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La inauguración canina de la nueva avenida de Cádiz

El alcalde protagoniza un escueto acto de apertura al tráfico

Nada más abrirse el tramo, la inmaculada acera ya tenía defecaciones de perro

El alcalde, José María González, y cuatro concejales de la Corporación en el acto de inauguración de la Transversal este lunes / Lourdes De Vicente

Hace dos meses y medio, la Junta de Andalucía celebraba la colocación de la primera piedra de la segunda fase de Matadero. Un acto que motivó la presencia del presidente del gobierno andaluz, de la consejera de Vivienda, de los respectivos delegados provinciales, asesores, representantes municipales y demás hombres trajeados y señoras con tacones que se daban cita en un escenario bien distinto al solar de una obra. Se levantó una carpa que fue forrada con moqueta y amueblada con sillas revestidas de tela, pantallas para proyectar imágenes, atriles… Este lunes se colocaba la última piedra de una operación que ha durado más de dos décadas y que supone un antes y un después para la movilidad y la circulación de la ciudad y para las conexiones entre zonas y barriadas, en este caso de extramuros; pero al contrario que hace dos meses y medio, no había carpa, ni invitados de excepción, ni atriles, ni escenario. Ni siquiera una cinta para cortar. Un triste micrófono y un solitario altavoz en mitad del asfalto fueron el único decorado del acto de apertura de la transversal.

Una muy breve intervención de Eva Tubío, que hizo de telonera del también breve José María González fue toda la parafernalia desplegada por el equipo de gobierno, que en esto también mostró sus grandes diferencias respecto al modo de hacer o de festejar logros que tenía y tiene el Partido Popular. No hubo discurso, ni recordatorio de la operación, ni cifras, ni fechas… Solo agradecimientos que se repetían de manera constante en las pocas palabras de la concejala y el alcalde.

Terminadas las palabras de rigor, los cinco munícipes asistentes (González, Tubío, Martín Vila, Paco Cano y la socialista Natalia Álvarez) pasaron a la acera, desde donde aplaudieron a los primeros vehículos que cruzaban la nueva avenida una vez que la Policía Local retirada las vallas en ambos extremos del nuevo tramo. Júbilo por el tráfico, que inauguró un Mercedes de color negro, que se celebraba en las aceras y también en el interior de los vehículos, desde donde unos jaleaban, otros tocaban el claxon y alguno hasta la bajaba la ventanilla para decirle algo al alcalde.

Todo eso acontecía en el asfalto, cuando la verdadera inauguración del último tramo de la Transversal se producía en una de las aceras. A escasos centímetros de la representación política y de la familia de cámaras y trípodes de los medios de comunicación, un perro decidió plantar su defecación, ante un ciudadano o ciudadana impasible (pese al revuelo que había alrededor suya y de su can) que siguió su camino dejando plasmada la primera deposición en la acera. Tan solo habían transcurrido unos minutos desde que la nueva vía se abrió, tiempo suficiente para dejar la Tranversal definitivamente inaugurada.

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