El marino que trajo hasta Cádiz el informe español del ‘Maine’
Historia
El teniente de navío Francisco Núñez Quijano desembarcó en el muelle de Cádiz el 14 de abril de 1898, procedente de La Habana, con el documento que entregó en Madrid al ministro de Marina
"Tengo el profundo sentimiento de participar a V.E. que acaba de volar el crucero americano Maine surto en esta bahía, por incidente indiscutiblemente casual, creyendo sea explosión calderas dínamo...”.
Así comenzaba el telegrama recibido a las dos horas y cincuenta minutos de la tarde del 15 de febrero de 1898 en el Ministerio de Ultramar, cuyo titular era el gaditano Segismundo Moret Prendergast. Fue remitido desde La Habana por el capitán general de Cuba, Ramón Blanco Erenas.
El resto del texto no podía ser más explícito respecto al siniestro acaecido que daría lugar a una desigual e injusta guerra entre España y los Estados Unidos de América que nunca debió haberse producido: “En el momento del siniestro acudieron al sitio para ofrecer auxilio y salvamento cuantos elementos disponibles y posibles hay en esta Capital, marinos, bomberos, fuerza pública, todos los Generales entre ellos el Jefe de Estado Mayor. Ha habido muertos y heridos: comunicaré detalles conforme los vaya adquiriendo. He mandado al Cónsul norte-americano un Ayudante para ofrecerle todos los auxilios que pueda necesitar”.
La prensa sensacionalista estadounidense lanzó una brutal y despiadada campaña, vertiendo graves y falsas acusaciones contra España: “La voladura del Maine fue debida a una mina colocada por cuatro españoles, los cuales recibieron la cantidad de 10.000 pesos”. Resulta de obligada lectura el texto del catedrático Pedro Nolasco Leal Cruz, titulado ‘La explosión en el Maine en 1898 según la prensa norteamericana de la época’, publicado en 1998.
La reacción diplomática española fue infructuosa. El 24 de marzo el Ministerio de Estado (Asuntos Exteriores) encargaba por telégrafo al embajador español en Washington proponer “la sumisión del litigio a jueces desapasionados”. Al día siguiente dicha propuesta fue ratificada en Madrid mediante la entrega del pertinente memorándum al embajador norteamericano.
Haciendo caso omiso, el 28 de marzo, William Mac-Kinley, presidente de los EE.UU., publicaba un corto mensaje remitiendo al Congreso Federal el texto del Informe de la Comisión de Investigación Americana sobre la voladura del Maine, dando por buenas las conclusiones de dicho documento y sin mencionar las proposiciones de arbitraje formuladas por España. El 31 de marzo el presidente Práxedes Mateo Sagasta solicitó un arbitraje imparcial para aclarar lo sucedido.
Sin embargo, desoyendo una vez más tan lógica y justa petición el presidente Mac-Kinley formuló el 11 de abril sus cargos contra España. Una semana después nuestro gobierno reiteraba que “los Americanos habían rehusado someter el casco del Maine a una investigación común y las negativas que hallaron nuestras proposiciones de arbitraje”.
Mientras tanto, el gobierno español había ordenado la realización de un informe que esclareciese la verdad. Mientras el texto estadounidense, encabezado por el capitán de navío William Sampson, concluía el 21 de marzo que “el Maine fue destruido por la explosión de un torpedo submarino que ocasionó la explosión parcial de dos o más pañoles de proa”, el informe español, fechado el día siguiente y suscrito por capitán de fragata Pedro del Peral Calvo, afirmaba que “... acreditado con estos testigos y peritos la ausencia de todas las circunstancias que precisamente acompañan a la detonación de un torpedo, sólo cabe honradamente asegurar que a causas interiores se debe la catástrofe”.
Una vez concluso y dada la vital trascendencia del contenido fue designado para su custodia y traslado a España el teniente de navío Francisco Núñez Quijano, ayudante personal del contralmirante Vicente Manterola Taxonera, comandante general del Apostadero y Escuadra de las Antillas.
El 30 de marzo de 1898, Núñez zarpó del puerto de La Habana con el expediente a bordo del vapor Buenos Aires, tal y como recoge expresamente su extensa y minuciosa hoja de servicios. Desembarcó en el muelle de Cádiz el 14 de abril, continuando al día siguiente su viaje en ferrocarril hasta Madrid, donde entregó el informe al ministro de Marina, contralmirante Segismundo Bermejo Merelo, natural de San Fernando.
Núñez había sido uno de los numerosos oficiales de la Armada que participaron activamente en las tareas de salvamento y evacuación de las víctimas del Maine. Por su destacada actuación sería recompensado con la cruz de 1ª clase del Mérito Naval, con distintivo blanco, pensionada, y la Medalla de Oro de los Bomberos de La Habana.
Nacido el 27 de diciembre de 1869 en dicha ciudad, era uno de los nueve hijos del matrimonio formado por el capitán de navío de 1ª clase (contralmirante) Indalecio Núñez Zuloaga y Daría Quijano Artacho, casados en San Juan de Puerto Rico el 3 de diciembre de 1865.
Siguiendo los pasos de su padre, ingresó en la Escuela Naval el 8 de diciembre de 1884, donde permaneció hasta que por real orden de 5 de julio de 1886 fue nombrado guardia-marina de 2ª clase. Estuvo destinado en la Escuadra de Instrucción y embarcó en los cruceros Castilla y Navarra; las fragatas Numancia, Blanca y Gerona; así como en la corbeta Nautilus.
Por real orden de 12 de diciembre de 1889 ascendió a alférez de navío, habiendo estado destinado en el Arsenal de El Ferrol; cruceros Reina Cristina y Velasco, con el que navegó por aguas de China y Filipinas; cañonera Gardoqui como comandante, también en aguas de Filipinas; Arsenal de Cavite; ayudante personal de los vocales Manuel de la Cámara y José Navarro del Centro Consultivo del Ministerio de Marina; acorazado Pelayo, con el que navegó por aguas de Rusia; y ayudante personal del contralmirante Jesús de Martínez Espinosa, jefe del Estado Mayor General del Ministerio de Marina. El 7 de abril de 1894 se casó en Madrid con María Dolores de Olañeta Gordo, con quien tendría tres hijos varones y cuatro hembras. El 21 de abril de 1897 ascendió a teniente de navío y marchó destinado a La Habana.
Una vez cumplida su misión especial en Madrid regresó a Cádiz pero ya no pudo regresar inmediatamente a La Habana. El 19 de abril de 1898 el Congreso estadounidense aprobaba la declaración del estado de guerra contra España. Dos días después, el embajador en Madrid, general Stewart Lyndon Woodford, abandonaba la capital, escoltado por la Guardia Civil, y cruzaba la frontera hispano-francesa.
El 5 de mayo Núñez embarcó en el buque Rápido, incorporado a la Escuadra de Reserva. Su nombre anterior era Columbia, uno de los tres trasatlánticos de la Flota de Reserva alemana adquiridos a finales de abril para ser alistados y artillados como cruceros auxiliares en la guerra contra los Estados Unidos.
Encontrándose fondeado desde el día 21 en la bahía de Cádiz realizó pruebas de máquina e instalación de artillería y el 16 de junio zarpó con rumbo a Port Said (Egipto). El propósito era atravesar el Canal de Suez y “auxiliar a la guarnición de Filipinas”, formando parte de la citada Escuadra de Reserva mandada por el contralmirante Manuel de la Cámara Livermoore.
Núñez antes de zarpar hizo testamento a favor de su esposa y tres hijos que ya tenía. Fue ante el notario Joaquín de Reyna Altolaguirre cuyo estudio estaba en el número 26 de la calle Segismundo Moret de Cádiz.
Finalmente y tras no pocas vicisitudes pudo regresar a La Habana, incorporándose a su antiguo puesto hasta el 11 de abril de 1899 en que regresó a España, continuando en Madrid como ayudante del vicealmirante Manterola. La bandera española se había arriado en Cuba el 1º de enero.
A partir del 2 de agosto de 1900 estuvo destinado en el crucero Lepanto, como profesor; realizó el curso de Torpedos con las prácticas en los torpederos Rigel y Acevedo; auxiliar de la Dirección General de Material del Ministerio de Marina; ayudante personal del capitán de navío de 1ª clase Leopoldo Boado Montes; auxiliar y secretario de la Dirección General de Personal del Ministerio de Marina; comandante del cañonero Mac-Mahón; vocal de la Delegación española de la Comisión de Límites de los Pirineos; secretario de la Sección Ejecutiva del Estado Mayor Central; ayudante personal del capitán de navío de 1ª clase Francisco Chacón y Pery, jefe del Estado Mayor de la Jurisdicción en la Corte; y ayudante de Marina interino del Distrito de Pasajes y capitán de su puerto.
Por real orden de 11 de diciembre de 1911 ascendió a teniente de navío de 1ª clase (capitán de corbeta). Fue destinado como ayudante personal del vicealmirante Chacón, general jefe del Estado Mayor Central; comisionado en Berlín para la recepción de torpedos automóviles; tercer comandante del acorazado España; jefe de la Estación Torpedista de El Ferrol y vocal de la Comisión Inspectora de construcción y recepción de las minas Vickers.
En septiembre de 1917 (1ª Guerra Mundial) se encargó de la vigilancia y custodia en el Arsenal de El Ferrol del submarino alemán UB-23, así como de desactivar minas alemanas que aparecieron en aguas de Bermeo (Vizcaya). Por real orden de 27 de marzo de 1918 ascendió a capitán de fragata, siendo nombrado 2º comandante del acorazado Jaime I; después 2º comandante del crucero Cataluña; posteriormente 2º comandante del acorazado Pelayo; y por último, comandante del Giralda, yate real de Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
Por real orden de 30 de noviembre de 1920 fue promovido a capitán de navío, ocupando sucesivamente los cargos de jefe de la Base Naval de La Graña; jefe de Estado Mayor Interino del Departamento de El Ferrol; comandante del crucero Carlos V; comandante de quilla del crucero Príncipe Alfonso; comandante del crucero Princesa de Asturias, buque insignia de las Fuerzas Navales del Norte de África, participando activamente en las operaciones navales de las Campañas de Marruecos (1925-1927).
Por real decreto de 30 de octubre de 1927 ascendió a contralmirante, siendo nombrado jefe de la Sección de Personal del Ministerio de Marina. Fallecería el 5 de octubre siguiente en Madrid, con 58 años de edad.
Tenía concedidas la placa y cruz de San Hermenegildo; la cruz de María Cristina Naval de 2ª clase; seis cruces del Mérito Naval (una roja de 1ª clase y cinco blancas de 1ª, 2ª y 3ª clase); dos cruces del Mérito Militar (una roja de 3ª clase y una blanca de 2ª clase); la Medalla Militar de Marruecos con pasadores de Melilla y Tetuán; la Medalla de Oro de los Bomberos de La Habana; la Medalla de Cuba; la Medalla de Alfonso XIII; la Medalla de Los Sitios; Caballero de la Legión de Honor de Francia; Comendador de San Carlos de Mónaco; Comendador de San Benito de Avis de Portugal y numerosas felicitaciones por “su celo, inteligencia y laboriosidad en el cumplimiento de las órdenes recibidas”. Asimismo estaba en posesión de la especialidad de Torpedos y fue coautor, junto Federico Monreal Fernández-Rodil, de la obra ‘Torpedos Automóviles’ editada en 1904 por el Ministerio de Marina.
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