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Cádiz/El aumento del coste de la luz sigue pasando factura al comercio gaditano en general y a la hostelería en particular. El caso más reciente es el del bar Saja River, un establecimiento ubicado en la Cuesta de las Calesas que ha cerrado sus puertas en los primeros días del nuevo año acosado por la subida del precio de la electricidad. Su responsable, Carlos Rivas, lo explica con meridiana claridad: “El recibo pasó desde los 800 euros habituales a los 4.500 euros. Imposible de asumir”.
Este gaditano debutó en la hostelería en el año 2018 asumiendo el testigo del Río Saja, un establecimiento mítico y con historia que durante décadas fue protagonista de esa especie de zona de nadie que es la Cuesta de las Calesas en su confluencia con la Puerta de Tierra. Lo hizo, además, con humor y originalidad recogiendo ese dicho popularizado en Cadi Cadi: “El Río Saja ya es una venta de carretera”.
Así, Carlos Rivas americanizó el nombre del establecimiento, Saja River (al que subtituló ‘Una venta de la frontera’), y empezó a ofrecer como propuesta una especie de cocina fronteriza entre Estados Unidos y México, como si la frontera que divide el casco histórico de los extramuros se pareciera al condado de El Paso. Recuerda Carlos Rivas que el bar recibió un premio por su original apertura y que la prensa estadounidense se hizo eco de aquella experiencia gastronómica y fronteriza.
Pero la aventura hostelera de estos cinco años ha llegado a su fin. Después incluso de sobrevivir, como tantísimos otros establecimientos, al terremoto comercial que supuso la pandemia de coronavirus, el Saja River reunió hace unos días a sus clientes para celebrar, por decirlo de alguna manera, el cierre de un negocio tocado de muerte por el elevado precio de la factura energética, con más de una compañía, unido a determinados problemas en la confección de la plantilla del bar por “una coincidencia de bajas laborales”.
“Los recibos de la luz –señala Rivas– son poco soportables. De 800 euros han pasado a 4.500 euros. Los recibos llegaban con consumos que no había hecho, con picos de consumo mayores que periodos anteriores en los que abrimos más horas... Es una estafa y no puedo seguir más. Esto se ha unido a cuatro personas de baja y ninguna ayuda para seguir adelante”.
Pese al amargo final, Carlos Rivas se muestra satisfecho de su proyecto, de ese concepto de bar cuya geografía fronteriza se trasladaba también a los fogones para ofrecer “una cocina fusión” con toques estadounidenses y mexicanos: “En ese aspecto nos ha ido bien. Los mensajes de cariño y apoyo en las redes sociales han sido brutales y los clientes lo demostraron en la convocatoria de despedida, cuando el local se llenó con muchísima gente”.
Ahora, Carlos Rivas no se plantea asumir un nuevo proyecto en fechas cercanas y apuesta por “desconectar”. En el lado opuesto, el dueño del local, y veterano gerente del Río Saja histórico, confirmaba ayer a este periódico que el local estaba ya disponible: en alquiler o en venta.
Tras el cierre del establecimiento Saja River, su responsable buscó la manera de paliar aunque fuera levemente los gastos generados por el negocio por culpa de la subida de la factura energética. Así, durante unos días abrió sus puertas para ofrecer en un mercadillo popular el material del establecimiento, fundamentalmente la vajilla, los vasos y la maquinaria. Carlos Rivas entiende como “secundario” este mercadillo porque sabe que “lo grave” ha sido el cierre del negocio, y señala que apenas han podido recaudar dinero porque la intención era ofrecer el material a precios muy baratos para que pudiera ser aprovechado. Ha sido, como recuerda Rivas, el último guiño del Saja River a su querencia americana, con un mercadillo que suele ser habitual en aquel país.
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