“La migración es un tema doloroso, duro para la familia”

Carlota Martínez Alba. Misionera de la congregación de las Esclavas del Divino Corazón

La religiosa sevillana, misionera en Angola y Filipinas, ha presentado en Cádiz la 66 Campaña contra el Hambre de Manos Unidas

"Manos Unidas es un símbolo de que otro mundo es posible"

La misionera Carlota Martínez Alba, en el Seminario Diocesano de Cádiz.
La misionera Carlota Martínez Alba, en el Seminario Diocesano de Cádiz. / Lourdes de Vicente

La ONG católica Manos Unidas impulsa este fin de semana en las iglesias su 66 Campaña contra el Hambre. Durante toda la semana, además, ha estado presentando en Cádiz la campaña, que este año tiene como lema ‘Compartir es nuestra mayor riqueza’. La misionera sevillana Carlota Martínez Alba, religiosa de la congregación Esclavas del Divino Corazón, fue la responsable de poner voz a los proyectos que esta asociación realiza en las misiones gracias las aportaciones económicas que recibe en España.

Pregunta.–Ha estado 17 años de misionera en Angola y tres en Filipinas. Dos países muy distantes. ¿Siempre se ha movido en el campo de la educación?

Respuesta.–Pues la verdad, muy distantes y diferentes las dos culturas. Sí, nuestro carisma es la educación. Es verdad que en Angola, en general en los países africanos, la educación va muy unida a la salud, al tema de la medicina. Nosotros apoyamos también, aunque no directamente, a enfermeras o médicas. Pero las dos cosas van unidas ahora mismo.

P.–¿Por qué exactamente?

R.–Es que unidas al problema del hambre y la miseria están también las condiciones alimentarias y las enfermedades. Entonces, si tú ayudas a una persona a tener buena salud, va a desarrollarse mejor, va a aprender mejor y va a tener más capacidades y después va a tener un mejor horizonte. En estos lugares, si te dedicas solo al desarrollo, solo a la educación o solo a la salud, pues después les falta algo esencial. Nuestra escuela en Luanda atiende a 900 alumnos, niños y niñas, entre los 5 y los 16 años dos turnos.

P.–¿La escuela es abierta a todo el mundo, tiene alguna vinculación con el Estado?

R.–Somos como aquí una escuela concertada. Ellos nos pagan a los profesores, a algunos profesores, y nosotros seguimos el currículum del gobierno. Otra característica de nuestra escuela es que intentamos que sea una escuela igualitaria, que en cada clase haya 50% niños y 50% niñas. Para las niñas, sobre todo, el acceso a la educación es difícil porque algunas familias tienen que escoger a quién mandar a la escuela por motivos económicos. Y normalmente se escoge al niño en vez de a la niña. Entonces, a partir de hacerlo más igualitario damos más posibilidades a que las niñas estudien y lleguen hasta el final de sus estudios con éxito.

P.–¿Qué más problemas encuentran en Angola?

R.–Allí, para mí, uno de los principales problemas que ahora mismo existe son los estudios superiores; es decir, tipo bachillerato o universidad. Normalmente, son muy caros y no todo el mundo puede tener acceso. Además, hay pocos centros o casi ninguno de Formación Profesional, con lo cual los niños ya no saben qué hacer a los 16 años. Entonces, o se dedican al comercio informal, a vender por las calles, o pueden caer en bandas violentas. Hay mucha demanda de los padres sobre qué hacer con sus hijos. Muchos piensan que lo mejor es mandarlos fuera del país, pero si se van yendo los jóvenes que son el presente y futuro, ¿quién va a cambiar el país.

Eso por una parte. También está la corrupción generalizada del país, que está a todos los niveles y que ralentiza mucho las libertades y los derechos de las personas a desarrollarse, a pensar libremente y a poder soñar con una Angola mucho mejor.

P.–Lleva en Cádiz y su provincia una semana realizando charlas y explicando los proyectos de Manos Unidas. ¿Todas estas campañas cree usted que pueden servir para algo, para concienciar, para mover un poco a este primer mundo respecto a las necesidades que hay en las tierras de misión?

R.–Hombre, yo creo que sí. De hecho, que sea la 66 campaña de Manos Unidas quiere decir que esto tiene vida, tiene sentido y que ayuda. Ojalá pudiéramos tener más envergadura, pero cada uno va poniendo su granito de arena y yo creo que sí, que ayuda. Ayuda mucho a tomar conciencia, a conocer realidades de otros países, de otros hermanos nuestros que tienen los mismos derechos que nosotros y que desgraciadamente no pueden acceder a ellos. Manos Unidas está haciendo una labor muy bonita.

Nosotros, de hecho, hemos construido escuelas, puestos de salud, pozos de agua. Con un coche tenemos campañas de alfabetización y de vacunación de niños. Estamos creando ahora unos módulos de formación profesional para todos estos niños que se quedan sin estudiar, pues que puedan tener un oficio, un trabajo, que puedan tener horizonte. Y doy fe de que el dinero invertido en Manos Unidas es dinero que llega y, además, dinero que se multiplica.

P.–Y una última reflexión sobre el tema de la emigración en Angola. ¿Cómo se vive desde allí, desde la otra parte?

R.–La migración es un tema doloroso. O sea, tener que plantearte desprenderte de tus hijos, mandarlos fuera, quedarte sin ellos, porque no puedes darles una educación buena que les dé un futuro... Es muy triste. Y, además, eso genera por detrás mafias. Y después mi preocupación es que si los jóvenes se van, ¿qué pasa con el país?, ¿quién lo levanta?, ¿quién lo cambia? Porque están todos soñando con salir fuera. Es verdad que desde Angola es más difícil todo el tema de cayucos y pateras que estamos viviendo en el Mediterráneo, y con Canarias. Pero sí, en muchos hay un deseo de salir del país y eso es doloroso

P.–Incluso ese deseo me dice que nace a veces en la propia familia.

R.–Sí, sí, sí; porque, claro, ven que hay poco futuro, que los hijos tienen que vivir ahí y no quieren. Entonces, en el fondo ellos quieren lo mejor para sus hijos, pero imagínate el sacrificio que es desprenderte de tu hijo y decirte: “Lo mando fuera porque quiero lo mejor para él, pero yo me quedo sin él”. Es muy duro para la familia.

stats