“Ser misionera me ha hecho descubrir mi pequeñez y la grandeza del ser humano”

Día del Domund 2020

Isabel Fernández Escobar es una de los 43 misioneros que la diócesis tiene repartidos por el mundo

“Tenemos que aprender a vivir la frustración constante”, afirma la religiosa de las Esclavas del Sagrado Corazón sobre su labor

La misionera y doctora Isabel Fernández, en su consulta de un centro de salud de Camerún.

La Iglesia celebra hoy la jornada del Domund, dedicada a concienciar sobre la realidad de los misioneros y a recaudar fondos que sigan permitiendo el desarrollo de esta labor en los rincones del mundo más necesitados. 43 de estos misioneros son los que actualmente tiene repartidos por el mundo la diócesis de Cádiz. Entre ellos, a Isabel Fernández Escobar, una gaditana de 44 años de edad que pasó de la Facultad de Medicina de Cádiz a la congregación religiosa de las Esclavas, en cuyo colegio había estudiado, para ser hoy la directora de un centro de salud en Camerún.

Isabel Fernández ha pasado por diversos destinos desde que decidió ser religiosa. Cañete de las Torres (Córdoba), Salamanca, Madrid, Córdoba, Cádiz, Jerez... Hasta que se entregó a las misiones hace unos años, estando destinada primero en Guinea y actualmente en la región de Bikok, cerca de la capital de Camerún (Yaundé).

–¿Cómo y cuándo surge su vocación por las misiones?

–La vocación misionera surge de forma más nítida cuando tenía 18 años, incluso antes de plantearme siquiera la vocación religiosa. Acababa de empezar a estudiar Medicina y en las prácticas en el hospital me encontraba a diario con muchas situaciones de dolor y sufrimiento. Estas situaciones me hicieron preguntarme por el sentido de la vida: ¿para qué sirve mi vida si no es para compartirla con otros? Es a partir de este momento cuando surge en mí la llamada a no quedarme en mi pequeña realidad, si no a ir un poco más allá de lo que me rodeaba. Me impresionaba mucho la Madre Teresa de Calcuta, su entrega a los más pobres y su dedicación a ellos más allá de fronteras, razas o culturas; y así fue como surgió esa vocación misionera. Luego vino la vocación religiosa, que siempre estuvo muy unida a la vocación sanitaria; entendí que si quería entregar mi vida a los demás no podía hacerlo por mi cuenta, si no que Dios me llamaba a hacerlo con otros y consagrando mi vida a Él. Y fue entonces cuando decidí ser religiosa de las Esclavas del Sragado Corazón de Jesús. El carisma de las Esclavas sintonizaba muy bien con lo que yo deseaba y con la llamada que sentía que Dios me hacía a “estar cerca de las rupturas del mundo y a curar toda enfermedad y dolencia”.

–¿Es fácil desprenderse de todo lo que uno tiene cerca y marcharse a lugares tan lejanos como Guinea o Camerún?

–La verdad es que estar lejos no supone para mí una gran renuncia, se trata más bien de vivir la entrega a otros allí dónde se necesite y de hacerlo con gozo y alegría. Por supuesto que desprenderse de todo lo bueno que te rodea, de la seguridad física y material, de tener a los seres queridos cerca, de ciertas comodidades, de buenas comunicaciones, no es siempre fácil, y en ocasiones echo de menos cosas sencillas como estar cerca de mis sobrinas y verlas crecer, salir a tomar un café con amigos, tener tiempo libre para pasear o ir al cine, estar con la familia de forma presencial y no siempre a través de una llamada de teléfono, normalmente con cobertura bastante mala, etcétera. Pero sinceramente, siento que en mí tiene más fuerza la misión, el sentirme llamada a estar cerca de los que sufren, el estar disponible y abierta para salir de mis comodidades y llegar allí dónde es necesario echar una mano, aunque lo que yo pueda aportar tampoco sea mucho.

–¿A qué escenario se enfrenta usted a diario?

–Los escenarios a los que me enfrento son muy variados. Vivo en una comunidad de cinco hermanas y tres jóvenes que acaban de iniciar sus primeros pasos en la vida religiosa. Atendemos una misión en una zona rural de la selva tropical de Camerún. La misión se encuentra a unos 75 kilómetros de Yaounde, la capital de Camerún, pero es una zona con rutas muy inaccesibles y rodeada de una población muy pobre. En la misión tenemos una escuela infantil, un centro de salud y una casa de acogida para retiros, ejercicios espirituales y formación. Cada día es una sorpresa, nunca puedes programar nada, porque nunca sabes lo que va a ocurrir: un día no hay luz, otro día hay una urgencia médica por la noche y hay que salir corriendo, otro nos quedamos sin agua, otro llueve y las rutas se hacen impracticables... así que tenemos que aprender cada día a vivir a la intemperie y a aceptar la frustración constante, porque generalmente las cosas nunca salen como tú las has programado.

–¿Cuál es su labor en el momento actual?

–En este momento soy la responsable del centro de salud que las Esclavas tenemos en Camerún. Es un centro con mucha proyección hacia fuera y que funciona desde hace más de cincuenta años. Empezó con la llegada de una hermana enfermera, que atendía a la población haciendo curas, atendiendo partos y demás; y poco a poco fue creciendo dada la necesidad que había, hasta convertirse en un pequeño hospital.

–¿En qué condiciones ejerce allí la Medicina?

–Nuestro dispensario está muy bien equipado, contamos con un laboratorio que posibilita una gran variedad de diagnósticos, tenemos servicio de maternidad, unidad de enfermos de sida y tuberculosis, 24 camas para hospitalización, tanto de adultos como pediátrica, atención a enfermos de cuidados paliativos y mucha ayuda de varias ONGs, colaboradores y voluntarios que vienen a formar al personal o a liderar campañas y que también nos apoyan económicamente en varios proyectos. Sin la ayuda de tantas personas, entre hermanas, personal del centro, laicos, amigos y familiares, nada de esto sería posible. No obstante, a pesar de que el centro está bien equipado hay muchas cosas que no podemos hacer y muchos tratamientos a los que no podemos acceder sencillamente porque aquí no existen o están en constante ruptura de stock. Los medios son sencillos e intentamos ofrecer un servicio de calidad, pero sobre todo de calidad humana; de acogida, acompañamiento, apoyo, cercanía, ternura...

La religiosa misionera, en su trabajo.

–¿A qué dificultades se enfrenta?

–La mayor dificultad o los retos más importantes tienen que ver con la formación, tanto del personal como de la población. En esta zona de Camerún aún hay mucha creencia en los malos espíritus y es difícil que los enfermos se adhieran a los tratamientos, pues a menudo achacan la enfermedad a cuestiones más espirituales, como mal de ojos, demonios, pecado de los antepasados... Otras dificultades tienen que ver con las condiciones climáticas y del entorno, el difícil acceso por carretera, las lluvias torrenciales o las aguas estancadas que son focos de enfermedades.

–¿Cómo se ha vivido o se está viviendo el coronavirus allí?

–El 17 de marzo comenzó el confinamiento en Camerún y desde ese momento el centro de salud adoptó las medidas de protección necesarias para evitar la contaminación. Lo cierto es que a día de hoy hemos realizado más de 700 test de coronavirus y se han diagnosticado más de 90 casos positivos. En comparación con lo que está sucediendo en Europa la situación en Camerún es relativamente estable y la incidencia no ha sido tan elevada como se esperaba. En un principio se hablaba de África en términos apocalípticos, pero sin embargo las cosas han sido muy diferentes. Hay muchos factores que influyen, como la edad media de la población que es baja, la selección natural, la inmunización de la población que está constantemente expuesta a muchas otras enfermedades infecciosas, el clima... Todo esto hace que los casos que vemos son asintomáticos en su mayoría, y solo algunos más graves. Lo más difícil es sensibilizar a la población que en su mayoría piensa que el coronavirus es una invención occidental y que aquí no existe. Insistimos mucho en el uso de la mascarilla y la distancia social, pero en esta realidad eso es bien difícil. La gente hace su vida en las calles, en los mercados, y los actos sociales como los entierros, tienen mucha relevancia social. Hay aglomeraciones en las calles, en las iglesias, en las curanderías, en los hospitales, en las escuelas, y cuesta mucho concienciar de la importancia de la prevención.

–¿Qué le ha enseñado a usted la misión?

–Creo que la misión me ha enseñado a descubrir mi propia pequeñez y a la vez la grandeza del ser humano como hijo de Dios. Vivir en una realidad y una cultura tan diferente a la que me crié me ha ayudado a comprender que no hay culturas o tradiciones mejores o peores, y que en todo puedo encontrar el rostro de Dios presente en la historia. Me ha ayudado a dejar de un lado nacionalismos, individualismos, y a entender que estamos llamados a ser hermanos. Desde que salí de España se ha abierto para mí una nueva realidad y voy aprendiendo a mirar el mundo desde otras perspectivas que no siempre tienen que ser las mías. En Guinea descubrí que la misión de la Iglesia es una, y que la vida religiosa está llamada a trabajar con otras personas, congregaciones, organismos, pues sólo junto a otros es posible la Buena Noticia del Evangelio. Allí también descubrí que solo a través de relaciones sencillas y fraternas es posible transmitir el rostro de un Dios tierno que acompaña a su pueblo. En Camerún voy descubriendo la importancia de nuestro carisma reparador, y de hacerlo visible a través de relaciones y actitudes que construyen, que no apuestan por la violencia, que ponen en primer lugar el servicio y no el poder, que son inclusivas, que dan valor a lo pequeño, que cuidan de la creación y que priorizan todo lo humano.

Foto de familia de Isabel Fernández con su comunidad en Bikok.

–¿Tiene previsto regresar a Cádiz, o a España, de forma estable en algún momento?

–Nosotras las Esclavas vivimos nuestra vocación con disponibilidad, de manera que allí dónde se nos necesita, estamos llamadas a ir. En este momento de mi vida estoy en Camerún, porque es aquí donde la congregación me ha enviado. Si mañana me envía a otro sitio del mundo me gustaría estar disponible para decir que sí. Pertenezco a una congregación universal, presente en 24 países del mundo, y es algo que me gusta mucho pues me ayuda desear tener el corazón abierto y sin fronteras.

–¿Por qué es necesario participar en la campaña del Domund?

–El Domund nos recuerda que la Iglesia es universal y que todo cristiano está llamado a ser misionero, es decir, a llevar la Buena Noticia a todo el mundo, a mostrar con la vida el rostro de Dios, a decirle a todo ser humano que su vida tiene sentido y que Dios apuesta por él y está con él. Por eso es necesario participar de esta campaña, cada uno en la medida de sus posibilidades, a veces será con apoyo económico, otras estando presente en diferentes realidades de misión, otras con el apoyo de la oración, pero de una forma u otra, todos estamos llamados a hacer posible el sueño de Dios para el mundo.

El Domund en Cádiz: Misa en la Catedral y videoconferencia en las redes

La jornada del Domund tendrá hoy dos actos principales. A las doce del mediodía, el obispo presidirá una misa en la Catedral en la que se pedirá especialmente por los 43 misioneros que la diócesis contabiliza en la actualidad y que están repartidos por América, Asia, África y Europa.

Y por la tarde, a partir de las ocho, podrá seguirse a través de las redes sociales del Secretariado Diocesano de Misiones una videoconferencia en la que participarán algunos de esos misioneros –entre ellos la propia Isabel Fernández, desde Camerún– para compartir sus experiencias y para resolver las dudas o cuestiones que plantee cualquiera que siga este acto.

3 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último