El legado de Teófila
Veinte años de gestión dan para mucho en una ciudad La transformación de Cádiz ha sido profunda, aunque se mantengan graves problemas como el paro
La noche en la que Teófila Martínez supo que iba a ser, por primera vez, alcaldesa de Cádiz, tras obtener la mayoría absoluta en las urnas, se dio una vuelta con varios compañeros de su candidatura por las calles del centro de la ciudad. Una de las cosas que más le llamó la atención fueron las bolsas de basura tiradas en la vía pública. Entonces fue consciente de todo lo que le quedaba por hacer.
En aquel momento Martínez no imaginaba que iba a estar veinte años al frente de una ciudad que le acogió como una más de los suyos; al fin y al cabo es cántabra de nacimiento, como lo han sido miles de gaditanos en los últimos siglos de nuestra historia.
Hace dos décadas entre las previsiones del Partido Popular no estaba la de acceder a la Alcaldía de Cádiz, que dejaba tras 16 fructíferos años el socialista Carlos Díaz. Pensaban, sí, en ganar las elecciones, pero esperaban entonces una mayoría de izquierdas como venía pasando desde 1979. El triunfo absoluto les llegó, así, por sorpresa, y ahí empezó Teófila Martínez su carrera como alcaldesa de la ciudad más antigua de Occidente, recorriendo las calles del centro y pensando en todo lo que tenía que hacer.
Veinte años más tarde Martínez deja la Alcaldía de una ciudad que poco tiene que ver con aquella que recorría en una noche calurosa del mes de junio de 1995. Este es su legado.
Es cierto que la perspectiva de cómo ha evolucionado una ciudad en tan largo periodo de tiempo tiene un carácter muy personal. Ahí juega mucho cada circunstancia personal y la capacidad por analizar las cosas con la mayor objetividad posible. También hay muchos que no recuerdan, por edad o por interés, cómo estaba Cádiz en 1995, y son incapaces de esta forma de ver la evolución, en positivo o negativo, de su ciudad en este tiempo.
Teófila Martínez ha puesto su sello en estas dos décadas. Nadie ha dudado de su capacidad de trabajo, desde los suyos, que la han sufrido con jornadas maratonianas, hasta los de la oposición política. Y nadie ha dudado, o no deberían de dudar, que ha puesto a la ciudad y su desarrollo por delante de otros intereses políticos.
Su carácter exigente con los demás ha estado también presente en su propio trabajo. Durante los primeros años de gestión apenas aceptó tomarse días de vacaciones y sólo con el tiempo concedió a su familia días de libranza, aunque siempre con la cámara preparada para captar, allí donde viajaba, las mejoras urbanas que se podían trasladar a la ciudad.
Ha sido Teófila Martínez una alcaldesa con un carácter muy presidencialista. Ha controlado la gestión de todas las áreas municipales y ha impedido la creación de reinos de taifas entre sus concejales y concejalas, hasta el punto de dejar fuera de la lista a quienes ponían un pie fuera del tiesto. Un control que le hacía dominar casi todas las cuestiones municipales. En su despacho de San Juan de Dios, ordenó poner desde el primer momento un plano de la ciudad. Un plano que ha ido evolucionando a la par que se desarrollaba Cádiz. Allí, sobre el cristal que lo protegía y con un rotulador negro, pintaba ideas, proyectos y realidades cuando conversaba con el periodista. Ese plano de la ciudad sí que ha evolucionado profundamente.
Primero fue el soterramiento de la vía del tren. Sin duda su gran obra ciudadana. Rompió el aislamiento de décadas que habían sufrido miles de gaditanos y logró integrar la ciudad en una sola, sin guetos, sin barrios marginados, elevando el nivel de vida de quienes hasta ese momento vivían en la trasera del tren.
El soterramiento fue, también, su gran obra. Se hizo en tiempo y forma, ahorrando incluso respecto a los presupuestos iniciales, algo inimaginable en la mayoría de las obras públicas en este país.
A la vez que se desarrollaba este plan, comenzaba la urbanización del último barrio de la ciudad, el de Astilleros. Dejando a un lado el afortunado o no diseño de este espacio urbano, supuso la construcción de 1.500 viviendas, con una clara apuesta de vivienda social. Trajo también el primer gran centro comercial de la ciudad, una gran zona verde (completando la abierta igualmente sobre el tren soterrado), y un complejo educativo de primer orden, además de otros equipamientos públicos. Martínez logró este suelo tras iniciar un proceso de expropiación del mismo, ante las dificultades que se ponían desde Madrid para su paso a manos de la ciudad.
En Madrid también reclamó Martínez ayudas ante la peculiaridad de una ciudad con un territorio mínimo, de 12 kilómetros cuadrados, y casi agotado en su totalidad. Le costó. Llevaba fotos, planos, para hacer ver allí arriba lo que era Cádiz. Lo logró gracias a su amigo Rodrigo Rato, entonces vicepresidente del Gobierno del PP, que concedió a Cádiz un trato económico especial que durante años salvó las cuentas de la Hacienda local. Esta estrecha amistad con Rato le tocó de lleno en los últimos meses de mandato de Martínez, cuando los escándalos económicos atraparon al histórico político del PP.
Soterramiento y Astilleros han sido las dos principales transformaciones físicas de la ciudad, pero no las únicas. Por el camino se ha quedado la conclusión de la avenida transversal, una vía también esencial para completar la transformación de la trama urbana; al igual que el Plan Plaza de Sevilla, el mejor ejemplo de los problemas que la alcaldesa se encontró en su relación con la Junta, primero, y con la crisis económica, después. Queda pendiente el impacto ciudadano que tendrá la apertura del Puente de la Constitución de 1812, otra de las obras por las que más ha peleado.
Más allá de estas transformaciones físicas de la ciudad de gran calado, Cádiz ha mejorado de forma sustancial su imagen, y con ello su imagen exterior, con operaciones como el nuevo paseo marítimo entre Astilleros y Puntales, la reurbanización de decenas de plazas y calles y zonas verdes...
A la vez, el patrimonio municipal se ha incrementado de forma espectacular con la apertura de nuevos equipamientos sociales y culturales, aunque a veces sea más efectivo poco pero con contenido que mucho y con un uso inadecuado. Proyectos como el Yacimiento Fenicio o el Museo del Títere han sido los dos mejores ejemplos de actuaciones bien ejecutadas, así como el uso cultural del castillo de Santa Catalina o el esfuerzo personal de Teófila Martínez por sacar adelante la recuperación para la ciudad del Castillo de San Sebastián.
San Sebastián tal vez sea el emblema de lo que podía haber sido y no fue otra de las grandes apuestas de Teófila Martínez, la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de 1812. Supo en su momento ver la viabilidad de la idea que le proponía Fernando Santiago y se puso al frente de la celebración. Abandonada por Madrid y torpedeada por Sevilla, el aniversario se pudo celebrar con suficiente decencia gracias a su esfuerzo y al del Ayuntamiento, con un broche de oro como fue ser sede de la Cumbre Iberoamericana, con la presencia del Rey Juan Carlos y numerosos jefes de Estado iberoamericanos. La visión de la alcaldesa de abrir Cádiz al continente americano debería mantenerse.
En el Doce se vislumbró también el final de la larga etapa de enfrentamiento de la Junta con el Ayuntamiento de Teófila. Tras la derrota de 1995 el PSOE cerró el grifo para todas sus actuaciones en la ciudad para, después, convertir la Junta en un ayuntamiento paralelo. Su fracaso fue evidente tras un comportamiento infame para la ciudad que se dejó notar en el Doce. Después intentó dar marcha atrás cuando era demasiado tarde. En la lista de temas pendientes que tiene la ciudad, la administración regional tiene a su nombre muchos proyectos, los más urgentes: la continuidad de la rehabilitación del casco antiguo y la construcción del nuevo Hospital Regional.
Junto al esfuerzo económico para evitar el colapso social de muchas familias (sólo el año pasado se evitaron 185 desahucios, por poner un ejemplo), destaca la apuesta por las políticas de Igualdad. Cádiz, durante la etapa de Martínez ha sido pionera en España a la hora de la defensa de los derechos de la mujer y, especialmente, en la lucha contra el maltrato. El Programa Alerta ha sido premiado y copiado en medio país.
Pero si el Partido Popular perdió siete concejales el pasado 24 de mayo, y con ello la mayoría absoluta y el gobierno de la ciudad tras dos décadas de gestión, es que también han existido en los últimos años aspectos negativos que han empañado su gestión.
Durante buena parte de su mandato le ha acompañado la nefasta gestión del PP al frente de la Zona Franca, cuyo Consorcio le tocaba presidir como alcaldesa de Cádiz. El fantasma de Manuel Rodríguez de Castro, condenado por un tribunal tras su paso por esta institución a la que llegó de la mano de Rato y Martínez, le ha perseguido en estos años. Críticas ha tenido también de su utilización de los medios públicos de comunicación, de las pantallas que han llenado media ciudad y, antes, de las vallas publicitarias. No olvidemos otro de los grandes fracasos de estos años: la marcha de miles de gaditanos, entre ellos la esencia del futuro, los jóvenes.
Pero ha sido en el día a día de los gaditanos, en el derecho a un empleo, a una vivienda digna, donde una parte de la ciudadanía no solo no ha visto una mejora en su situación personal sino un claro empeoramiento. Es cierto que la solución de estos problemas no están en manos de los municipios, como reconoce el propio alcalde José María González, pero sí la posibilidad de buscar soluciones de urgencia y, sobre todo, de saber priorizar el gasto público en estas cuestiones.
Más de 17.000 desempleados, centenares de familias con problemas de alimentación, con niños que van al colegio sin desayunar, con gente a las que no les llega el dinero para pagar el alquiler de su casa. No estamos en el siglo XIX, estamos en 2015, en una ciudad que fue capaz de organizar los eventos del Doce pero que también se gastó 70 millones en construir un campo de fútbol.
Pero la gestión se mide a lo largo de 20 años, sumando lo bueno y restando lo malo. Viendo cómo es y está la ciudad que se deja y cómo era y estaba la ciudad a la que se llegaba. Con todo ello el legado que deja convierte a Teófila Martínez en una de los grandes alcaldes de Cádiz en su trimilenaria historia. Tal vez hoy los ánimos de muchos digan lo contrario. Pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y llegará el momento en el que, con las aguas ya tranquilas, se valore lo realizado en estos 20 años.
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