Miguel Iglesias, el guardacoches de la plaza de San Antonio de Cádiz

Retrato de otra época

Hasta los 10 años, cuando le regalaron un triciclo, se arrastraba por el suelo a causa de una poliomielitis que sufrió con solo dos años de vida

Muchas generaciones de familias gaditanas y sus hijos lo trataron por su actividad pública en la céntrica plaza de la capital

Miguel Iglesias López, en la plaza de San Antonio, donde ejerció de guardacoches en la década de los años 70 del

En la edición de hoy recorremos la biografía de una persona ejemplar que a sus 88 años disfruta de una vida plena, tras años de lucha. Miguel Iglesias López es conocido por muchas generaciones de gaditanos como el guardacoches de la plaza de San Antonio. Gran parte de su vida ha transcurrido en dicha plaza, en la época en que se podía aparcar en los alrededores de e incluso en la propia plaza hasta que se construyó el aparcamiento subterráneo.

Miguel Iglesias nació en la calle Bendición de Dios, 12, en el bajo, en pleno barrio del Mentidero el 18 de marzo de 1936. A los dos años su vida cambió al sufrir una poliomielitis que le afectó a las dos piernas, por lo que nunca más pudo andar.

A la edad de 10 años, por una petición de los padres carmelitas, el gobernador civil Ricardo Zamora le regaló su primer triciclo. Hasta entonces, acudía a la cercana iglesia del Carmen arrastrándose por el suelo, como recuerda con esa memoria prodigiosa que conserva a sus 88 años.

La plaza de San Antonio fue su lugar de trabajo durante muchísimos años y a la que le tiene un recuerdo especial. Comenzó a los 10 años repartiendo los mandados a los vecinos de dicha plaza. Mas tarde, cuando empezaron a proliferar los coches comenzó a vigilar los vehículos que aparcaban en la plaza. Los domingos cambiaba su lugar de trabajo a las inmediaciones de la iglesia del Carmen, donde cuidaba los coches mientras se celebraba la misa.

Con el tiempo obtuvo la autorización del Ayuntamiento de Cádiz como guardacoches teniendo la tarjeta con el número 1, que aún hoy conserva como un tesoro. Llevaba en la silla un calzo de madera que dejaba al conductor del coche para que durante el aparcamiento el coche pudiera subir a la acera. También en la silla de ruedas, en los laterales, llevaba dos cajas con novelas que alquilaba a 50 céntimos , siendo los taxistas sus principales clientes. Recuerda a los vecinos de la plaza de esa época como las familias Mariñas, Sancho, Cervelló, Pemán, Bocanegra, Pascual, Aramburu, etc, quienes lo trataban como si fuera su familia. Su jornada de trabajo era de diez de la mañana a ocho de la tarde. En los ratos que podía bobinaba los motores de las grabadoras para sacarse un extra con el que poder llegar a fin de mes. Los días con más movimiento de trabajo en la plaza era cuando había festejos y celebraciones en el Casino Gaditano.

Contrajo matrimonio en 1970 con Carmen Poley y tuvo tres hijos, por lo que quiso cambiar de trabajo para mantener la familia. Amplió sus conocimientos y formación, pagando con su dinero los profesores particulares, para aprender taquigrafía, mecanografía, francés y matemática.

Miguel Iglesias en una de sus jornadas de venta de cupones en la calle Ancha, con el matrimonio Colombo Roquette y, detrás, José Repeto y Manuel Bocanegra.

Con el tiempo entró en la Asociación Nacional de Inválidos Civiles de España autorizándole como guardacoches con un ticket de dos pesetas para el aparcamiento y que serviría para toda la ciudad hasta 1975.

Ese año, gracias como recuerda a Pedro Valdecantos, entró en la organización de la Once y se dedicó a la venta de cupones de ciegos en la calle Ancha, esquina Sagasta, hasta su jubilación en el año 2001.

Agradecimiento por la colaboración del texto y fotografías a Miguel Iglesias y a Joaquín Hernández ‘Kiki’.

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