La lucha de la muralla contra los elementos
Hace un siglo fueron numerosos los boquetes abiertos por los temporales
"En el cuartel de San Roque/ ha abierto el mar la muralla/y entran por allí las olas/de igual modo que en la playa. El Gobierno se hace el lila/y el asunto se va a estudiar/y hasta el siglo XXIV/estudiándolo estará".
En 1911 un gran temporal abrió un boquete de 30 metros en el llamado flanco de San Nicolás (en la trasera de la Cárcel Real y que, con el tiempo, acabó en ruina total y hundiéndose)que puso en peligro la propia estabilidad del recinto penitenciario y de dos edificios públicos cercanos, el matadero y la plaza de toros, que cerrará sus puertas y será desmantelada cuatro años más tarde. El Carnaval estuvo presente, con sorna y crítica, ante este desastre.
El socavón producido este año supondrá el inicio de un periodo de deterioro de toda la fortificación especialmente grave y que pondrá en evidencia el mal estado de las murallas y, sobre todo, la falta de fondos estatales para mantener este equipamiento. Fue la peor etapa, sin duda, aunque los daños, especialmente en la muralla del Vendaval, ya se iniciaron dos siglos antes, a los pocos años de su construcción, aunque los daños no se limitaban al Campo del Sur, trasladándose también a zonas de la Alameda, como pasó un año más tarde, en 1912, cuando entre los baños del Carmen y la calle del Puerto se abrió un socavón de 16 metros de longitud, 10 de ancho y nueve de profundidad, al que cayeron varios árboles (en la imagen).
En todo caso será en el Campo del Sur donde se concentren los principales desperfectos, al fin y al cabo siempre se le ha denominado como Paseo del Vendaval. La vieja prisión tuvo que se desalojada en abril de 1913 y los presos trasladados a la prisión militar de Santa Catalina.
Con el paso de los años, este edificio acabó en ruina. Toda la trasera se hundió arrastrada por el colapso del baluarte de San Nicolás. A principios de la década de los años cuarenta del pasado siglo se reconstruyó parte de esta muralla, obras que se ampliaron año más tarde cuando se rehabilitó la Cárcel Real y se recuperó parte del paseo posterior que se había hundido por culpa de los temporales. La mampostería utilizada para este tramo de la muralla destaca sobre el resto de la fortificación.
Pero el mayor de los socavones abierto por efecto del mar en el Paseo del Vendaval se produjo ahora hace un siglo. En febrero de 2015 la erosión marina provocó un gigantesco boquete a espaldas de la Catedral. Cien metros de circunferencia, quedando la apertura a apenas dos metros del muro de protección subterránea del propio templo. Fue necesario cerrar esta vía entre la calle San Juan de Dios y Puerto Chico, destinando el Ministerio de Fomento de la época 250.000 pesetas para obras de reparación de manera urgente, algo nada habitual habida cuenta de lo tacaña que era la administración central en todo lo relacionado con el mantenimiento de las fortificaciones de la ciudad. Un mes más tarde, el rey Alfonso XIII aprovechó una de sus habituales visitas a la ciudad para ver de cerca el estropicio provocado por el mar.
Aprovechando que el Gobierno se había concienciado en la necesidad de actuar en las murallas, en noviembre de 1918 se aprobó, a petición del Ayuntamiento, la sustitución del pretil de la Alameda por una balaustrada con el fin de dar más prestancia a este paseo.
Ya a mediados del siglo XX, y aprovechando los trabajos de relleno que se realizaban entonces para la creación de la Zona Franca, se instalaron los primeros bloques de protección de la muralla en el Campo del Sur, y que poco a poco se fueron extendiendo por buena parte del perímetro de intramuros.
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