrió los gritos de los padres y madres durante este partido porque estos aumentaron de potencia cuando estas madres y padres que estaban en pleno insulto descubrieron que ella estaba entre en público. Para nada se recataron. Ella, vecina de Puerto de Real de estos energúmenos.
“ Me sentí muy impotente. No paraban de insultar al árbitro, a mi hijo. Mis valores humanos y deportivos no me permiten entrar en conflicto con otros padres, madres y familiares, a los que ves animando a sus hijos cuando aciertan o fallan. Me genera un sentimiento difícil de gestionar y complicado de asimilar, pero el deporte siempre me ha enseñado a superarme y ahora no va a ser menos. Disfruto viendo a mi hijo haciendo lo que le gusta, luchando por mejorar para llegar a ser un gran árbitro”.
Orgullosa de la madurez de su hijo
Lo cierto es que Déborah salió indignada del partido, pero orgullosa aún más de su hijo. “Lidiar con entrenadores, jugadores, aficionados y demás requiere de grandes cualidades y tener una personalidad adecuada. Desde casa lo animamos, lo apoyamos, intentamos ser su mejor afición”.
Tiene claro que “lo que nos hace buenos son los errores que cometemos. Mi hijo de 14 años está aprendiendo. Seguro que ha encontrado su sitio porque está súper motivado. Está madurando”.
“Alabo y valoro su decisión ya que es tremendamente difícil ser árbitro, y más siendo joven y sin experiencia. Pero él ha encontrado su sitio y cada día aumenta su ilusión y motivación. Aún es un niño, y como todo chaval en etapa de formación, tiene derecho a aprender y a confundirse, aunque la realidad aparentemente es otra”.
No es la primera vez que insultan al joven árbitro, pero nunca con la dureza e intensidad del último partido. Él, cuenta su madre, “lo escuchó todo, pero no salió mal del pabellón. Él nunca se pone a la altura de los energúmenos”.
Lamentablemente el equipo cuya afición se cebó con el pequeño no tuvo la dignidad de disculparse con él ni con su madre. Ella sí reconoce a este diario que “me quedé con las ganas de preguntar a estos padres y madres qué pensarían si fueran sus hijos los objetos de los insultos”.
Frente a decadencia humana de estas personas, el hijo de Déborah, de apenas 14 años, volverá a pitar otro partido, a seguir acumulando experiencia por es, hoy, su pasión.
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