El muro que 'recuperó' una comparsa
La tapia de la calle Santa Rosalía protagoniza la enésima polémica virtual sobre el patrimonio al ser utilizada para anunciar el nombre del grupo de Aragón con un grafiti (y no es de Banksy)
Cádiz/"Antiguo y viejo no significan siempre lo mismo". Quizás, como el gran público (y el chico también) no está lo suficientemente informado para apreciar la diferencia o, quizás, por abuso de lo que podría ser una sana costumbre, la de no siempre fiarnos de las voces autorizadas, o porque éstas no terminan de lograr una comunicación fluida con la ciudadanía, esta afirmación realizada por fuentes municipales a este periódico no convencen del todo a las voces que claman por el grafiti realizado por un artista en el muro de la calle Santa Rosalía con el que la comparsa de Juan Carlos Aragón anunciaba su nombre para el COAC 2019. Clamores virtuales. Eso sí, todo virtual.
El muro de la discordia, conocido como la tapia del jardín botánico o la trasera del Colegio Mayor, no tiene ningún tipo de protección en el PGOU de 2012 ("que es donde se tiene que establecer, además de que nadie lo reclamó entonces", aseguran desde el Consistorio); su demolición (de una parte) fue solicitada por la Universidad de Cádiz, y autorizada por la Comisión de Patrimonio, el 21 de febrero de 2017 (para la solvente entrada de los camiones que operan en la obra del Beato Diego); y, más importante, la comparsa de Aragón solicitó el permiso para la realización del grafiti de 'La gaditaníssima' en el área que queda en pie ("comprometiéndose ellos a pintar el muro de blanco en 6 meses si en ese tiempo no ha terminado la obra de la UCA que es quien tendría que restaurar el muro en virtud de la obligación que le impuso la Comisión de Patrimonio para aceptar su solicitud", explican).
Con todo, ante la voz de alarma de algunos de los sectores preocupados por el mantenimiento del patrimonio histórico de la ciudad, la polémica se ha extendido como la pólvora en las redes. ¿Los beneficiados? Sin duda, en primer lugar, y como una especie de justicia poética, la propia agrupación carnavalesca que ha visto incrementada la repercusión de esta creativa puesta de largo de su rótulo. En segundo lugar, como una retorcida broma para los detractores del hecho artístico-publicitario, el propio muro de Santa Rosalía, olvidado, dejado y ahora, ciertamente, recuperado.
Recuperado como exótica atracción. Así, no son pocos los ciudadanos que en estos días se han acercado a curiosear la obra que, en vistas del éxito cosechado, no nos extrañaría que fuera reclamada por el mismísimo Banksy (broma modo on). Gracietas aparte, sí es muy real la expectación que ha despertado el grafiti de la comparsa con el que los ciudadanos se fotografían e, incluso, versionan con cierta dosis de guasa (de la buena) como la que exhibe el cuartetero Javi Aguilera que en sus redes sociales posa delante de una puerta de una obra garabateada y de lectura ininteligible ("pues sí, ya se puede anunciar, nombre de mi agrupación para 2019", es el texto que acompaña a la imagen).
El muro de Santa Rosalía, puede que sólo por unos días, ha sido recuperado porque alguien lo ha mirado, porque alguien lo ha nombrado (lo que no se nombra no existe) y porque a alguien, a muchos, les ha importado. El muro de Santa Rosalía, del que nadie sabe su origen (los expertos no pueden asegurar que esté datado en 1648 pues no se ha realizado en su cimentación actividad arqueológica alguna y, sin embargo, en el corte practicado sí se puede observar, al menos, cuatro fases bien diferenciadas de construcción, es decir de cambios que ha sufrido a lo largo del tiempo). El muro de Santa Rosalía, con un presente de colores y un futuro en blanco. Pintado de blanco. El muro que levanta muros en el universo virtual.
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