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No podemos equivocarnos: o cómo no estropear el futuro de Cádiz

EL PASEANTE

Es un milagro para Cádiz contar con 335.000 metros cuadrados de suelo donde poder plantear una parte de la ciudad pensando en nuestras próximas décadas de historia 

En siglo y cuarto hemos tenido varias oportunidades para diseñar nuestro futuro

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Vista aérea de Cádiz con el suelo portuario en primer término. / D.C.

SIN duda la frase más acertada de las dichas ayer en el Ayuntamiento de Cádiz, con motivo de la firma del protocolo para el desarrollo de la integración del muelle y la ciudad, fue la de “No podemos equivocarnos”, en boca de la presidenta de la Autoridad Portuaria, Teófila Martínez.

Junto a ella pusieron su rúbrica en el documento el alcalde gaditano, Bruno García, y los representantes de la Junta, el consejero de Presidencia, Antonio San, y el viceconsejero de Fomento, Mario Muñoz-Atanet.

Este protocolo se supone que es el último paso administrativo para afianzar la conexión entre Cádiz y su puerto, con la integración de 335.000 metros cuadrados de suelo portuario en la trama urbana. Todo tras un largo proceso iniciado hace unos años y que para su conclusión aún harán falta que transcurra un periodo de tiempo que no será nada corto.

En unos días, el puerto trasladará al Ayuntamiento el plan de actuación en el muelle ciudad, como paso previo a la adjudicación de las obras. Conociendo a Teófila Martínez, el retraso que se ha ido acumulando en esta fase del plan (se hablaba del inicio de estos trabajos tras el final de la última Gran Regata) le habrá dado más de un quebradero de cabeza. En todo caso, si hay alguien capaz de activar esta operación es ella, como en su día hizo con el soterramiento del tren.

Martínez dejó ayer claro que nadie debe pensar que el desarrollo de esta reurbanización de 335.000 metros cuadrados (un tercio del suelo del casco antiguo de Cádiz) se puede hacer de la noche a la mañana. Completar todo llevará su tiempo.

No sólo hay que aguantar la burocracia que marca los tiempos en la administración; es esencial conseguir los fondos públicos para su desarrollo, y más si se buscan programas europeos. Y junto a ello, lograr la implicación de la iniciativa privada. Todo en un plan que se cuenta por decenas de millones de inversión.

Y ahí viene la frase de la presidenta de la Autoridad Portuaria: “No podemos equivocarnos”.

Porque el paso dado ayer es muy importante para Cádiz. Puede que para una parte de la ciudadanía, aquella que vive en una burbuja en la que únicamente convive con sus intereses particulares, esto de la integración muelle-ciudad no tiene mayor relevancia. Más preocupados están, seguro, con el nombre del estadio, el orden de agrupaciones carnavalescas o el recorrido de las cofradías la próxima Semana Santa.

Pues no. Con este proyecto esta ciudad se juega mucho. 

Durante siglo y cuarto han surgido oportunidades en materia de desarrollo urbano que se han sabido aprovechar, como el soterramiento del tren, o que por el contrario han fracasado en su planificación, como fue el derribo de las murallas a partir de 1906 y, sobre todo, la expansión de Cádiz por sus extramuros.

Todo ello, para bien o para mal, ha marcado nuestra historia en las últimas décadas. Y ahora toca pintar nuestra historia para los próximos años. En un contexto, además, muy complicado, en dura competencia con otras ciudades y en una momento económico y social lleno de dudas y altibajos.

Tener de pronto 335.000 metros cuadrados de suelo para crecer, en una ciudad que apenas tiene 12 kilómetros cuadrado de extensión, de los 4,5 son residenciales, es un lujo que poco nos podíamos imaginar hace una década.

En los últimos años se han celebrado debates ciudadanos, se han organizado jornadas, se han traído a especialistas e incluso a estudiantes de arquitectura de medio país para pintar qué hacer en este suelo. 

Se han levantado en el papel edificios residenciales, grandes equipamientos de ocio, zonas portuarias... y al final lo que queda es la lógica que marca nuestra evolución como ciudad y nuestras necesidades.

Diseño en grandes ciudades

No somos Barcelona, ni Bilbao, ni La Coruña, ni Málaga. En todas se han desarrollado grandes proyectos urbanos en suelos portuarios sobrantes. Al contrario de Cádiz, todas son ciudades extensas, muy pobladas y ricas, sin la espada de Damocles que supone el riesgo de bajar de los 100.000 habitantes, ni el enorme déficit de viviendas, tanto públicas como de renta libre.

Está claro que no podemos llenar este suelo de casas, colapsando por ello una isla dentro de otra como es el casco antiguo. Pero tampoco podemos dedicar el cien por cien del espacio a un parque temático dedicado al ocio. Ni centrarnos en usos portuarios, que deberían de tener su propio suelo en la Bahía.

Por eso decía Teófila Martínez que “no podemos equivocarnos”.

Ya hablaba la presidenta de la APBC de 145.000 metros cuadrados de suelo destinados a viales, espacios libres y jardines, con lo que se come el 41% del espacio. Y también reservaba hueco para actividades marítimas. De esta forma habrá que perfilar muy bien lo que queda, o incluso redefinir una porción de estos suelos.

Hay que tener claro qué generará más ingresos y empleo para la ciudad a la hora de hacer el diseño final. Y buscar también una estética del siglo XXI que propicie la llegada de inversores privados de garantía. En definitiva, que este suelo sea un dinamizador de la ciudad.

Más allá de contenidos y diseños, tampoco hay que olvidar cómo se hará físicamente la integración de este suelo con la trama urbana. Aquí juega un papel esencial la reurbanización del Paseo de Canalejas, como gran puerta de entrada a la ciudad, unida a las plazas de España y de San Juan de Dios como referentes para eventos en sus espacios abiertos. Y también, con una plaza de Sevilla que se ha enquistado en su tramo final de reurbanización, hasta llegar a la necesaria recuperación del frente de la Puerta de Tierra.

Así, si miramos la ciudad con ambición de futuro y con el objetivo de “no equivocarnos”, a las administraciones que firmaron este lunes el protocolo de actuación, sin olvidarnos del Estado y de la misma Diputación Provincial, les corresponde cerrar un diseño que marque el futuro de la ciudad de Cádiz para las próximas décadas. Y que después no nos lamentamos de lo mal que se planificó todo.

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