“El cine necesita paciencia porque es fácil tirar la toalla”
De Cerca | Hugo Fernández
Gaditano de Málaga, el director de cine ha triunfado en México en el marco publicitario al mismo tiempo que ha logrado premios con sus cortos de ficción y con las historias promocionales de Cádiz en Fitur
Nació en Marbella en 1983, pero apenas con cinco años se instaló con su familia en Cádiz, donde su padre fue destinado como guardia civil, para con el tiempo sentir esta ciudad como la suya. Hugo Fernández es director de cine. Detallista e ingenioso, ha desarrollado su carrera entre México, que le abrió las puertas del cine publicitario, y España. Con varios premios a sus espaldas, entre ellos dos por sus cortometrajes de ficción, es el brillante autor de los últimos dos cortos con los que Cádiz se ha promocionado en Fitur: historias fenicias y romanas rodadas en Cádiz, con actores de aquí y que tendrán continuidad.
—¿Cómo empezó su afición por el cine?
—Yo, de pequeño, confieso que quería ser periodista. Siempre me ha gustado escribir y leía mucho, pero en algún momento sentí que la profesión se estaba desvirtuando y yo no lo veía muy claro. Entonces empecé a pensar en la comunicación audiovisual, porque desde siempre yo era el tonto de la cámara de fotos. Después, mi familia ha sido muy cinéfila pero de televisión; mis padres han visto películas de televisión a saco. Y mucho de videoclubs. De hecho, con 14 años yo empecé a alquilar películas por mi cuenta en un videoclub que estaba cerca de casa. Había un chico muy majo que me empezó a recomendar películas, y tenía buen gusto; me recomendaba joyas como ‘Uno de los nuestros, ‘Taxi driver’, y empecé a absorber todo y me lo pasaba pipa. Llegó un momento en el que había visto todo lo que había allí de los 80, y empecé con los 90, una década prodigiosa en el cine, y llegó un momento en el que no necesitaba que me recomendara películas, las elegía yo.
—¿Todo a través del vídeo o también en salas?
—Poco a poco me fui interesando por las películas de estreno que tenían buena pinta. Y fui viendo claro lo de la comunicación audiovisual que por aquel entonces tenía mucha demanda. Pero cuando acabé la carrera en Sevilla, las salidas eran escasas, los años del boom se difuminaron. Hice prácticas en Onda Luz, y ahí iba con la cámara, pero no me veía yo haciendo tele.
—¿Hizo entonces la carrera con la idea clara de hacer cine?
—Un poco sí. Sabía que se me daban bien los encuadres, la composición, me fijaba en los detallitos, me sentía muy cómodo siempre con la cámara, creo que lo hacía bien. Es verdad que en algún momento yo quería tirar hacia el cine, pero no sabía muy bien cómo. Y también tenía cierta afinidad por escribir, por plasmar ideas o reflexiones, algunas historietas, alguna fantasía. Y todo estaba encaminado por ahí.
—¿Después de la carrera, volvió a Cádiz?
—Sí, porque aún no veía muy clara mi incursión en el mundo profesional del audiovisual. Por entonces teníamos un par de negocios familiares de hostelería, con un hermano que montó negocios con el futbolista Matías Pavoni. Entonces, empecé a trabajar como camarero. Y descubrí que tenía sangre para moverme por las mesas, aunque había domingos que era brutal. Mi idea era ahorrar pasta porque estaba interesado en hacer un máster de dirección cinematográfica. Había hecho algún cortito, algún vídeoclip...
—Pero necesitaba ese máster.
—Sí, yo sabía que tenía un cacao de cosas, que podría ir por muchos sitios, pero siempre tuve el impulso de ir hacia esa dirección sabiendo que era complicado. Era joven y estaba a tiempo de equivocarme.
—Y llegó el máster.
—Sí, me fui a Madrid a hacer un máster muy chulo que había organizado Jorge Esteban Blein, que es como mi mentor. Fue un máster con muy pocas personas y muy intensivo durante nueve meses. Nos formaron muy bien, nos dieron todas las herramientas que necesitábamos para construir lo que quisiéramos: guión, dirección, dirección de foto, narrativa cinematográfica...
—Comenzó entonces el camino profesional.
—Me volví muy esquemático a la hora de escribir las historias, lo vi todo más fácil y, aparte, ya veía las películas de otra forma. Fue bastante revelador. Inmediatamente después del máster tuve la intención de levantar pronto una película, y me puse a escribir una historia con Cádiz, año 2012, como aniversario del Bicentenario, película coral, muchas historias...
—Directamente un largo, sin miedo.
—Película coral, tres personajes, muchas subtramas de las que se mezclan en un final apoteósico, de diferentes temas, géneros... Cuando llevaba 80 páginas, vi que no iba a ser fácil.
—Que los ahorros de camarero no daban para eso...
—No (ríe), para eso no daban... Luego empecé a ver las cosas a corto plazo, porque a lo mejor no tuve la fortuna de rodearme de los elementos oportunos. Entonces, con el dinero de los ahorros comencé a comprar equipos de grabación, equipos de sonido, y empecé a hacer cortitos aquí en Cádiz. En el máster ya habíamos hecho tres cortos; el tercero, curiosamente, era de una especie de pandemia que no dejaba salir a la gente de la Escuela de Cine... Curioso. Me vine a Cádiz, conocí la plataforma de Notodofilmfest y vi que de ahí salían cineastas españoles interesantes que con los años tuvieron oportunidades muy buenas. Me pareció interesante el reto de contar historias en 30 segundos.
—¿Por qué se produce el salto a México?
—Pues cuando ya tenía 30 años, vi que tenía probar otra cosa. Uno de los mejores amigos del máster era un chico mexicano, Rodrigo Aroca. Siempre me decía que allí había muchas más oportunidades, y es verdad . En publicidad, todas las marcas del mundo están en Ciudad de México.
—¿Fue un paso hacia el cine publicitario?
—Sí, sí. Por mucho que hiciera cortitos yo solo... Me fui con otros ahorros, aquel colega tenía su productora que estaba empezando por allí, y había distintos trabajos en distintas campañas, primero no eran de dirección. Me centré un poco en el mundo de la producción audiovisual, ya fuera por fotos, vídeos... Pude hacer muchos trabajitos. Costó la adaptación, pero en Cádiz veía que me faltaba algo. Soy de los que piensan que para intentar algo que uno quiere mucho, tiene que confrontar una fuerza antagónica directamente proporcional a lo que uno quiere. No me gustaba volar, las ciudades grandes no me gustan, pues venga, a una de 27 millones de personas, a 2.500 metros de altura, una contaminación terrible, el tráfico y a cruzar el charco en avión...
—Pero la parte profesional compensaba todo eso.
—Yo necesitaba descubrir si estaba listo, si tenía la fuerza de voluntad, la paciencia, las ganas, todo..., así fui superando obstáculos y curtiéndome en todo.
—De allí vienen sus primeros premios.
—Sí, allí gané el Notodofilmfest con lo poco que tenía, pero allí me ayudaron muchas personas. Hicimos una historieta que, con nada, se contó muy bien, era simpática y emotiva.
Pero el mundo de la publicidad en México es una caja de Pandora, hay una competencia desmedida y todo el mundo se mueve de una forma frenética. Hay muchísimas productoras, algunas de las más grandes del mundo están allí o tienen sede.
—¿Estando allí le llega la llamada para rodar los cortos turísticos en Cádiz?
—No, para nada. Allí seguí haciendo cosas más grandes poco a poco, trabajé con otras productoras, hice cosas para algunas marcas, hoteles, hice mucho turismo, incluida una campaña de siete semanas por todo México, que es casi como hacer una peli. Fue increíble, conocí medio país y acumulé muchísimas horas de set, de grabación, de filmación de actores, trabajé con un equipo grande, y te vas viendo capaz de dirigir todo el cotarro. Trabajé con varias productoras, también me equivoqué en algunos movimientos, y entretanto hice un corto de ficción, el de ‘Mantis’, en medio de toda la producción publicitaria. Yo, al principio, era muy crítico con la publicidad, pero me fui dando cuenta de que se pueden contar muchas historietas a través de la publicidad, se puede comunicar un mensaje de mil maneras con creatividad y originalidad.
—¿Pero necesitaba también hacer ficción?
—Quería que fuera un paso previo a una historia muy desarrollada de personajes. ‘Mantis’ es un baile de géneros; empieza como una comedia de situación, pasa un poco al suspense, luego al drama, tenía su complejidad. Quería hacerlo como prueba por si algún día me preguntan qué película quiero hacer. También quería que sirviera de ‘teaser’ para una serie.
—Y de nuevo vino a Cádiz.
—Llegué a España para presentar este corto en el Festival de Málaga, y me vine el fin de semana antes del confinamiento... Y ya nos quedamos por aquí. Llevaba ya siete años fuera de casa, mis padres eran ya mayores..., y me empecé a agobiar con eso. Mi idea era estar ya a caballo entre un sitio y otro, dependiendo de las circunstancias, pero la pandemia me dio la posibilidad de quedarme aquí todo un año. Y como no me gusta estar quieto, empecé a escribir un piloto de la serie de ‘Mantis’, y paralelamente me movía porque quería empezar a sembrar por aquí, que ya tenía un portfolio de experiencia, de horas de grabación... Y si quería pasar más tiempo en Cádiz con la familia, lo ideal es que empezara a sembrar. Toqué un par de productoras, empecé a mover trabajos por Madrid, pero también tenía la intención de empezar a hablar con turismo del Ayuntamiento y de Diputación, porque tengo una amplia experiencia en turismo, me considero gaditano, aunque nací en Marbella, y buscaba alguna oportunidad aquí para vender algo de Cádiz. Y así tuve mis primeros contactos con el Ayuntamiento. Me comentaron que querían hacer una campaña para desestacionalizar el turismo, que no fuera solo de verano, y para ensalzar el patrimonio histórico y cultural.
Le di muchas vueltas, tenía tres ideas tirando para el lado cinematográfico de personajes, una historia para que la gente vaya conociendo cosas, pero...
—¿No valían?
—Estaba satisfecho con dos, una era más de relleno, y un día, de repente, pensé en un romano...
—¿Antes que en el fenicio?
—Sí, la historia original que les presenté era la de Domicio. Vi un romano que estaba peleando a muerte en Baelo Claudia, pensé que llegara a Gades, a Cádiz, haciendo autostop, pero lo hice más sencillo para que se transportara al Cádiz actual. Les presenté las tres historias y les encantó la del romano, pero les pareció mejor empezar por los fenicios, por Gadir.
—O sea, que Baldo y Tanit surgieron después aunque se rodó antes.
—Efectivamente. Y les agradecí mucho que se entusiasmaran con la idea.
—Entonces le dio vueltas al fenicio pero casi con el mismo hilo conductor, por eso parecen historias continuadas.
—Claro, ya aproveché para mejorar algunos guiños.
—¿Y disfrutó rodando en Cádiz y con actores de aquí, muy bien elegidos por cierto?
—Es que hacer una campaña guapa en México está muy bien, pero yo lo que hago allí son creatividades de agencia. Pero que me dieran la oportunidad de escribir aquí la historieta y ver cómo me las ingenio para vender el turismo en Cádiz fue un flipe. Y si iba a hacer una historia disruptiva, lo mejor era contar con una cara conocida de Cádiz que sumara al proyecto. Había pensado en Alex O’Dogherty como romano, pero cuando hablamos de la época fenicia, lo vi claro. Y de la pandilla de un sobrino mío salió una niña, Valeria, para hacer el personaje de Tanit, una niña muy avispada, muy lista que, aparte, fotografía muy bien, con un perfil precioso. Me dio buena espina.
—Y luego, ya sí, llegó la historia del romano.
—La del fenicio funcionó muy bien, tuvo algunos premios y a la gente le gustó. Nos reunimos otra vez y salió el romano.
—¿Y optó por Manuel Tallafé, otro monstruo?
—Vimos que podía estar bien. Yo tenía alguna duda como centurión por la edad, no sabíamos si ponerle peluca...
—Comienza como una historia romántica...
—Claro. Mi premisa es que sea interesante, que a los 15 o 20 segundos pase algo que enganche con la historia. Y con el romano me gustó lo de “Mi diosa de Gades” y aquello de que “Le den a Roma”, y justo cuando se van a dar un beso, el rayo... Nunca he sido de efectos especiales, soy más bien puritano, pero en este caso estaba justificado. Y Manuel se portó increíble, muy cercano, nos reímos y lo pasamos genial, igual que con Álex. También el corto ha tenido sus premios, sus reconocimientos.
—¿Qué más en Cádiz después de estos dos cortos turísticos?
—Volví a México, a hacer otra cosa rápida, y salió una historieta en Diputación para Alcalá del Valle.
—¿Y para el futuro?
—Aproveché todo esto para fundar una productora a la espera de que vengan más historias. Además, estoy desarrollando la tercera y última historia de esta trilogía promocional turística de Cádiz.
—¿Tiene aparcada la parte de ficción?
—No, es un deseo que yo tengo, casi una meta. Hacer una película, y lo voy a intentar. La película que empecé a escribir hace diez años la acabé hace unos tres, cuando me puse serio para terminarla. Falta dar con las personas adecuadas. Es una película para rodar en Cádiz, íntima, divertida...
—¿Es de verdad tan cinematográfico Cádiz como plató?
—Absolutamente. Cádiz, siendo una provincia tan pequeñita, tiene una sierra increíblemente frondosa, verde, unos parajes perdidos espectaculares y luego tiene una costa infinita con playas cerradas y abiertas... La luz es increíble, hay mucha luz al año y en invierno aunque caiga en horas es muy aprovechable; los amaneceres y atardeceres son espectaculares.
—Igual Cádiz es más peliculero de lo que pensamos.
—(Ríe). Nuestro ingenio va más allá de las películas, a veces enfocado históricamente a la picaresca, al arte, al Carnaval.
—¿Le llama la atención el Carnaval cinematográficamente hablando?
—Para Carnaval, si tuviera tiempo y ganas, podría plantearme hacer un cuarteto, que es como una representación teatral, aunque necesitaría una mano más gaditana que yo (ríe). Pienso que el Falla puede ofrecer más elementos interesantes para el espectador. Lo que creo que no podría hacer es cine de Carnaval.
—¿Y con el Cádiz?
—Con el Cádiz, sí, eso no me cuesta nada. Estaría encantado.
—¿Qué es más importante para hacer cine: el dinero o la creatividad?
—Pues..., tal vez la paciencia y la fuerza de voluntad, porque es muy fácil tirar la toalla en cualquier momento. El proceso es muy largo, hay gente que lo consigue en muy poco tiempo y otras que no, y se sufre. En esa incertidumbre impera la necesidad de trabajar, de producir, de hacer proyectos para mantenerse con un mínimo nivel económico, algo que te permita escribir tranquilo otras cosas. Y luego, tener contactos.
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