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La maldición de la pérgola de Santa Bárbara tuvo otro capítulo de su larga lista de desventura este pasado miércoles cuando sufrió un nuevo incendio, aunque de menor gravedad que el que hubo en julio del pasado año.
La pérgola es el principal ejemplo que hay en la ciudad de una obra pública, en este caso costó 1,7 millones, al que no se le ha dado ningún uso después de seis años y al que habrá que echarle un buen número de euros el día que se quiera poner a punto por la falta de mantenimiento que ha sufrido desde que se inaugurara. El otro gran ejemplo es el de la llamada Ciudad del Mar en Puerto América, un edificio destinado a la vela y que sólo tuvo un uso en 1992 para el Campeonato Mundial de este deporte. Después cayó en el olvido, en el abandono y en el deterioro. Ahora se le ha abierto una luz con la posibilidad de que se instale allí un hotel.
La luz de la pérgola pudo ser el convenio que firmaron la Universidad de Cádiz con Eduardo González Mazo como rector y José María González 'Kichi' ya como alcalde de la ciudad y que afectaba a la permuta de varias propiedad de una y otra institución. Por ese acuerdo la gestión de la pérgola debería pasar en el futuro a la UCA. Sin embargo, el cambio también llegó a la Universidad de Cádiz y Francisco Piniella accedió al rectorado.
Esta cesión todavía no se ha hecho efectiva porque, entre otras cosas, los incendios han causado un enorme deterioro a la estructura y hasta que no se devuelva a su aspecto original, la UCA no la va a recibir. En cualquier caso, en la sede del Centro Cultural Reina Sofía (Rectorado) no hay ninguna prisa en recibirla porque no tienen nada claro qué uso se le puede dar a esta pérgola.
Volvamos atrás casi dos décadas. Santa Bárbara entonces era una explanada inhóspita que se utilizaba para aparcamiento y que era explotada por una asociación de integración laboral y social. La zona había sido objeto de recurrentes proyectos, como cuando en tiempos de Carlos Díaz se habló de la construcción de un Palacio de Congresos. A finales de la década de los 90 se empezó a proyectar el quitar el aparcamiento para urbanizar la zona, pero se creó incluso una plataforma ciudadana que protestó contra ello y, al final, quedó descartado.
Sin embargo, en el año 2006, el gobierno local de Teófila Martínez decidió convocar con el Colegio de Arquitectos un concurso internacional para reurbanizar la zona.
Para el mismo había varias patas. Por un lado la posibilidad de la construcción de un aparcamiento subterráneo para poder albergar entre 400 y 600 vehículos. Que se respetara el abrigo del parque que siempre había tenido el Parque Genovés con el muro y que la explanada fuera una zona de disfrute para la ciudadanía y, por supuesto, los niños.
Este proyecto en Santa Bárbara se enmarcaba en la idea de que todo el perímetro marítimo del casco histórico fuera paseable, una vez que se hiciera también el nuevo Hotel Atlántico y ya se había recuperado la propiedad del Campo de las Balas, que en aquel entonces iba a ser para una extensión del Parador.
En el concurso en el que participó como jurado el Colegio de Arquitectos ganó la propuesta del arquitecto José Luis Bezos. Lo que entonces se presentó a los medios era una estructura muy acristalada y ligera que podría tener unos usos expositivos y que, incluso, tendría la posibilidad de incluir una zona de restauración que podría dar servicio a la zona de ocio de Santa Bárbara. Lo principal es que era un gran mirador hacia el mar y hacia el resto de la ciudad. Ahí se incluía también una reforma del llamado todavía entonces Teatro José María Pemán.
El aparcamiento se hizo con la urbanización de la superficie, pero la zona de especies vegetales prevista no llegaba y algunos de los elementos empezaron a deteriorarse rápidamente.
Después llegó la pérgola de Santa Bárbara, que fue inaugurada días antes de la Semana Santa de 2015 cuando el proyecto de la alcaldesa Teófila Martínez estaba a punto de expirar.
La pérgola nació ya con una gran contestación social en un momento político muy revuelto. El Partido Andalucista llegó a tildar la estructura de “mamarracho” y que lo mejor era tirarla y venderla como chatarra. Con un tono menos radical, otros muchos criticaron el impacto visual que tenía en una de las zonas más privilegiadas de la ciudad. Con los monumentos a la Constitución de 19812, pasaron a ser conocidos como los mamotretos. Desde el equipo de Gobierno del PP se trató de poner en situación y se recordaba que el impacto era el que había antes con una explanada de tierra llena de coches.
Con el cambio de Gobierno y la llegada de José María González 'Kichi' a San Juan de Dios, heredaba este espacio en el que existía el continente pero al que había que dotar de contenido. Una estructura a la que se ponía como ejemplo por parte de los rivales políticos de Teófila Martínez de lo que no se debía haber hecho nunca.
Con esos antecedentes, fue pasando el tiempo y la pérgola poco a poco empezaba a deteriorarse sin ni siquiera haberle darle uso, salvo el paseo-mirador en la parte superior. Llegaron las pintadas, la fractura en los cristales y se convertía en el lugar ideal para la pernoctación de las personas sin hogar. Estos empezaron a ocupar todos los accesos peatonales al aparcamiento subterráneo, por lo que los abonados y usuarios del mismo protestaron por las situaciones que se encontraban allí a diario.
Ese deterioro progresivo iba avanzando sin que el equipo de Gobierno supiera qué hacer con esa patata caliente hasta que llegó la posibilidad del convenio con la Universidad de Cádiz y pasársela a otra institución. Pero en el gafe o la maldición que persigue a esta estructura, vino un incendio bastante grave en julio de 2020 que obligó al desalojo de todas las personas sin hogar (aunque uno ha vuelto después) y a cerrar lo único que se estaba utilizando, el paseo superior. Desde entonces, el Ayuntamiento afirma que está esperando un informe pericial del seguro para poder acometer la reparación de la pérgola antes de entregarla a la UCA. El incendio del miércoles, por la acumulación de basuras en la rejilla superior y la falta de mantenimiento, viene a agigantar el papel de la pérgola maldita, que sigue a la espera de que algún día pueda ser aprovechada nada más que para darle uso al dinero que costó
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