Como nave al garete

El edificio Ciudad del Mar, ubicado en Puerto América, se encuentra abandonado y en desuso desde la finalización de Mundo Vela · Su interior sufre el maltrato de los vándalos y las inclemencias del tiempo

1. El edificio cuenta con vistas al mar, a la ciudad y a Puerto América, de las que apenas se puede disfrutar por culpa de los destrozos. 2. Los vándalos dejan en el interior del edificio sus firmas y alguna que otra muestra de su paso. 3. Un aparato de aire acondicionado permanece aún pegado a la pared maltratado por la lluvia y el viento que le entran por culpa de un cristal que ya no existe. 4. Los gamberros han destrozado muchas paredes a patadas. 5. El diseño buscaba un interior similar al de un barco de pasajeros.
Texto: Joaquín Benítez / Fotos: Julio González

02 de noviembre 2009 - 01:00

Por culpa de uno o de otro, de Ayuntamiento o de Autoridad Portuaria, el edificio Ciudad del Mar, que se alza en el corazón de Puerto América, agoniza. Aún tiene vida, aún es salvable a pesar de que lleva 17 años pidiendo auxilio. Su fachada externa, conocida por todos los gaditanos, no se corresponde con su interior. La dejadez y el abandono de las administraciones se suman a la condición de muchos humanos que disfrutan destrozando lo ajeno. No ya robando lo robable, sino aporreando y pataleando todo lo que encuentra. Sin color político, desde que el ocaso de Mundo Vela lo dejara sin sentido, el edificio ha sido objetivo del vandalismo más desmedido. Pero el inmueble decidió no morir y aún le queda vida.

Sobre su cima reposa una antena y un radar utilizado por Salvamento Marítimo y, por extensión, por Autoridad Portuaria. Gracias a ellos, el Ciudad del Mar recibe la visita humana de alguien que viene a mantener más que a destrozar, la de un técnico de mantenimiento que vela por el buen funcionamiento tanto de la antena como del radar. Pero no es el único ser que entra en el edificio y, como muestra, la mano humana y el pie humano que ha provocado los enormes destrozos hallados en su interior. Paredes con grafitis, tabiques agujereados, paneles derrumbados, cristales destrozados, escaleras maltratadas. Todo esto sumado a la huella del paso del tiempo. Ni más ni menos que 17 años transcurridos desde ese 1992 en el que el Ayuntamiento recibía el otorgamiento de una concesión administrativa para ocupar una parcela de 9.400 metros cuadrados con un edificio de varias plantas que suman los 7.000.

Y mientras Teófila Martínez planta cara a Rafael Barra y debate sobre la necesidad de un cambio de uso o incluso de su subconcesión, los técnicos de mantenimiento obligaron en su momento a las administraciones a construir lo que ellos han denominado un corredor seguro o corredor del miedo. Los 7.000 metros abrían muchas posibles entradas, por lo que el edificio ha quedado parapetado y casi su totalidad reposa bajo la más negra oscuridad. El corredor del miedo permite al técnico entrar y salir por una única puerta. El corredor se convierte casi en un túnel alumbrado por unos focos y secundados por unas luces de emergencia por si algo falla. En ese caso, el técnico quedaría como en boca de lobo y, además, sin saber si algún indeseable comparte con él ese corredor seguro.

El Ciudad del Mar impresiona por fuera y, más, por dentro. 7.000 metros de grandes salas, muchas de ellas nunca usadas, y de instalaciones complementarias para posibles catering o grandes concentraciones. Enormes superficies con solerías de madera de teka balinesa diseñadas por el arquitecto Rafael Otero a modo de gran buque, con puente de mando y varias cubiertas desde las que vistas al Atlántico, a la ciudad y al club Puerto América le otorgan de matrícula para arriba.

Un acuario, un hotel, la sede de Puertos de Andalucía... lo que sea, pero el Ciudad del Mar pide vida. Si no, sin duda, se irá al garete.

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