En memoria de la carmelita descalza sor Matilde del Sagrado Corazón

Obituario

La hermana Matilde del Sagrado Corazón.
La hermana Matilde del Sagrado Corazón.
Carmelitas Descalzas de Cádiz

24 de diciembre 2024 - 07:00

Nuestra querida hermana Matilde consumó la ofrenda de su vida en obsequio de Jesucristo en la tarde del pasado sábado 7 de diciembre. Vive ahora eternamente con todos los santos del cielo para alabanza de su gloria.

Unos días antes recibió la Unción de enfermos de manos de nuestro capellán el P. Salvador Gómez Sánchez de la Campa. Los días siguientes, aunque no podía hablar mucho, rezaba y se mantenía en la serenidad de siempre. Se fue apagando poco a poco, rodeada del cariño y cuidado de la hermana enfermera y hermanas de comunidad. Entregó definitivamente su alma a Dios el sábado 7 de diciembre, primer sábado del mes, a las 18.40 horas, tras el rezo de la Salve comunitaria en su celda enfermería.

Matilde González Alcalde nació en Las Quintanillas (Burgos) el 25 de mayo de 1936. Su padre Máximo González Moral era guardia civil, y su madre Paula Alcalde Santos se dedicaba al hogar y el cuidado de sus tres hijos: Alberto, Matilde y Pilar.

Su infancia transcurrió en diferentes ciudades de España debido a los destinos que tuvo su padre. Vino a Cádiz acompañando a su tío Don Félix González Moral, sacerdote, que acababa de recibir una plaza como canónigo en la Catedral de Cádiz. Pero la llamada de Dios que resonó en su corazón bueno y generoso, le hizo dar un paso hacia otro servicio más radical en la vida religiosa. Después de algunos años y con el apoyo de su tío, ingresó en el Carmelo gaditano el 9 de abril de 1963, a los 26 años de edad.

La piedad era uno de sus rasgos más característicos desde la infancia. Comedida por su exquisita prudencia y amable por su buen carácter. Matilde vivió su vocación con determinada determinación y con cierto espíritu ignaciano que le heredaron sus tíos jesuitas y el Padre Jorge Loring S.J., que fue su confesor y director espiritual.

Tomó el hábito carmelitano del 11 de octubre del mismo año 1963 e hizo sus primeros votos el 12 de octubre del año siguiente tras cumplir el año canónico de noviciado.

Ocupó diversos oficios dentro del monasterio: fue sacristana por muchos años, trabajó en el obrador de los dulces y era muy buena cocinera. Como priora era prudente y de mucha caridad para con los amigos y bienhechores, a quienes confortaba y aconsejaba con sabiduría.

Sin hacerse notar, sencilla como una margarita pasaba sus días rezando, leyendo (nunca dejó de esmerarse en su propia formación espiritual e intelectual), trabajando en la soledad y el silencio. Poseía una fe profunda y firme, con un espíritu evangélico, misionero y eclesial muy grande, fue la primera hermana que pidió los documentos del Concilio Vaticano II.

También en sus años de invalidez, mientras tuvo fuerzas, rezaba el rosario, leía (y hasta tomaba apuntes), escuchaba el oficio litúrgico por Radio María y participaba de la misa comunitaria a través de un altavoz y pantalla que tenía en su celda.

Hay muchas virtudes que destacar de nuestra querida hermana, y es singular su sencillez pues a pesar de ser una mujer muy llena de cualidades y virtudes, no se señalaba entre las demás. Su suave humildad y discreta presencia prevalecían. Delicada en su trato, escuchaba atenta y hablaba poco. Siempre educada y agradecida. Le gustaban mucho los chistes, las rifas y cualquier cosa que pudiera alegrar a los demás. Amaba mucho a Santa Teresa del Niño Jesús, vivió su espiritualidad y ejemplo, tanto así, que tenían muchos rasgos en común.

Damos gracias a Dios por su vida, y a pesar de la tristeza por su partida, no deja un vacío en nuestros corazones, sino la grata presencia sobrenatural de su intercesión desde el cielo y su dulce recuerdo, que llena de amor y paz.

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