¿Qué es la misa de dedicación de la Castrense?

El templo del Falla acoge este sábado una singular ceremonia que simboliza la vuelta al culto tras la rehabilitación y que presidirá el arzobispo castrense

Altar mayor de la Castrense, dispuesto para la ceremonia de dedicación del templo.
Altar mayor de la Castrense, dispuesto para la ceremonia de dedicación del templo. / Lourdes De Vicente

La Castrense será escenario este sábado de una ceremonia religiosa muy poco habitual, que hace décadas que no se celebra en la ciudad. En el templo de la Plaza del Falla se celebrará hoy sábado solemne eucaristía bajo el Ritual de dedicación de iglesias y altares (uno de los más de 30 libros diferentes que recogen las muy dispares ceremonias o celebraciones cuyo desarrollo está perfectamente estructurado por el Vaticano); ceremonial habitualmente reservado para cuando una iglesia nueva va a abrir al culto, pero que tiene ciertas excepciones que coinciden con lo ocurrido en este templo.

Así, se contempla celebrar esta misa de dedicación en “iglesias en las cuales ya se acostumbra celebrar los sagrados misterios”, siempre que concurran estas circunstancias. “Que el altar no esté aún dedicado, pues tanto la costumbre como el derecho litúrgico prohíben, con razón, dedicar una iglesia sin dedicar su altar, ya que esto último es la parte principal de todo el rito”. Y “que haya tenido lugar en el edificio algo nuevo o muy cambiado, sea en su construcción material (por ejemplo, una radical restauración), sea en su estatuto jurídico (por ejemplo, su elevación a iglesia parroquial)”.

El segundo condicionante es bien claro en la Castrense, sometida estos últimos seis años a una integral rehabilitación que ha llevado consigo, entre otras intervenciones, a la construcción de un nuevo altar (que será dedicado en esta jornada sabatina). Pero es que además en la Castrense no consta documento alguno sobre la dedicación que se hiciera ni de la primitiva capilla construida en 1653 ni tras la reforma del siglo XIX; ni tampoco existían las cruces (generalmente doce) que simbolizan la consagración de un templo.

Atendiendo a estas razones, la Castrense será dedicada este 29 de abril en una misa que se celebrará a las doce del mediodía y que presidirá el arzobispo castrense de España, Juan Antonio Aznárez, que protagoniza así su primera visita oficial a Cádiz desde su toma de posesión en enero de 2022.

¿Y qué supone esta misa de dedicación del templo? ¿Qué ceremonias o símbolos extraordinarios se desarrollarán en la Castrense? Lo más significativo de la misa de este sábado tendrá lugar tras la homilía que pronuncie el arzobispo castrense. Hasta ese momento se desarrollará una eucaristía normal; pero tras la homilía y el Credo, todos los asistentes se arrodillarán mientras se rezan las letanías de los santos, y tras ello se procederá a colocar la reliquia en el nuevo altar.

En el caso de la Castrense, bajo el altar se colocarán las reliquias de San Pedro Poveda, el sacerdote nacido en Linares en 1874, fusilado al inicio de la Guerra Civil en julio de 1936 y canonizado por el Vaticano en 2003. “El obispo va al altar. Un diácono o un presbítero lleva las reliquias al obispo, quien las coloca en el sepulcro preparado para recibirlas. Mientras tanto, se canta una de las antífonas siguientes, con el salmo 14 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado. Mientras tanto, un albañil cierra el sepulcro, y el obispo regresa a la cátedra”, establece el ritual de la dedicación de un templo para este momento central de la celebración.

Acto seguido se procede a la unción del altar y de los muros de la iglesia, para lo que el ceremonial católico establece que el arzobispo “vierte el crisma en el medio y en los cuatro ángulos del altar, y es aconsejable que unja también toda la mesa”. “A continuación, unge los muros de la iglesia, signando con el santo crisma las doce o cuatro cruces adecuadamente distribuidas, con la ayuda, si se juzga oportuno, de dos o cuatro presbíteros”. Todo ello mientras se canta una antífona.

Posteriormente “se coloca sobre el altar un brasero para quemar incienso o aromas, o, si se prefiere, se hace sobre el altar un montón de incienso mezclado con cerillas, y el obispo echa incienso en el brasero o con un pequeño cirio que le entrega el ministro enciende el montón de incienso”. Sigue la celebración con la incensación del altar, su limpieza y vestimenta, con las oportunas luces (cirios) y flores (si se quiere), recuperando a partir de ahí el desarrollo normal de la misa.

“Esta ceremonia marca una nueva etapa en la vida de la parroquia. Ahora hay que seguir trabajando para seguir acercando Dios a la gente y atender cristianamente a todos los feligreses”, traslada César Sarmiento, el párroco de la Castrense que hoy, 370 años después, será dedicada.

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