Muere José María Jiménez Derqui, criador de los esteros de Puerto Real: Genio y figura hasta la sepultura
obituario
Formaba parte de ese elenco de individuos cuya integración en el medio natural y un saber en el aprovechamiento de sus recursos, los hacen únicos y merecedores de ser especímenes a proteger en los ecosistemas naturales
'Numancia' de los Desamparados
Este 30 de enero, a unos meses de ser octogenario, me dejó sin avisar, imprevisible, como ha sido toda su vida, genio y figura hasta la sepultura, mi amigo Derqui, José María Jiménez Derqui.
La Real Academia de la Lengua diferencia los términos necrología y obituario. El primero es la noticia comentada acerca de una persona fallecida hace poco tiempo, mientras que el segundo es la sección necrológica de un periódico.
El escritor guatemalteco Augusto Monterroso dice que el género literario necrológico existe como tal pero que nunca ha habido otro con menos posibilidades y futuro que éste ya que el problema que presenta “es el de la improbabilidad de ser originales y no reiterar los mismos juicios respecto de los más diversos difuntos. Después de tres muertos ilustres sobre cuyo fin uno ya ha expresado su desconsuelo, ¿qué queda por decir del cuarto?” Elvira Lindo afirma tener problemas con las necrológicas cuando estaban escritas en “pan de oro”, cargadas de adjetivos dedicados a glorificar al difunto. Lo que es evidente es que siempre será mejor escribirlas a que te las escriban a ti.
Me permito esta licencia irónica sobre el fallecimiento de mi amigo Derqui porque sé que, esté donde esté, seguro que compartirá conmigo una cómplice sonrisa y porque, género literario o no, con largo o corto recorrido, el expresar unas sentidas palabras nacidas de la sinceridad y fruto de la amistad creo que nunca están demás.
En la jerga salinera, para describir a un “pata negra” de ese mundo se dice que “echó los dientes en el sardiné de una compuerta”.Mi amigo Derqui puede que, además de eso, hasta naciera en una cuna de colchón de sapinas y almajos. Oriundo de Huelva, ejerció de ingeniero técnico industrial en Madrid, pero aquello no era lo suyo y regresó a su Puerto Real de adopción. Cambió el bullicio, el ruido y la contaminación capitalinos por la paz del mar, el sonido de los pájaros y la luz de los esteros.
La aparición del frío industrial acabó con la sal como forma de conservación y por añadidura con las cerca de 170 salinas que había en explotación en la bahía y Derqui se empeñó en hacer de lo que antes era un complemento en la economía de la sal su forma de subsistir. Hizo de la cría y engorde de manera natural sin piensos ni aditivos de agustinitos, camarones, coñetas, anguilas, lenguados, lisas, serranillos, zapatillas, sargos, etc., en las láminas de aguas someras de los esteros, lucios, vueltas de periquillo, retenidas y tejerías en un estilo de vida. Se convirtió en un espécimen más del paisaje marismeño y salinero de nuestra bahía, vital para él por pasión y para subsistir.
El deslinde que propició la Ley de Costas de 1988 tuvo como consecuencia que todas las salinas de la Bahía de Cádiz fueran consideradas Dominio Público Marítimo Terrestre. Derqui pasó de propietario de los esteros de Los Desamparados, en el Río San Pedro, frente a la venta de El Macka, y de El Consulado, en el caño del Trocadero, ambos en Puerto Real, a expropiado y posteriormentea concesionario del DPMT [Dominio Público Marítimo Terrestre]. Muchos tiraron la toalla, pero él continuó leal, como un buen compañero, acudiendo a su cita diaria con el estero, rodeado de salados y sapinas, de limícolas, cigüeñas negras, espátulas y águilas pescadoras, manejando con sabiduría,porque Derqui era un hombre sabio, las mareas y los animales para sacar el máximo aprovechamiento a una ancestral modalidad de pesca de estas someras láminas de agua.
Derqui era un buen hombre al que quizás la vida no le trató como se mereciera. Formaba parte de ese elenco de individuos cuya integración en el medio natural y un saber en el aprovechamiento de sus recursos, los hacen únicos y merecedores de ser considerados especímenes a proteger en los ecosistemas naturales. Nuestro bosque mediterráneo, dehesas, marismas o litoral no se entenderían sin la intervención de corcheros, carboneros, ganaderos, salineros, mariscadores o ictiocultores extensivos que por necesidad de subsistencia ocupaban el territorio, manejaban sus recursos y moldeaban el paisaje.
Cuando gente como Derqui se va de este mundo nos dejan un vacío en lo personal y porque se llevan a la tumba un bagaje de conocimiento y una forma de entender la vida y la relación con la naturaleza difícil de transmitir y de sustituir.
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