La curiosa historia del gaditano que fundó Los Ángeles y Santa Bárbara, California
Historia
Un secreto y dos huidas llevan a José Fernando de Velasco y Lara a convertirse en uno de los primeros pobladores de las ciudades americanas
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José Fernando de Velasco y Lara nació en Cádiz en 1731 y 50 años más tarde se convertiría en uno de los fundadores de las ciudades de Los Ángeles y de Santa Bárbara, California. Su historia personal y sentimental marcaron profundamente el devenir de estos acontecimientos que casi de forma fortuita lo llevaron a convertirse en un personaje histórico hasta ahora desconocido en Cádiz, el único gaditano y español de la península que participó en sendas hazañas que acaban de salir a la luz al hilo de una apasionante investigación.
El historiador Salvador Santos y Manuel Sánchez han tirado del hilo desde archivos, bibliografía, universidades y asociaciones culturales americanas una vez que se toparon con el nombre de este español nacido en Cádiz entre los primeros pobladores. Y cuál fue su sorpresa al descubrir el motivo por el que este gaditano cuenta hoy con su placa en la placita Olvera de Los Ángeles, en la que aparece la silueta de su familia y varios párrafos que resumen en español y en inglés la historia de su vida y la de su mujer.
Con apenas 19 años se marcha junto a su hermano al noroeste de México, donde trabajó para el gobierno español como auditor y vigilante, haciendo informes sobre las actividades de los Reales Presidios. Vivió en varios pueblos, en San José de Buenavista y en Nayarit, "donde su hermano, también gaditano, ejercía como sacerdote jesuita", arranca a contarnos Salvador Santos de esta aventura que el gaditano emprende "en busca de fortuna, aunque es raro, porque Cádiz vivía entonces su máximo esplendor".
De Velasco y Lara se casó con su primera mujer en 1751, "Antonia Bravo, a la que venía poco, pues se pasaba el tiempo viajando en sus misiones, que duraban meses, e incluso años". Y con la que parecía no llevarse bien, apunta. En 1771 llegó a sus oídos que su mujer se había ido con su hermano Casimiro Bravo a San Luis de Potosí y en 1773 le informaron de que su esposa había fallecido.
Ese mismo año, cuando tenía 42 años, "comenzó una relación con una india ladina, María Antonia Campos, de 15 años de edad y natural de Sinaloa, una chica de salud delicada que se convierte en una de las grandes protagonistas de esta historia", puntualiza Santos, que hace unos días expuso esta hazaña en su programa Zona Historia. El gaditano seduce a María Antonia y "le promete que se casarían si se queda embarazada". Lo que no le contó es que se marcharía de viaje, así que en cuanto la madre de María Antonia se enteró del estado de su hija y de que Velasco se marchaba "reunió a su familia para seguir sus pasos hasta que lo encontró y lo amenazó con decirle al párroco lo que ocurría si no se casaba, un hecho que entonces tenía pena de muerte por abandono", añade el investigador.
La gran sorpresa: no era viudo y empieza la huida
Fue en mayo de 1774 cuando contrajeron matrimonio, tras lo que nació su hija. Pero cuál fue la sorpresa cuando al año siguiente le dijeron que "su primera esposa seguía viva y seguía viviendo con su hermano, por lo que se le venía un gran problema, el castigo por bigamia era también la muerte".
Ante esta información decidió callar durante cinco años, en los que nacieron un niño y otra niña, de modo que ya tenían tres hijos.
Pero el secreto que tan celosamente guardaba podía salir a la luz, pues su cuñado andaba buscándolo, le informaron. Este fue el detonante por el que José Fernando Velasco se convirtió en fundador de Los Ángeles, pues en aquellos momentos el capitán Rivera y Moncada andaban reclutando a un grupo para establecerse en un pueblo de la alta California "que se llamaría Nuestra Señora La Reina de Los Ángeles de la Porciúncula, ante lo que vio la oportunidad de escapar".
Se alistó como Josef Fernando Lara junto a su mujer e hijos y allá que se embarcaron en esta dura expedición por la península de la que formaban parte inicialmente 16 familias, "sobre todo de agricultores", pero de las que once llegaron al destino final el 22 de julio de 1781, entre ellas la del gaditano Lara, como se hacía llamar. Por el interior también marcharía otra expedición que lo pasó aún peor en la ruta de la que formaron parte varios soldados con mil cabezas de ganado.
"Los indios del lugar eran amistosos, tenían una ranchería y empiezan a bautizarlos, incluso fue padrino de varios bautizos". Pero la vida de agricultor no era la que soñaba, pese "a que le dieron tierras, ganado y paga". Lara quería irse "y querían echarlo también, pues el informe del gobernador no lo citaba como útil", de modo que finalmente se fue junto a otros dos primeros pobladores.
Santa Bárbara y el fin de su secreto
Ante la sospecha de que pronto lo encontrarían, se alistó para colonizar Santa Bárbara, llevando consigo a toda su familia y formando parte de la nueva expedición, organizada por el teniente Ortega y llegando al destino el 21 de abril de 1782, coronándose también como uno de sus primeros pobladores.
Pero la huida no daría sus frutos y "poco después se presentaron cargos contra él al saberse que su primera mujer vivía".
Entonces explicó todo en una carta a Fray Junípero, presidente franciscano de las misiones de California y meses después fue llamado ante la Santa Inquisición, que decidió anular el segundo matrimonio, desterrarlo a él a Sinaloa, y ella, que fue declarada inocente, se quedaría sola en Santa Bárbara con sus tres hijos y el que venía ya en camino.
Finalmente María Antonia se casó de nuevo en 1784 con Luis Gonzaga, un soldado con quien tuvo una niña y luego mellizos, aunque murió tras la complicación del parto a los 32 años. Fue enterrada en el altar mayor de la capilla del Real Presidio de Santa Bárbara, y su nombre también aparece junto al del gaditano en la placa de la calle Olvera, en Los Ángeles. Él también moriría en 1783 tras su destierro, sin saber que su hazaña daría nombre a dos importantes ciudades de América.
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