"Yo he nacido dos veces"
La gaditana Carmen García Merino ha cumplido diez años desde que le trasplantaron los dos pulmones Ahora hace vida "totalmente normal" y anima a los demás a ser donantes
Carmen García Merino vino al mundo en enero de 1982, pero volvió a nacer el 16 de julio de 2005, con 23 años, cuando le trasplantaron los dos pulmones. "Yo he nacido dos veces, y mi segundo cumpleaños lo celebro más que el primero. Tu madre te da la vida por primera vez y las personas que somos trasplantadas, nacemos una segunda vez", afirma con contundencia.
Esta joven gaditana acaba de cumplir su décimo aniversario desde el trasplante y, además de haber tenido una fiesta sorpresa organizada por su marido, quería celebrarlo animando a los ciudadanos a hacerse donantes de órganos. "La gente tiene que concienciarse de la importancia que tiene donar sus órganos una vez que ya no los necesita. Gracias a la generosidad de una familia yo estoy viviendo. Donar es regalar vida, que es lo máximo que se puede dar".
Asegura que todos los días agradece a la familia del donante de sus pulmones "que en esos momentos tan duros para ellos, como es la muerte de un ser querido, tuvieran la sangre fría de pensar en los demás. Para mí, es el gesto más grande de generosidad que existe porque estás dando vida a más de una persona, ya que de un mismo donante se pueden extraer varios órganos vitales".
Carmen padece fibrosis quística, una enfermedad hereditaria y genética que le diagnosticaron al año de nacer. Cuenta que a los pocos meses de vida, "me puse muy mala y nadie contaba conmigo. Estuve tres meses ingresada en aislamiento, tuve paradas cardíacas y los pulmones me dejaron de funcionar varias veces, pero tenía muchas ganas de vivir y salí adelante".
Dice que ella recuerda haber tenido una infancia feliz y "dentro de lo que cabe, normal, con algún ingreso porque me ahogaba". Pero a partir de los 17 ó 18 años, la cosa se fue complicando: "Empecé a adelgazar y a asfixiarme más de la cuenta, todo producido por una infección respiratoria. Hasta que me dieron varios neumotórax (colapso pulmonar) y en el hospital de Córdoba, que es donde está la unidad de trasplante de pulmón, tomaron la decisión de que era el momento adecuado de entrar en lista de espera para un trasplante".
Así, entró en lista de espera en enero del año 2005 y seis meses después, estando ingresada en el Hospital Puerta del Mar, llegó su donante. Tuvieron que trasladarla en helicóptero hasta Córdoba para el trasplante. "Entré en quirófano el 15 de julio a las once y pico de la noche y la operación duró entre 8 y 9 horas", indica.
Carmen recuerda que los dos últimos años antes del trasplante los pasó entre su casa y el hospital, siempre con oxígeno. "No podía hacer nada, mi madre tenía que hacerme todo: me duchaba, me vestía, me daba de comer... era como un apéndice mío. Ella dejó su vida y su trabajo para dedicarse a mí y cuidarme". Comenta que al final, "estaba físicamente mal porque no me entraba el aire. Yo siempre digo que no hubiese aguantado ni un día más. Llegué al quirófano con un 17% de capacidad respiratoria. Eso es muy poco. Llegué en unas condiciones extremas, a lo justo. Yo sentía que me moría, porque no podía respirar".
Afirma que ella es muy llorona y cuando le dijeron que la única solución para su enfermedad era un trasplante, pensaba que no lo iba a poder superar. "Pero el día que me dijeron en el hospital que ya tenía un donante, no eché ni una lágrima porque me di cuenta de que era la única solución para seguir viviendo, y me dormí para la operación con toda la ilusión del mundo y la esperanza de empezar una nueva vida respirando. Ese día no tuve miedo", relata.
Actualmente, Carmen hace vida "totalmente normal: hago ejercicio, ahora estoy en paro pero he estado trabajando, me he casado, salgo con mis amigos y me canso como una persona normal". Señala que posee más del 100% de capacidad respiratoria. La enfermedad la sigue teniendo, pero está controlada con un tratamiento que tiene que tomar de por vida, tanto para la propia enfermedad como por el trasplante. Asegura que "a pesar del tratamiento inmunodepresor, apenas me pongo mala, tengo una salud de hierro".
Carmen quiere transmitir su ánimo y apoyo a las personas que están esperando algún tipo de trasplante. "Aunque la espera desespera y el proceso es duro, siempre hay que mantener la esperanza y la ilusión", concluye.
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