La hora de la despedida

El Paseante

La edad de jubilación y el vencimiento del contrato del local llevan a Antonio Them Rodríguez de Biedma a aceptar una oferta y cerrar la Relojería Alemana que abrió su familia hace ahora 153 años

Tony Them lleva desde los 16 años trabajando en la joyería que en 1964 trasladara su padre a la calle Columela.

15 de julio 2011 - 01:00

T ony Them, actual propietario de la Relojería Alemana, posiblemente el comercio más antiguo de la provincia, que abriera su familia hace 153 años, confiesa que no sabe qué hará el primer día que no tenga que acudir al establecimiento en el que trabaja desde que cumplió 16 años y que cierra el lunes al coincidir su edad de jubilación con el vencimiento del contrato de alquiler del local y una atractiva oferta de una multinacional de cosmética.

Antonio Them Rodríguez de Biedma, que hasta el martes está procediendo a liquidar todas las existencias del negocio, recuerda que fue su padre, fallecido en 1994, el que en 1964 alquiló el actual local de la calle Columela, ya que el primitivo, ubicado en los bajos de la Casa de los Cinco Gremios, en la calle Ancha, hoy sede del Rectorado, tuvo que dejarlo al instalarse en el edificio la Jefatura Provincial del Movimiento.

También alude a que sus hijos, la mayor licenciada en Derecho y el menor cursando dicha carrera, tampoco han optado por el negocio familiar, que reconoce que es muy exigente si se quiere vivir del mismo, un esfuerzo que dice que nadie reconoce a los autónomos, a los que ni siquiera el Ministerio de Trabajo les manda una felicitación cuando les llega la edad de jubilación.

Al respecto destaca que el Ayuntamiento le entregó en 2010 la medalla del Trimilenario y también posee una placa de la Cámara de Comercio, por ser uno de los establecimientos más antiguos de la provincia.

Reconoce que los relojes son también su afición y asegura que va a seguir poniendo a punto aquellos que lleguen a sus manos que sean auténticas piezas de museo y por tanto más delicados, y cita los que antaño les traían a su padre desde Inglaterra las familias de los bodegueros para que los reparase .

A modo de ejemplo cita que las pasadas Navidades un cliente le llevó prácticamente destrozado un cronómetro de marina, imprescindible para el cálculo de la longitud geográfica durante la navegación en los siglos XVIII y XIX y que en su día, una vez reparado en la propia relojería, los llevaban al Observatorio de Marina para que les dieran el visto bueno, antes de entregarlo al capitán o al armador del barco que les había hecho en encargo.

Tony Them dice que en este caso se trataba de un cronómetro realizado por José Luis Rodríguez Losada, relojero leonés del siglo XIX, que regaló al pueblo de Madrid el reloj de la Puerta del Sol, y que llegó a alcanzar las más altas cotas de calidad en la cronometría.

El relojero gaditano destaca que ese tipo de piezas quiere seguir reparándolas como hobby, mientras que conserve la vista y el pulso en las manos, porque es un enamorado de su oficio, del que representa la cuarta generación familiar.

El ejemplo de la Relojería Alemana puede seguirlo en breves fechas otro establecimiento próximos, también emblemático del comercio gaditano, que estudia actualmente una oferta para dejar también el negocio.

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