La movida de la pandemia en Cádiz

Ocio nocturno

Recorrido de una noche por la concentración de coches tuneados en la calle Alcalá de los Gazules, las terrazas del Paseo y los botellones de la Punta y la Alameda

Jóvenes en la zona de Alameda pasadas las dos y media de la madrugada del sábado.
Jóvenes en la zona de Alameda pasadas las dos y media de la madrugada del sábado. / Miguel Gómez
Melchor Mateo

08 de agosto 2021 - 07:00

Tiempos de pandemia, días de limitaciones, mascarillas, aforos restringidos y un sinfín de normas que a veces chocan entre sí pero que son las que hay. El ocio nocturno está en el punto de mira y los jóvenes llevan el cartel de presuntos culpables. Muchos no están vacunados y, por la edad que tienen, son los que más vida social hacen. Los botellones son el centro de la polémica, los mismos que estaban ya prohibidos desde antes de la pandemia pero que ahora están resurgiendo.

Todo esto se produce con la lucha política de una Junta que pide que se impida el acceso a las playas, un Ayuntamiento de Cádiz que dice que es imposible llevar a la práctica eso y también la de perseguir los botellones, salvo aquellos casos en los que la situación se va de las manos o cuando haya una llamada ciudadana.

¿Cómo es la movida en una noche de pandemia? En Cádiz no hay una movida sino muchas y para ello depende de los gustos y, también de las edades. A las 11.30 todo está más o menos tranquilo. Dos periodistas, un redactor y un fotógrafo, que ya están fuera del circuito de la movida nocturna desde hace años, no encuentran a esa hora prácticamente ningún botellón. Nada en la Alameda, nada o casi nada en La Caleta y apenas tres o cuatro en la parte superior del pabellón de La Mirandilla.

Pero ante unos periodistas que andan desactualizados, en este último lugar hay un grupo de seis chicos dan la clave: “Veniros por aquí a las dos de la mañana y ya veréis como se pone esto”. Y es que la mayor parte de los botellones empiezan a esta hora y sitúan el lugar más caliente: la Alameda.

En un momento en el que las generaciones que se mueven en los 40-50 años se mira con algo de superioridad a los que vienen detrás y nos llevamos las manos a la cabeza, sufrimos un poco de amnesia y habría que ver cómo nos habríamos comportado si esto nos hubiera tocado hace 25 años. Una de las chicas de este grupo en La Mirandilla dice que ha cumplido los 18 años durante la pandemia y muestra su desesperación por lo que está pasando.

Reconocen que de vez en cuando va por allí la Policía y que también les ponen multas. De ahí que cuando aparecieron los dos que firman el reportaje, se les heló la sangre e incluso hicieron desaparecer alguna cosa porque creían que llegaba la Policía. No será la última, ya que durante las horas siguientes les va a ocurrir en varias ocasiones, hasta que incluso mientras atraviesan la Alameda se escucha un “Viva la Udyco”, en referencia a una de las unidades de la Policía Nacional.

Afirman que hacen botellón por una cuestión de que se sienten más seguros y, por supuesto, por el asunto económico.

Mientras que la gente se prepara para el botellón, la visita es a la otra punta de la ciudad, a la calle Alcalá de los Gazules, en la zona que se encuentra junto a la estación de la ITV. Esta vía tuvo que ser desalojada hace un par de semanas por la Policía Local.

Llamaradas que salen del tubo de escape de un vehículo tuneado en la calle Alcalá de los Gazules.
Llamaradas que salen del tubo de escape de un vehículo tuneado en la calle Alcalá de los Gazules. / Miguel Gómez

Allí hay ruido, mucho ruido, pero no es tanto de la movida o de los botellones, que brillan casi por su ausencia, sino de los coches tuneados. Allí no se va a beber, aunque se pueda ver alguna cachimba, sino a ver y a exhibir, en este segundo caso los coches que manejan. Capós abiertos, vehículos transformados, tubos de escape que sueltan una especie de pedorretas, acelerones y algún que otro derrape.

Llama la atención un Volkswagen Golf GTI que concita muchas miradas por el sonido que hace su dueño, que se ha trasladado desde Málaga sólo para participar en esta especie de exposición de coches y motos tuneadas.

Es la quedada por las redes sociales, de manera que hay cientos de personas y muchos coches en exhibición y haciendo una especie de circuito. Como el verso de Quevedo de “érase un hombre a una nariz pegado”, aquí había algunos con equipos de música a un coche pegados. Maletero no les queda ni para meter un neceser con el cepillo de dientes, pero el chunda chunda suena como cualquier discoteca ibicenca.

Es la una y media de la mañana y aparece por allá la Policía Local, que discurre por la calle paralela y se pone de manera discreta en la zona por la que tienen que pasar todos los coches y motos, aunque se limita a hacer una vigilancia. Poco a poco la zona ve quedando desierta.

Terrazas de bares de copas en la calle Doctor Fleming pasada la una de la madrugada.
Terrazas de bares de copas en la calle Doctor Fleming pasada la una de la madrugada. / Miguel Gómez

En el Paseo Marítimo las terrazas que tienen licencia sólo hasta la una han echado el cierre a la baraja, pero las que pueden estar hasta las dos están hasta arriba. Un par de locales que estén en Doctor Fleming tienen sus terrazas llenas y mucha gente de pie. Es un público algo mayor que el anterior y con un nivel adquisitivo más alto, al menos en apariencia

Cerca de las dos de la mañana en la Punta de San Felipe hay ambiente. Antes de llegar a ella se ven algunos chiquillos, todos claramente menores de edad, que se encuentran algo perjudicados por la ingesta de alcohol Hay pocos locales abiertos pero suena desde fuera la discoteca que está allí situada. Por detrás de la misma, en la esquina que da ya al botellódromo ha ocurrido un suceso grave. Una joven ha caído y se ha precipitado desde una altura de cuatro metros. Llega la Policía Local, la ambulancia y los bomberos para rescatarla.

A los jóvenes que se encuentran haciendo botellón en el paseo superior a los locales de música les pica la curiosidad y tratan de quedarse allí para ver qué es lo que pasa, pero la Policía Local los insta a que se vayan y, sin más, desaparecen. La chica es rescatada después de una operación con unas cinchas y acostada sobre una camilla espinal.

Mientras que a unos metros una joven está sufriendo un momento horrible, la fiesta continúa, no para. Esta es la zona donde la media de edad baja considerablemente y algunos, con cubatas en la mano, están más cerca de la infancia que de la edad adulta.

Botellódromo de la Punta de San Felipe pasadas las dos de la mañana.
Botellódromo de la Punta de San Felipe pasadas las dos de la mañana. / Miguel Gómez

Una chica se acerca, dice tener 21 años, y se muestra dispuesta a contar todo lo que pasa allí en ese botellódromo que es el único sitio permitido en la ciudad donde se pueden hacer botellones. Quiere contar todo pero no cuenta nada, lo único que quiere sacar es si los dos compañeros de trabajo son policías y cuando queda convencida, viene el raca raca de que quiere salir en una foto.

Y como vaticinaron aquellos chavales del mirador que se encuentra en la parte superior del pabellón de la Mirandilla, la Alameda es la madre de los corderos del botellón y de la concentración. Hay públicos de todas las edades y algunos de ellos incluso de los denominados por los jóvenes como puretas. La gente bebe sobre todo en el pasillo que se encuentra junto a la balaustrada que da al mar desde el baluarte de Candelaria hasta que deja la protección de los jardines. También se pueden encontrar dentro de las zonas verdes y las plazuelas interiores. Uno se agarra a un seto, pierde la vertical y se cae dentro del jardín para chufleo del resto de sus amigos.

También hay cante flamenco. Quizás los que estaban alrededor no se daban cuenta de que uno de los que cantaba es una figura del arte tanto del Carnaval como del flamenco y allí hay incluso baile por algunos que los acompañan. El botellón queda para los que le rodean en los metros colindantes. “¡Viva la Udyco!” y miradas de desconfianza cuando se saca la cámara. Cada minuto que se avance, más probabilidades hay de que surja un problema.

Si alguien se podía extrañar de que la semana pasada apareciera la Alameda en un estado de limpieza deplorable y con bolsas y botellas desperdigadas, sólo tenían que ir a una noche como la de ayer.

El alcohol y la diversión elimina las medidas de seguridad. No hay mascarilla que valga, se comparte incluso recipientes de bebidas y las distancias entre grupos y grupos no existen.

Sin llegar a ser tanto, es una imagen más parecida a la de los botellones de los 90 y de la primera década del siglo XXI. Aquello está lleno y sucede una semana tras otra, pero la gente siente que allí están seguros, que nadie los molesta.

La noche acaba en el mismo lugar que empezó, en el paseo superior del pabellón de la Mirandilla. Siguen los mismos seis chicos que ya no se ponen tensos cuando se les acercan los periodistas. Preguntan por cómo nos ha ido la noche y ya saben que se ha caído una chica en la Punta San Felipe. Las redes sociales hace que las noticias vuelen. Escuchan las batallitas de los periodistas que entraron desubicados y que se llevan una idea más aproximada de lo que es una noche de movida de pandemia. A los chavales sólo les falló un cálculo, Sólo quedaban ellos haciendo botellón allí

Kichi afirma que no se puede culpabilizar a la juventud

El alcalde José María González ‘Kichi’ dijo este miércoles en una rueda de prensa que la Policía Local “y supongo que la Nacional” acuden a aquellas concentraciones de personas o botellones que ven en los momentos en que patrullan o en casos en los que se produce una demanda ciudadana.

No obstante, el alcalde dijo que se negaba a “culpabilizar” a la juventud ya que cree que, en términos generales, “ha demostrado una gran generosidad y paciencia en todo este tiempo de pandemia”. Kichi añadió que “tenemos que tener en cuenta que son años muy convulsos en la vida de todos nosotros y más para una persona que está volviendo una etapa tan especial e importante y que te marca como es la juventud. Para todos los que hemos pasado por ello, no me imagino tenerme que poner en el pellejo de un joven o una joven, de un adolescente, y atravesar una pandemia”.

El alcalde cree que si el ritmo de vacunación hubiera sido más alto y este sector de la población ya estuviera inmunizado “no habría los problemas que se están produciendo ahora mismo”.

Kichi ha insistido en que “la juventud ha demostrado compromiso, seriedad y responsabilidad a lo largo de año y medio tan duro”.

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