Los monumentos no dan problemas en Cádiz
Guía de monumentos
Entre esculturas y bustos la ciudad cuenta con unas 70 piezas
Muchos son de políticos españoles e hispanoamericanos que conviven perfectamente
Las estatuas y monumentos conmemorativos son víctimas silenciosas de conflictos sociales. La muerte en manos de un agente del afroamericano George Floyd, provocó en numeras ciudades de los Estados Unidos un movimiento contra el racismo policial, pero también contra el racismo histórico, llevándose por delante a estatuas de prohombres americanos calificados como esclavistas. Una marea que ha afectado también a otros países, como el Reino Unido, y que en España ha dejado en el aire la continuidad de monumentos dedicados a Cristóbal Colón, cuya icónica estatua en Barcelona sufrió un pequeño incendio provocado.
En Cádiz la verdad es que las estatuas y monumentos viven con una relativa tranquilidad, más allá de las que están en la lista de espera de la Ley de Memoria Histórica, que saben que tarde o temprano acabarán en los depósitos municipales, como pasará con todo lo relacionado con José María Pemán o los dos alcaldes Carranza.
El resto no da la lata y apenas son noticia salvo por algún acto vandálico siempre ajeno a la realidad histórica de sus protagonistas o el robo de la imagen o parte de ella por causas desconocidas, como pasó con el poeta Rubén Dario, cuyo busto apareció dentro de una maleta en un solar de la ciudad en 2014, o más de una las placas existentes en la galería de líderes y escritores hispanoamericanos que llenan la Alameda Apodaca.
Son noticia, de forma puntual, cuando se les hace un profundo lavado de cara o cuando, por el contrario, se saca a la luz los achaques provocados por el paso del tiempo. Hay casos excepcionales, como la espada caída este sábado del Monumento a la Constitución, que a la espera del informe municipal habrá que ver si ha sido todo producto del mal estado del conjunto artístico, más que de un acto de vandalismo
Según el catálogo de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento, en Cádiz hay unos setenta elementos conmemorativos, desde monumentos a estatuas pasando por bustos y cabezas, que son las que se exponen al aire libre en la Alameda.
Hay una fuerte presencia política que no ha provocado críticas, más allá de los relacionados con la dictadura franquista.
Así, uno de los grandes referentes es Segismundo Moret, en lugar preferente en la plaza de San Juan de Dios. Gaditano que fue presidente del Consejo de Ministros a principios del siglo XX y que junto con el alcalde Cayetano del Toro (con conjunto escultórico en la plaza Fragela) impulsaron el derribo de la muralla de la ciudad.
Emilio Castelar tiene su monumento en el centro de la plaza de Candelaria y su lucha con la realidad sólo choca con las palomas y alguna pintada a tiza en su pedestal. A él se le unen los bustos al padre del andalucismo Blas Infante, que sí ha sufrido algún ataque, al fundador del PSOE Pablo Iglesias y a Fermín Salvochea o los monumentos a Columela y a Lucio Cornelio Balbo el Menor.
La presencia americana es muy importante. Es lo lógico. Nuestra relación con los países hispanos ha sido intensa y extensa, producto de una de nuestras etapas de mayor riqueza económica y cultura. Junto a los bustos y cabezas expuestos en la Alameda, destacan las espectaculares esculturas ecuestres de Simón Bolívar en la glorieta que lleva su nombre y del general San Martín en la plaza de San José. Y más reciente la escultura dedicada al venezolano Fernando de Miranda. Todo lo cual deja claro que aquí no ha existido impedimento alguno a la hora de recordar a las grandes figuras de la independencia de las colonias americanas, lo cual algo dice de la forma de ser del gaditano.
Mirando al mar, esperando la llegada de los grandes veleros, la escultura de la Alegoría de Gades, obra de otro gran gaditano, Juan Luis Vassallo, el único que cuenta con doble presencia pues el Paseo Marítimo acoge una copia de esta figura. La erección de un monumento o una estatua tiene siempre un componente de reconocimiento, aprobado por una mayoría más o menos amplia de la sociedad. Ese cariño es más evidente cuando se refiere a vecinos que han jugado un papel referente dentro de nuestras tradiciones más populares o han dejado patente su carácter social.
El propio Cayetano del Toro, más allá de su estancia en la Alcaldía, fue un médico que no dudó en atender a las clases más desfavorecidas de la sociedad. Junto él está Manuel Rodríguez Morales, otro de los grandes médicos que ha dado la ciudad.
Gaditano de adopción y de corazón fue Fernando Quiñones, que inicia el camino en la puerta de La Caleta rumbo al paseo que lleva su nombre, muy cercano al inmenso busto, desaparecido en su día, dedicado a uno de los grandes del Carnaval, Paco Alba. En la otra punta del casco antiguo, a pie del barrio de Santa María, otro carnavalero: Manuel Moreno.
Santa María, cuna del flamenco en España, recuerda a Aurelio Sellés, Chano Lobato, Mariana Cornejo y la Perla de Cádiz.
No podía faltar Manuel de Falla, aunque la ciudad haya sido incapaz de poner en marcha un museo dedicado al compositor, ni Carlos Edmundo de Ory, inquieto en su espacio elegido dentro de la Alameda del que se sale dispuesto a darse una vuelta por la ciudad; ni Celestino Mutis, que al menos tiene un parque pero que ve cómo se ha perdido el jardín botánico que él puso en marcha junto a la primitiva Facultad de Medicina.
Una ciudad que en su callejero tiene a tantos nombres relacionados con la Iglesia Católica sin embargo mantiene en sus calles y plazas un número muy limitado de monumentos religiosos.
Eso sí, los patronos San Servando y San Germán, presiden la entrada al casco histórico, como a principios del pasado siglo daban la bienvenida a quienes llegaban en barco a la ciudad. En la avenida del 4 de Diciembre está la columna del Triunfo de la Virgen del Rosario, mientras que en Argüelles se levanta la dedicada a San Francisco Javier, a las que más recientemente se le ha unido la estatua dedicada a San Juan Bosco, en la plaza de San José.
La imagen del Beato Diego José de Cádiz sí ha sido objeto de polémica hasta el punto de que su nombre ha caído del nombre del Colegio Mayor de la UCA.
Y una pequeña imagen de La Galeona, instalada en el Faro de las Puercas, impulsada por el periodista Emilio López.
Dos reyes de relevancia para la Historia de España, Carlos III y Juan Carlos I, tienen sus bustos en la ciudad como tiene un monumento, el de referencia de Cádiz por su magnitud y belleza, la Constitución de 1812, que preside una plaza de España pendiente de una profunda reforma, como la que necesita el propio monumento, que apenas tuvo una limpieza en profundidad de cara a los fastos del Bicentenario en 2012.
También sobresale por la prestancia que se le dio el dedicado al Marqués de Comillas, abriendo la Alameda y que llegó a albergar una biblioteca subterránea, cerradas hace décadas.
No es éste un listado exhaustivo, pero en el mismo no puede faltar el busto a José Moreno de Mora, junto al Hospital, hoy Facultad de Económicas, que él financió. Como el de Antonio Accame, otro de los grandes hombres de nuestra cultura. O Diego Fernández Montañés que dejó su fortuna, entre otras cosas, para el desarrollo del puerto de Cádiz y cuyo busto, la verdad, es que está algo perdido en una de las esquinas de Canalejas.
La ciudad rememora las cuatro estaciones en cuatro esculturas que el Ayuntamiento ha restaurado y situado en las cuatro esquinas de la plaza de Mina; recuerda a los Niños del Paraguas, nacidos de una novela francesa del siglo XVIII, en un conjunto mil veces fotografiado y recientemente recuperado por Aguas de Cádiz y no se olvida tampoco de Félix Rodríguez de la Fuente.
Los tiempos modernos transformaron el monolito que se levantó en Canalejas con motivo del 25 aniversario de la victoria del General Franco, “los 25 años de Paz” que promovió el entonces ministro de Información Manuel Fraga, en un monolito dedicado a la paz. Cerca está el monumento a la libertad de expresión, de lectura para muchos complicada como el monumento a la Constitución de 1978, el pájaro, ambos obras del malogrado artista Luis Quintero. La ciudad recuerda la tragedia de la Explosión de 1947 con un monolito muy original levantado a escasos metros del lugar donde estaban apiladas las minas que estallaron. Y recuerda también sus 3.000 años de historia, año arriba año abajo, con un monolito de suerte esquiva, que primero se instaló en San Juan de Dios y ahora tiene un precario acomodo junto a la estación del tren.
En el catálogo de monumentos, monolitos, estatuas y bustos de la ciudad, la Ley de Memoria Histórica tiene lista de espera para la retirada de todas aquellas dedicadas a quienes, según el parecer del equipo municipal que desarrolla esta Ley en la ciudad, participaron en el régimen franquista. Primero salió el inmenso busto de Ramón de Carranza, obra también de Vassallo, ubicado en la planta noble del Ayuntamiento; está pendiente de retirada el dedicado a José María Pemán en el Parque Genovés, y el monolito de José León de Carranza ubicado junto al puente que lleva su nombre. Ajeno a estos avatares esté la inmensa figura del general Miguel Primo de Rivera. Está escondido junto al edificio Centro Reina Sofía, tal vez como pensando que “yo aquí callado, para que no me muevan”.
Sí se movió, y de forma estruendosa, el Ave Fénix que preside el edificio de su mismo nombre, en la plaza de San Juan de Dios y que en su día fue la edificación más alta de Andalucía. Hace ya unas décadas fallaron los agarres y se precipitó a la calle, afortunadamente sin provocar daños personas. Es la única escultura que ha sido parcialmente destruida en la ciudad. Pero no fue por la mano del hombre o la mujer.
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