Una implicación que causó sorpresa y conmoción
Tras conocerse hace un año la noticia se sucedieron mensajes de apoyo de sacerdotes y laicos a Ceballos
Cádiz/Si algo se ha repetido hasta la saciedad al describir al obispo Antonio Ceballos es que es "un hombre bueno". Así lo definen los que lo quieren, los que más estrechamente han trabajado con él en su etapa al frente de la diócesis, e incluso los que con esas tres palabras intentaban justificar los posibles errores o defectos que haya tenido como obispo gaditano. Por eso, la mañana en que se supo que Ceballos era implicado en la causa de los ERE de la Junta de Andalucía -hace ahora un año- la conmoción fue generalizada en la ciudad; no sólo entre los católicos más practicantes, sino entre la ciudadanía en general.
Los mensajes de apoyo y las muestras de afecto a Ceballos se repitieron en aquellos días. Tanto en las redes sociales como en diversos medios de comunicación donde sacerdotes y laicos -quizá el más aséptico en todo esto fue el actual Obispado, que apenas emitió un escueto comunicado- llegaban a poner la mano en el fuego "por Don Antonio.
Él, recluido en las hermanitas de los pobres de Jaén acataba en silencio y con mucho sufrimiento -como allegados al obispo emérito trasladaban- la causa judicial, a la espera de la declaración ante la juez que instruye el caso.
Ese día en los juzgados de Sevilla fue palpable el deterioro físico del prelado. Ayudado por un bastón y con las facciones más delgadas de lo habitual, Ceballos apenas estuvo diez minutos ante la juez. Y allí llegó a confesar los achaques de salud que había estado padeciendo. Los que lo tratan con más asiduidad ya avisaban del deterioro en el estado de salud de Ceballos desde que recibió la noticia de su implicación. Él, que siempre era defensor de la pulcritud en la tramitación y que posiblemente fuera muy poco conocedor de los movimientos, operaciones y gestiones que en aquellos momentos se iban desarrollando en la diócesis, se veía envuelto en una macrocausa tan complicada como la de los ERE.
La voluntad del obispo siempre fue asegurar la conservación de los puestos de trabajo del hospital de San Juan de Dios durante su transformación en residencia geriátrica. Así lo manifestó por activa y por pasiva, así se lo trasladó a la juez aquel 25 de abril y así lo ha entendido ahora el Juzgado, que ha archivado la causa.
Ceballos queda, por tanto, libre de toda sospecha en relación a aquellos 300.000 euros de ayuda que en su día solicitó a la Junta de Andalucía para mantener en sus puestos a los trabajadores de San Juan de Dios. Los que pusieron la mano en el fuego han confirmado que no se quemaban. Y en el silencio jiennense de las hermanitas de los pobres el obispo emérito de Cádiz y Ceuta habrá visto con alivio que esta pesadilla que se inició hace un año ha terminado.
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