Un texto de Maruja Torres para el VIII Historias del Café de Cádiz

El Concurso de Relatos organizado por Café de Levante alcanza una nueva entrega con la propuesta de la escritora y periodista

Los ganadores de la VII edición se dan a conocer este sábado 6 de julio en un acto en la Feria del Libro que se celebra en el Baluarte de la Candelaria

El Concurso de Relatos del Café de Levante de Cádiz alcanza su séptima edición con un guiño a su origen

La periodista y escritora Maruja Torres.
La periodista y escritora Maruja Torres.

Cádiz/El Concurso de relatos del Café de Levante, Historias del Café, se viste de gala en la que será su VIII edición con la participación de una colaboradora de excepción, la escritora y periodista Maruja Torres. Y es que la ganadora del Premio Nadal, Premio Planeta, Creu de Sant Jordi y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entre otros reconocimientos, es la autora del texto que tendrán que completar los participantes en este certamen organizado por el simpar establecimiento gaditano de la calle Rosario.

Un inicio que se dará a conocer oficialmente durante este sábado 6 de julio, a partir de las 11.30 horas, en el Baluarte de la Candelaria en el transcurso del acto donde también se descubrirán a los ganadores de la VII edición del concurso.

Los aspirantes de esta última edición tuvieron que proseguir un relato iniciado por el poeta Jesús Fernández Palacios “en una de las más especiales ediciones del premio”, según decía entonces Tere Torres, gerente del Café de Levante, ya que el escritor fue uno de los primeros clientes de su establecimiento en los años 90.

Ahora, a Fernández Palacios, y a una cuidada y envidiable nómina de cómplices como Almudena Grandes, Luis García Gil, Felipe Benítez Reyes, Eduardo Mendicutti, Juan José Téllez y Caballero Bonald, se une también Maruja Torres con este arranque de relato:

El texto de Maruja Torres para Historias del Café

Fernando se ahuecó el pelo. Sesenta, pero aparento cincuenta. Un caballero maduro interesante, desde el gris templado que coronaba su noble cabeza hasta los mocasines de rebajas de Hugo Boss, de un marrón que se ajustaba al color del jersey de cuello alto pero no ceñido, un poco nórdico. El tino de su elección de personaje le obligó a sonreír. Esta vez no tendría que viajar a Madrid para cumplir con su trabajo. En su propia ciudad. Menuda suerte. Fernando (Fer Navas en su tarjeta profesional), salió de casa con ganas de aventura.

A poca distancia, cerca de la catedral, Marga Santos, que era Marga Santos en todas partes, para las amistades y también cuando se buscaba la vida, se roció de un culo de frasco Chance de Chanel que guardaba para ocasiones como ésta, se envolvió en un chal gris de lana buena, se atusó la media melena oscura y se dispuso a salir. Ay, casi me olvido, se llevó la mano a la boca. Sacó la navaja automática del cajón de la mesilla de noche y la metió en el bolso, una buena imitación de Prada.

La larga cola de figurantes desfilaba con rapidez hacia el interior del auditorio, gracias al eficaz trabajo de dos jóvenes ayudantes que les pastoreaban con cariño y les conducían a sus respectivos asientos, después de que maquillaje y peluquería les sometieran a su aprobación. Uno de los guías, un chico de rostro risueño y pelo rizado señaló a Fer y a Magda, separados por media docena de extras:

–Vosotros, ¡sí, la del chal y el de beige!, os sentáis en primera fila a la izquierda, junto al pasillo central. Dais como pareja de clase media que ni pintados. Hablad un poco entre vosotros, para entrar en calor.

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