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“Necesitamos suelo, cantil y aguas tranquilas, y Cádiz lo tiene todo”

Mammoet recibe las piezas para otras dos de las grúas que monta en Cádiz

La empresa holandesa Mammoet y Liebherr prosiguen con el montaje de sus ocho grúas sin dejar de lado la posibilidad de convertir a Cádiz en una de sus bases para el Mediterráneo

Imagen de una de las piezas de una de las cuatro grúas que ya se encuentran en Cádiz, con el puente de La Pepa al fondo. / Jesús Marín

El fin de semana pasado volvía al Muelle de La Galeona de Cádiz el Tasmanic Winter cargado con las piezas de otras dos de las ocho grúas del tipo Súper Post-Pánamax que Mammoet ensamblará en Cádiz y embarcará rumbo a Tánger Med. Se trata de la segunda visita y la segunda de las cuatro descargas que componen el proyecto de Mammoet en Cádiz, un proyecto que augura una inversión en Cádiz de entre cinco y diez millones de euros, según vaticinó el director general de Mammoet, Javier Martínez.

En poco tiempo, el skyline de la terminal de contenedores ha cambiado de manera radical. Donde nada más que se veía un terraplén ahora se ven piezas aparentemente dispersas sobre una superficie que oscila entre los 80.000 y los 90.000 metros cuadrados. Pero hablar de dispersión caprichosa le puede sonar a rayos y centellas a Elena Muñoz Collado.

Ella es la project manager del proyecto de Mammoet en Cádiz. Dicho de otra manera es la ingeniero jefe responsable de la recepción, ensamblaje, izado y embarque de estas gigantescas grúas de la firma Liebherr que, de manera pionera, se están montando en Cádiz desde principios de febrero.

La Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz (APBC) ha valorado siempre la operación de manera muy positiva, que “demuestra la versatilidad y buen posicionamiento de la terminal, además de generar empleo y riqueza en el entorno en los próximos meses”.

El proyecto se encuentra ahora en su semana número 11. Elena Muñoz mide su proyecto como los embarazos, por semanas. No puede haber ni un fallo. Mammoet no puede permitírselo, y Cádiz menos. Liebherr tiene que quedar contenta. De hecho, a pie de obra también se encuentra otro project manager de esta firma irlandesa que se preocupa de plantear las pautas a seguir y son ellos los que planifican las fechas de la llegada de los buques cargados con las piezas de las grúas.

En la terminal de contenedores han montado oficinas, comedores y vestuarios. / Jesús Marín

Del éxito de esta operación puede depender, en parte, que Mammoet y Liebherr elijan a Cádiz como base para el ensamblaje de grúas con destino a los puertos del Mediterráneo. Cádiz, según Elena Muñoz, tiene lo que el proyecto requiere: “Necesitamos suelo, cantil y aguas tranquilas, y Cádiz lo tiene todo”. “En Cádiz estamos muy a gusto”. “Sus aguas son muy tranquilas y cuando los mares son muy bravos se complican mucho las cargas y los desplazamientos”.

La meteorología es para ellos un obstáculo y le temen no tanto a la lluvia sino al viento y necesitan siempre la máxima visibilidad posible, dado lo complicado de sus operaciones.

Ya el director general, Javier Martínez, dijo en su momento que a la hora de elegir una base para este ensamble se pensó en Algeciras, Motril, Huelva, pero finalmente salió elegida Cádiz.

La llegada de este segundo buque mantiene ya ocupadas a 54 personas en este ambicioso proyecto que mantiene sitiada buena parte de la terminal de contenedores. Esto, según la ingeniero jefe, ahora mismo. Este número irá en progresión y llegará a 70 personas en el momento culminante de la obra que llegará a lo largo de la semana que viene, en cuanto se den de manera simultánea el montaje en suelo de dos de las cuatro grúas que hay ahora en Cádiz y el izado de las otras dos.

El izado dará imágenes espectaculares y hará que el perfil de estas grúas que pueden superar en un primer momento los 60 metros de altura serán visibles desde cualquier punto en alto de la ciudad de Cádiz. Este momento tendrá lugar a lo largo de esta semana, según anuncia Elena Muñoz en nombre de Mammoet.

Este proyecto ha dado vida a una terminal que hasta ahora se presentaba como una extensión sin uso, con futuro, pero sin movimientos. Y cuando se iba a iniciar la pavimentación de los 45.000 metros cuadrados que ocupará la empresa de contenedores Concasa, llega el milagro de Mammoet. Allí han instalado dos vestuarios, un comedor, dos oficinas de Liebherr, una zona de baños para las oficinas y otra para la zona de obras, un espacio cubierto para el descanso de los obreros, todo ello habilitado con neveras, fuentes de agua, café...

Entre esos 54 obreros ya hay varios gaditanos, sobre todo electricistas y montadores, ya que Mammoet, antes de llegar a Cádiz puso en las redes varias ofertas de trabajo en las que se priorizaba la condición de gaditanos o gaditanas.

Lo habitual es que estas grúas se monten en el mismo puerto en el que se va a instalar pero si el puerto no tiene espacio libre, como es el caso de ahora, se elige un puerto cercano.

El proceso es complicado ya que las grúas se reciben por piezas como si fuera un mecano. Se van ubicando en el suelo respondiendo a un esquema muy pormenorizado del que casi no se separa Elena. Éstas se van ensamblando: las patas, las vigas de cierre, la contrapluma, la pluma. La ingeniero jefe las tiene todas con la denominación en español y en inglés. Aparte, otras cuantas piezas se van dejando también en una zona de almacenaje. Las piezas que están por llegar ya tienen un espacio asignado o bien se cuenta ya con los metros que irán dejando en el suelo de la terminal de cruceros las grúas a medida que se vayan izando. Una vez izadas se montan en unos carros modulares grandes con muchas ruedas en dirección al barco o a la pontona en la que se embarca las grúas, de dos en dos, ya con destino Tánger Med.

Allí llegan en poco menos de 24 horas y allí les esperan técnicos tanto de Mammoet como de Liebherr como del propio puerto que es, al fin y al cabo, el que le compra las grúas a esta última firma holandesa.

Son 104 metros sobre castilletes y un peso de 1.600 toneladas, por lo que esta embarcación que la llevará hasta el destinatario tendrá que cargar 3.200 toneladas. El embarque en sí no es tan complicada y requiere tan sólo unas horas de operación. Lo que sí resulta más tedioso es el seafastening, o sea, el afianzamiento de la grúa sobre el buque para que no se mueva ni un centímetro en su camino hacia tierras marroquíes. Al día siguiente se cargaría y afianzaría la segunda de las grúas y ya, para Tánger.

“Allí es donde finaliza nuestro trabajo”, según Elena, que comenta que la pluma de la grúa se prueba aquí y allí. “Siempre allí se requiere algún retoque”.

El siguiente barco con la quinta y sexta grúas llegarán en la semana 16-17, es decir, a mediados de abril, entre el día 13 y el 20, según la project manager. Ella misma indica, siempre mirando el calendario que porta en su móvil, que la primera pontona podría estar saliendo de Cádiz en mayo.

Mammoet es posiblemente una de las empresas más importantes de este sector. Hasta hace muy poco tenía enfrente a una dura competidora, la empresa ALE, pero el gigante holandés ha absorbido a ALE y, con ella, ha completado su expansión por el mundo. Elena pertenecía a la plantilla de ALE y, a veces, le es inevitable equivocarse. De hecho, el día de la entrevista llevaba un mono de Mammoet pero una camiseta térmica con la marca ALE en el pecho. “No lo puedo evitar. Han sido muchos y buenos años”.

Ella se siente muy orgullosa tanto de una firma como de la otra y le brillan los ojos al enumerar los proyectos en los que han participado y en los que les queda por participar. A gala llevan haber participado en el izado del tramo desmontable del puente de La Pepa o en el izado de sus dovelas, sin dejar de lado su participación en el proyecto Mariner, en Dragados Off Shore.

“Lo tenemos claro. Aquí lo primero es la seguridad”

Accidente cero. Eso le suena a gloria bendita a la ingeniero jefe del proyecto Mammoet de Cádiz. Elena Muñoz advierte de la rigidez con la que su empresa lleva la cuestión de la seguridad de las personas que trabajan a su cargo. Lo controlan con estadísticas mensuales. “Aquí trabajamos en altura, con cargas muy pesadas y manipulando muchas herramientas”. “Lo tenemos claro. Aquí lo primero es la seguridad”. En la obra tienen a un técnico de prevención, “pero si se detecta alguna imprudencia es a mí la que le toca echarle el chaparrón al obrero”. “Me gusta eso del letrero con el lema accidentes cero. Si se rompe una máquina se arregla pero las personas sí que no son sustituibles. Las máquinas se arreglan pero las personas no”. A Elena le gusta repetir a sus trabajadores que “cuerpo nada más que tiene uno. Es así de fácil de entender”.

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