El maremoto y los nueve pescadores

Las jornadas técnicas sobre la catástrofe de 1755 se cierran con una visita a los puntos que sufrieron daños por la acción del tsunami provocado por el terremoto de Lisboa

El presidente del IERD, José Antonio Aparicio, explica cómo afectó el maremoto de 1755 a la playa de La Caleta.
Rafa Burgal Cádiz

31 de octubre 2015 - 01:00

A las 11.10 horas del 1 de noviembre de 1755 nueve pescadores trataban de sacar los frutos del mar en la trasera del castillo de San Sebastián. Era la quinta hora de la pleamar, por lo que el arrecife que unía la fortificación con la playa de La Caleta estaba totalmente cubierto por el agua. No existía el paseo Fernando Quiñones, por lo que la única manera de escapar era en barca o a nado. A las 9.52 horas se había sentido en tierra un fuerte terremoto que duró entre siete y ocho minutos, pero no se esperaba la enorme ola que los iba a atrapar. Fueron los primeros nueve ahogados del maremoto que inundó buena parte del barrio de la Viña, que forma parte de la leyenda de la ciudad por la paralización de las aguas ante el estandarte de la Virgen de la Palma.

La muerte de estos nueve gaditanos fue el punto de partida de una ruta guiada por los lugares que se vieron afectados por este tsunami que ha sido motivo de estudio durante dos días en las jornadas técnicas 'El riesgo de maremotos en la Península Ibérica a la luz de la catástrofe del 1 de noviembre de 1755', organizadas por el Instituto Español para la Reducción de los Desastres (IERD), el Campus de Excelencia Internacional del Mar (CEI.Mar) y la Universidad de Cádiz.

El presidente del IERD, José Antonio Aparicio, hizo de guía para explicar cuáles fueron los daños que la enorme ola provocó en Cádiz. El recorrido partió del castillo de San Sebastián al ser el lugar donde se ahogaron las primeras personas, que aparecieron en la playa de La Caleta y en El Puerto. Sin embargo, la fortificación salió indemne de las seis acometidas que se produjeron aquel fatídico 1 de noviembre. Tal y como explicó Aparicio al más de medio centenar de personas que recorrieron la ruta, en 1755 no existía la zona en la que se encuentra ubicado el faro. En ese lugar estaban el arrecife y un terraplén. El maremoto chocó contra ellos, por lo que perdió fuerza y apenas se sintió en el castillo. Sin embargo, los pescadores no pudieron escapar de la ratonera en la que se encontraban.

Aunque San Sebastián se salvó gracias al arrecife, la playa de La Caleta sí recibió el impacto de una ola que llegó desde el noroeste y que pudo llegar a alcanzar los 18 metros de altura. El siguiente punto de la visita fue la puerta de entrada de La Caleta. Aquí se produjeron los primeros daños al desaparecer 20 metros del pretil de bajada a la arena.

A su lado está el baluarte del Orejón -sede del desaparecido Club Marte-. A pesar de haber estado completamente expuesto a los efectos del maremoto, la construcción se mantuvo intacta. La explicación es, según contó Aparicio, que "al tener la forma de un triángulo, desvió el agua en dos corrientes".

Ante la puerta de La Caleta, según aportó Aparicio, la marea se encontró con un almacén de maderas que iban a ser destinadas a la colocación del andamio para la construcción del Hospicio, que en 1755 ya funcionaba como orfanato, aunque con un aspecto totalmente diferente. Estas grandes barras fueron arrastradas por el agua, provocando daños en las puertas y en las fachadas contra las que chocaron.

A diferencia del baluarte del Orejón, el que sí se vio afectado fue el baluarte de San Pedro, que prácticamente quedó destrozado junto a la cortina de muralla que se sitúa bajo el colegio Santa Teresa. El parapeto de San Pedro fue arrastrado por el maremoto, llevándose por delante una cruz de mármol que se encontraba ante el Hospicio. La zona de Válcárcel fue la que sufrió una mayor inundación, llegando a alcanzar el agua unos 2,5 metros de altura. El mar llegó hasta la calle Sagasta hasta la altura de las iglesias de San Lorenzo y la Pastora. En el orfanato, señaló Aparicio que murieron entre siete y diez personas, de las que cuatro eran monjas, dos eran niños de cuna y el resto eran personas que pasaban por esta zona.

La ruta siguió por la calle de la Palma. En ella, aunque las aguas no alcanzaron la misma altura que en la zona del Hospicio, la historia de la salida del cura con el estandarte de la Virgen y el retroceso de la marea dan al relato su toque de fábula. Una historia que se recuerda cada 1 de noviembre con la procesión de la Virgen de la Palma por las calles de La Viña.

De vuelta a La Caleta, otro baluarte que se vio afectado fue el de San Pablo, cuya garita se resquebrajó. Asimismo, las dos cortinas de muralla quedaron desplazadas.

La última parada fue en el castillo de Santa Catalina. Allí, la marea destrozó la muralla que cerraba el foso, entrando en él el agua. Además, la garita del Diablo la tiró el fuerte golpe del maremoto. Un recorrido que cerró ayer dos jornadas técnicas para recordar lo que sucedió y saber cómo podría afectarnos si la historia, que es cíclica, vuelve a repetirse.

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