"La muerte de mi hermano me cambió la vida para siempre"

Carlos Calvo Clavero. Propietario del Gimnasio Ippon Raúl Calvo

Ha practicado todo tipo de deportes y es firme defensor de la actividad física como sinónimo de salud.

"La muerte de mi hermano me cambió la vida para siempre"
"La muerte de mi hermano me cambió la vida para siempre"
Carlos A. Díaz

17 de mayo 2015 - 01:00

Cruzar las puertas del Gimnasio Ippon Raúl Calvo supone en cierto modo trasladarse a una instalación deportiva de otra época, esa en la que, más allá del Pabellón Portillo, la ciudad de Cádiz ofrecía pocos recintos en los que practicar algún tipo de actividad física. Carlos Calvo, el responsable de un negocio familiar que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos para seguir siendo competitivo, nos recibe con su kimono de judo, en el tatami que preside el retrato de su hermano Raúl, y, tras mostrarnos todas las plantas del edificio y la variada oferta que en él encuentran sus clientes, nos atiende en un antiguo sofá de sky verde que, sin duda, ayuda a hablar de los recuerdos, de un pasado marcado para siempre por lo sucedido en 1970.

-¿Por qué Gimnasio Raúl Calvo en vez de Carlos Calvo?

-Aunque desde pequeño practiqué todo tipo de deportes, orienté mi vida hacia otra cosa muy diferente, ya que estudié Maestría Industrial y posteriormente Perito Industrial especializado en electrónica. Sin embargo, la muerte accidental de mi hermano Raúl mientras practicaba judo supuso un antes y un después. Me cambió la vida. Mi padre me propuso montar un negocio, algo para que las personas pudieran practicar deporte y, de ese modo, honrar la memoria de mi hermano. El impacto por la muerte de Raúl fue tremendo lógicamente en el núcleo familiar y también a nivel social, porque mi hermano era un joven deportista muy conocido y querido.Tanto es así que, años más tarde, ya durante el gobierno local de Carlos Díaz, por petición popular a mi hermano se le concedió el nombre de una calle que ahora precisamente está un poco en el aire por la futura reordenación de toda la zona de las casitas bajas, aunque ya he solicitado que no se pierda el nombre de la calle.

-Un poco atrevido abrir un gimnasio en esos años, ¿no?

-Bueno, mi padre fue un hombre avanzado para su época, alguien que entendió la importancia que tenía practicar deporte por sus valores saludables, pedagógicos y educativos, y así nos lo inculcó a mis hermanos Paloma y Raúl y a mí desde pequeños. A mí me inició en los deportes desde muy niño. Tenía dos años cuando nos trasladamos de Madrid a Puente Mayorga y cinco cuando nos vinimos a Cádiz, y con esa edad ya estaba acostumbrado a saltar con pértiga, lanzar jabalina de bambú, hacer piragüismo en canoa de lona, buceo... No, cuando en 1976 abrimos el gimnasio no nos metíamos en una aventura tan incierta porque, además, el judo era la base y como club ya veníamos funcionando desde hacía casi una década, primero como Domingo Savio en mis inicios en este deporte en el colegio Salesianos, con cursos por correspondencia, después como Club Ippon en la calle Antonio López, luego en San Fernando, en el Portillo... Hasta que inauguramos el Ippon Raúl Calvo.

-Siempre en la calle Dorotea...

-Sí, siempre. Compramos una nave grande y la adaptamos. En ese momento era el único gran recinto deportivo de toda la ciudad junto al Pabellón Portillo. Con mucho esfuerzo y trabajo consolidamos el proyecto y 10 años después, en 1986, decidimos cerrar en verano, trasladarnos provisionalmente, y en tres meses, gracias al buen hacer de un amigo constructor, levantamos el actual edificio. Hoy en día no es difícil encontrar lo que nosotros ofrecemos, pero hace 30 años hicimos el gimnasio con la tecnología más avanzada, incluyendo una piscina de agua salada que se mantiene como el primer día. Cuando inauguraron la Piscina de Astilleros me acerqué a conocerla y me quedé sorprendido; cualquiera diría que el Ayuntamiento había mandado a un arquitecto a mi gimnasio para que la copiaran...

-De nuevo visión de futuro al apostar por la natación...

-Bueno, era algo más, pero en realidad la base del gimnasio seguían siendo las artes marciales, el judo, el karate tradicional, el taekwondo, y también el boxeo, el culturismo... De aquí salieron grandes deportistas que después montaron sus propios gimnasios, como Ángel Illescas, y eso sin duda era consecuencia de la educación deportiva que impartíamos. Hoy en día nadie duda de las ventajas que proporciona a la salud la práctica del deporte. En cualquier sitio, en la televisión, en la radio, en los periódicos, al escuchar a un médico, a un nutricionista, en cualquier sitio se aconseja huir de la vida sedentaria.

-¿Hay algún deporte que no haya practicado?

-He hecho casi de todo y casi siempre federado y a nivel de competición. Aparte de los que hemos hablado, también espeleología, montañismo, escalada, pesca submarina, remo, tiro olímpico, tiro con arco, esgrima, ala delta, surf, espeleobuceo...

-Fútbol y cosas así, ¿también?

-Practiqué balonmano y baloncesto, pero a decir verdad siempre me han gustado más los deportes individuales que los colectivos. Prefiero obtener un resultado que dependa exclusivamente de mí que depender de otros factores.

-Imagino que tanto deporte reporta muchos momentos de felicidad, aunque sospecho que algún mal trago también, ¿verdad?

-Por supuesto. En lo estrictamente personal jamás olvidaré que estuve a punto de quedarme en una cueva submarina practicando espeleología. El exceso de confianza es el peor enemigo cuando haces este tipo de actividad y lo que me ocurrió fue precisamente por eso. No revisé el equipo, no llevaba cuerda de seguridad, y cuando vine a darme cuenta me empecé a quedar sin aire mientras entraba en una gruta de agua cristalina. Al girarme para regresar, el movimiento de las aletas había levantado toda la arena del fondo y no se veía nada, tenía una nube delante. Avancé y me golpeé la cabeza con una piedra. Intenté tirar del aire de reserva pero tampoco quedaba. En ese instante ves que acaba tu vida. Por mi cabeza sólo pasaba que le iba a dar un gran disgusto a mi padre, que no hacía mucho que había perdido a su hijo Raúl. Pero no era mi hora. Cuando ya no me quedaba oxígeno, la casualidad quiso que una burbuja de aire me salvara. Grité y vinieron a socorrerme.

-Como para repetir.

-Con la edad, sobre todo cuando tienes hijos y comprendes la responsabilidad que recae sobre tus hombros, empiezas a dejar de practicar deportes de tanto riesgo. Eso me pasó con el ala delta, por ejemplo. Otros, como la pesca submarina, lo dejé porque me volví ecologista y hoy en día no mato ni a una mosca.

-Y entre los momentos de satisfacción, ¿con cuál se queda?

-Incluso esos momentos tienen su lado amargo. Cuando practicaba espeleología junto a unos compañeros que estábamos patrocinados por el Grupo Avante de Astilleros, rescatamos a muchas personas y hasta dimos cursos a las primeras unidades especializadas de la Guardia Civil, pero recuerdo que en la Cueva del Gato también llegamos en algún caso cuando ya no había nada que hacer. Y haciendo surf jamás olvidaré cuando unos chavales pedían socorro porque la corriente los empujaba para dentro, nos metimos tres tablas y sólo pudimos sacar a tres. Para mí fue durísimo llegar a un chico, cogerlo y ver a otro que se hundía a pocos metros.

-Los peligros del mar.

-Pero también gracias a mi afición por el submarinismo he viajado por todo el mundo y he buceado en aguas que de otra forma no habría conocido. Formando parte del Grupo Ánfora editamos un libro de nuestra aventura submarina titulado 'Viaje al paraíso de coral' que nos dedicó el mismísimo Jacques Cousteau.

-Ya con los pies muy en la tierra, ¿cómo mira al futuro?

-Me he acogido a la jubilación activa, una modalidad que permite cobrar la mitad de la pensión y seguir trabajando. Quiero preparar bien la sucesión para que no me suceda como dice el refrán: "De padre bodeguero, hijo rico y nieto pordiosero". Mis tres hijos son deportistas, judokas. La mayor, Mari Carmen, está ahora fuera, pero Raúl, el segundo, trabaja en el gimnasio, y Carlos, el más pequeño, también trabaja vinculado al deporte. En estos casi 40 años por el Ippon Raúl Calvo han pasado más de 18.000 clientes numerados, consolidados. Lo suyo sería que los tres continuaran llevando el negocio. A ver.

-¿Y usted?

-Yo seguiré por aquí, seguro. Soy presidente de la Federación Andaluza de Judo y quiero emular a mi padre. Él estuvo activo hasta los 82 años. Si no tengo su capacidad física, al menos espero haber heredado su espíritu.

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