"Las mujeres han cambiado la sociedad española"
Ciudadanos de cádiz | carmen pinedo
Recuerdos de una salmantina ‘adoptada’ en Cádiz, parlamentaria de la "mitificada" transición

SI coincidimos en que la educación es el motor que mueve el futuro, Carmen Pinedo ha sido una de las mujeres más influyentes de nuestro país ya que, como parlamentaria, estuvo en los años 80 (diputada por Cádiz entre el 82 y el 90)en la gestación de la ley de Educación que ha formado a millones de españoles. Mujer viajada, criada en Salamanca y ya de sentir gaditano tras 45 años en la ciudad, Pinedo sigue representando el espíritu de la conciliación y de la reivindicación del papel de la mujer en la construcción una sociedad civil sólida. Además, como conversadora, un encanto.
–Aunque no tenga mucha importancia, ¿salmantina o gaditana?
–Me gusta ir a Salamanca, allí es donde nací, pero es cuando estoy entrando en Cádiz cuando siento que regreso a casa. Tengo cuatro hijos gaditanos, aunque tres hayan nacido en Salamanca. Es fácil sentirte bien en esta ciudad.
–¿Cuánto tiempo ya en Cádiz?
–Desde el curso 70-71, cuando logré la plaza de la cátedra de francés en el instituto del Rosario. Por entonces, en Cádiz sólo había dos institutos, el Rosario, de chicas, y el Columela, de chicos.
–Usted era una mujer estudiada y viajada, rara avis de la época.
–En el Congreso era una de las pocas que sabía idiomas y por eso me enviaban a comisiones internacionales en las que jamás pensé que pudiera estar. Mi familia no era normal para aquel tiempo. Mi madre tenía tres carreras y mi abuela, que nació en el siglo XIX, una.
–Eso ya sí que es raro. Cuénteme lo de su abuela.
–Era de Murcia, estudió Magisterio en una familia de once hermanos que vivía de las tierras, donde los matrimonios se hacían para juntar más tierras. Pero ella quería estudiar, lo hizo y supongo que de ahí venía que en casa las chicas teníamos que estudiar.
–Y estudia Filología y viaja. Otra cosa rara en la España de finales de los 50 y los 60.
–Pasaba veranos en Francia y estuve un año en Liverpool. Coincidió con la explosión de los Beatles. Figúrese, una chica de Salamanca, esa ciudad tan cerrada a mediados de los 60, con todas esas chicas desmayándose. Ponían ambulancias para recogerlas. Yo no me podía creer lo que veía.
–¿Usted no deliraba con los Beatles?
–La verdad es que no. Yo sólo deliraba por la literatura francesa.
–Algo habremos avanzado que ahora lo de que los chicos viajen es lo normal.
–Muchas veces lo pienso. A mí me hubiera gustado vivir en este tiempo.
–Pues los jóvenes de ahora fácil no lo tienen.
–Sin duda. Y no tendrán el nivel de vida que han tenido sus padres. Pero es que viven en un mundo tan interesante y tendrán que pelear mucho más de los que ha peleado una generación anterior por salir adelante... Mire, mi madre podría saber qué vida quería para mí. Incluso yo puedo adivinar qué vida quiero para mis hijos, pero mis hijos no pueden saber qué va a ser de sus hijos. Posiblemente trabajen en trabajos que a día de hoy no existen. En este mundo cambiante caminamos totalmente a ciegas. Preocupa y, al mismo tiempo, es muy excitante.
–Lo de la política de qué le venía.
–Supongo que tiene que ver con mis años universitarios. Allí éramos mucho de la teoría, quizá no tanto de la práctica. Recuerde que Tierno Galván fue catedrático en Salamanca y no sé qué les dijo a sus alumnos que salieron todos en manifestación. Existía una conciencia a finales del franquismo de que era increíble que siguiéramos así, con una dictadura. Pero ya le digo, todo era una discusión más bien teórica y nos sentíamos trascendentes porque íbamos a los cine clubs y todo eso.
–Antonioni, Pasolini y todo eso.
–Sí, todo eso.
–Ya en Cádiz, en la Transición, se enrola en las filas de la UCD.
–Bueno, no exactamente. Me movía con un grupo de gente donde estaba Antonio Morillo, Pedro Valdecantos, algunos ingenieros de Astilleros... gente de profesiones muy distintas, en el Partido Andaluz Socialdemócrata, que dependía del partido montado por Fernández Ordóñez. En el 77 había muchísimos partidos y nosotros en Cádiz no queríamos ser de UCD. Y yo me presenté al Senado con esas siglas, no con la UCD de Suárez.
–¿Y cómo fue esa campaña cuando no había instrucciones de uso para hacer campañas?
–Lo que más recuerdo es algún mitin en la Sierra donde íbamos y nos encontrábamos a un grupo de hombres delante. Como veían que quien hablaba era una mujer poco a poco iban entrando mujeres que se quedaban sentadas atrás con los niños y entonces yo las veía y les hablaba a ellas, como si los hombres no existieran.
–Es que usted forma parte de esas primeras mujeres que dieron un paso adelante en democracia. No eran tantas.
–Es que tenía el convencimiento de que la democracia era imprescindible, pero para las mujeres más. Al fin y al cabo, yo vivía en la ciudad y me movía en mis círculos profesionales pero voy descubriendo lo que se hace en los centros de cultura popular, con locales cedidos por el obispado. Conocí a mujeres analfabetas fantásticas que se dejaban la piel por aprender a leer. Los primeros planes de alfabetización de adultos realizados por la Junta a principios de los 80 los llenaban mujeres. Esos pueblos a los que yo iba a dar mítines y donde las mujeres acudían tímidamente tienen ahora alcaldesas. Las ampas y las asociaciones más dinámicas tienen detrás a mujeres. Este país, esta sociedad, en buena medida, lo han cambiado las mujeres.
–Toda una callada revolución.
–Sí, pero a veces pienso que hemos avanzado tanto que podemos llegar a la conclusión de que todo el camino está hecho. Y ni está el camino hecho ni lo avanzado es irreversible, se pueden dar pasos atrás y, de hecho, se ha intentado. Hay que estar alerta.
–Que la mujer llegara el Ejército también tiene algo de su sello.
–En el Parlamento acabé en la comisión de Defensa por eso de ser diputada por Cádiz. Yo no sabía nada de Defensa, pero fue un trabajo que me apasionó. Y esa historia es curiosa porque en grandes potencias comoGran Bretaña la mujer llega al Ejército por necesidades bélicas, porque el hombre se va a la guerra y es necesario cubrir la retaguardia. En España fue por una sola mujer. Una sola. Pidió su ingreso en la Academia y le dijeron que no. Y ella fue con la Constitución por delante, la igualdad de los españoles. Yo lo defendí y me decían algunos compañeros que teníamos que luchar por acabar con la mili no por meter a las mujeres. Yo defendía que si una mujer tiene vocación podía ser militar. Ahora puede parecer obvio, pero entonces era un debate muy enconado.
–Usted es senadora por UCD en la legislatura del 79. No sé si estamos mitificando aquellos años. Ahora se hace. Se habla de esa clase política tan diferente que era capaz de alcanzar acuerdos y ahora...
–Ya, lo de antes y lo de ahora, pero no creo que haya comparación posible. No tiene nada que ver con el momento actual. Se estaba construyendo todo y era más lo que nos unía que lo que nos separaba en un escenario con un riesgo de involución muy alto. Eso lo hacía todo más fácil. Había que alcanzar acuerdos porque era imprescindible alcanzarlos. Por ejemplo, el artículo de la Constitución dedicado a la educación era tan ambiguo para contentar a todo el mundo que en él cabía casi todo.
–Con la desintegración de UCD desembarca en el PSOE.
–Nos fuimos antes de la desintegración. Nunca estuve del todo cómoda allí. Tenga en cuenta que había gente en UCD que era contraria a la ley del divorcio planteada por Fernández Ordóñez. No quiera pensar para otras cosas.
–Les recibirían como intrusos.
–No tuve esa impresión, aunque es posible que alguno lo viera así, ya que llegábamos de otro partido y ostentábamos cargos. Pero lo cierto es que me sentía mucho más cómoda porque el PSOE ya había tomado el camino de la socialdemocracia, que era nuestra aspiración.
–Qué distinto aquel PSOE al de hoy, aunque sigue teniendo esa cosa de pegarse puñaladas.
–El partido tiene muchas cosas buenas, pero es cierto que siempre ha habido divisiones. Y en Cádiz siempre parecía que había que elegir entre un bando y otro cuando a lo mejor tú pensabas que había gente válida en uno y otro bando. No sé, está bien el debate interno, pero sacarlo fuera, dañar por dañar... Sinceramente, no sé qué aporta a la sociedad.
–Fue una de las primeras delegadas de Cultura cuando eso ni existía.
–Era un departamento que asimilaba a personal de la Sección Femenina y del Frente de Juventudes. Gente del Movimiento. Pero hicimos cosas. Se recuperó el teatro de la Tía Norica, se compró el edificio del Archivo Histórico y se abrió el salón de actos a todo el mundo. Era un tiempo efervescente.
–Supongo que llevará mal este desprestigio de los políticos.
–Un desprestigio ganado a pulso. La crisis nos ha puesto delante de nuestro espejo. La política es fundamental para transformar la vida de los ciudadanos. Hay dos cosas que son la palanca con las que se mejoran las sociedades, la educación y la política. Para lo primero no se puede cambiar de ley cada vez que gobierne uno, no hay sociedad que soporte eso, y para lo segundo hacen falta líderes. Yo, como ciudadana, sin entrar en partidos, ahora me siento huérfana de líderes.
–¿Cree que son útiles los abuelos de la tribu, los jarrones chinos, dando consejos a los políticos en activo?
–Depende de qué abuelo de la tribu. Si está pensando en Felipe González, que es una magnífica cabeza, que fue un líder y que sigue en el mundo, me parece un suicidio no escucharle, admitiendo que las nuevas generaciones tienen que buscar sus propios caminos.
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