Los jóvenes no pueden emanciparse en Cádiz: "Le aseguro que los 30 los cumpliré en casa de mis padres"
Mayra tiene ahora 26 años y se acaba de comprar un piso que, en teoría, debería estar listo a finales de 2027
"Pensamos en meternos en un alquiler pero mis padres me convencieron de que eso tirar el dinero y no están las cosas como para eso"
El precio de la vivienda en Cádiz impide a las rentas más bajas mejorar su calidad de vida. Y no va a mejorar
![Mayra muestra los planos de su futura vivienda.](https://static.grupojoly.com/clip/677d0530-7d13-4fbd-8b10-ecb0dcb337bc_source-aspect-ratio_1600w_0.jpg)
Mayra no es amiga de ir contando penas por ahí así que prefiere no aportar datos muy personales porque "no me gusta que me tengan lástima". Ella piensa así porque cree que es la única joven de 26 años que sigue viviendo con sus padres a pesar de llevar ya más de 10 de relación con su novio.
Ahora mismo los dos están trabajando pero las nóminas no se corresponden, para nada, con el nivel de estudio que tienen los dos. Ella terminó Administración y Dirección de Empresa (ADE) en el antiguo hospital de Mora y su pareja es auxiliar de clínica. Ella trabaja en una empresa de construcción naval y plataformas, en el área de recursos humanos, y él tiene contrato en un hospital privado de la provincia de Cádiz.
Entre los dos levantan al mes unos 2.400 euros sin pagas. "No nos podemos quejar porque ese dinero nos da para vivir ahora mismo bien, incluso con una capacidad de ahorro que entiendo que ya quisieran muchos gaditanos". Pero, claro, el trabajo de Mayra le obligó a hacerse con un cochecito por el que está pagando una letra mensual de unos 300 euros y él, en circunstancias parecidas, tuvo que comprarse otro pero de segunda mano ya que el hospital no se encuentra en la capital, y también necesitaba un medio de locomoción fiable. Esto ya les supuso el primer endeudamiento de sus vidas.
Hasta hace ya unos meses sus gastos eran salir a cernar sin alardes de grandes restaurantes o hacer algún que otro viajecito por Europa despues de bichear al máximo las webs hasta encontrar el mejor destino al precio menos costoso.
Pero llegó el momento de pensar en vivir juntos. "Sabemos que tardaremos en casarnos porque tal y como están las bodas, mejor ni planteárnoslo, pero llega un momento en el que la vida casi te impone dar este paso", comenta Mayra con una media sonrisa con los planos por delante de un pisito que se acaban de comprar en San Fernando.
Ella reconoce que es muy "cagueta" para dar un paso de este talante pero confiesa que sus padres y sus abuelos le dieron ese último empujón con el típico "tú no te preocupes que si un mes no puedes pagarlos aquí nos tienes a nosotros. Un piso siempre se vende sin problemas y, al menos, no tienes que aguantar la hipoteca si llegara una mala racha".
Esa muestra de cariño no le era suficiente a ella. Su novio tampoco es muy arrojado, según ella misma afirma, pero soñaba ya con ese momento de poder dejar su casa paterna en la que vive solo con sus padres, ya que sus hermanos y hermanas están ya "colocadas".
Pero hicieron cuentas y calibraron inicialmente el alquiler. "Pero pronto nos dimos cuenta de que era una locura. Nos ofrecían auténticas porquerías por unos dinerales imposibles de asumir. Y detrás de la oreja, mi padre recordándome eso que siempre se ha dicho de que el dinero que se gasta en alquiler se lo lleva el viento mientras que una hipoteca es siempre una hucha". Sabe que un piso que ahora le podría costar 250.000 euros costará de aqui a unos meses 300.000, pero "claro, la teoría es muy fácil. Despues te vas al banco, te pones delante de la mesa de una persona que no es ni tu padre ni tu abuelo y empieza a hacerte cuentas de lo que cuesta el piso, de los gastos de la operación, de los seguros, y de un largo etcétera que desilusiona al más pintado".
Sabían que comprarse ahora mismo un piso sin tener apenas dinero ahorrado era del todo imposible asi que tiraron para San Fernando y empezaron a sondear promociones de las que anuncian por planos y que parecen pensadas para personas como Mayra que tiene el colchón de su trabajo y el de su novio pero que el dinero no le llega para hacer realidad sus sueños.
Encontró una de estas promociones en la Isla y le costó no dormir bien durante tres o cuatro días hasta que uno de estos se levantó más valiente de la cuenta y "llamé a mi madre al trabajo y me terminó de convencer de que por qué no". "Me contó otra vez, ya me lo había contado por lo menos diez veces, que ella y mi padre se compraron su primer piso también en San Fernando, en la gaditanísima zona de Cobreros, un piso de menos de 80 metros y lo hicieron asi, pagando más letras que un tonto", cuenta.
La historia de sus padres animó a Mayra. "Allí, en esa casa que compraron con el sudor de sus frentes y olvidándose de lo que era una paga o un viaje en verano durante muchos años, nací yo. Bueno, a donde me llevaron después de nacer en el Puerta del Mar".
Pero la diferencia es que esto lo hicieron sus padres a la vez que preparaban su boda y con otro añadido más flagrante: dieron este paso con 20 años. Él ganaba el doble de lo que Mayra gana ahora y ella el doble de lo que gana ahora la pareja de Mayra. "Eso sí, los pisos eran tremendamente más caros, pero todo parecía más fácil".
Ellos, sus padres, con 23 años estaban ya casados, viviendo en un piso que estaban pagando con cierta soltura, y ya estaban pensando en tener un hijo o una hija, como finalmente ocurrió.
Nada hasta al menos finales de 2027
Esta parte es la que no le cuadra aún a Mayra. Sabe que acaba de iniciar los papeles con la constructora y que le han dicho que el piso no estará listo, de momento, si nada falla, hasta dentro de dos años. "Y eso, sabíamos que entre el coche y lo que teníamos que ir pagando del piso teníamos que decirle adiós a las cenitas de restaurante y a las escapadas que hacíamos de vez en cuando, pero parece que vale la pena. Así que ahora toca mucha pizza de supermercado y palomitas viendo la tele", se resigna.
Mayra sabe que "cumpliré los 30 años en casa de mis padres sí o sí, pero bueno, gracias a Dios los tengo ahí y me aportan esa seguridad que me hace para afrontar este sueño que pronto se convertirá en realidad". Los dos parecen asentados en sus puestos de trabajo e incluso no descartan buscar algo mejor "aunque sea solo ganando cien o doscientos euros más. Con eso tenemos para el seguro del coche o para empezar a pensar en guardar algo de dinero para amueblar la casita que esperamos tener, con ayuda de la gente que me quiere, dentro de unos años".
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