La noche que nos hicimos mayores
Tres bomberos quedan aún en activo en el Consorcio de los que vivieron el fuego en el Puerta del Mar. Creen que aquello demostró que la filosofía del cuerpo era la correcta.
El incendio del hospital Puerta del Mar, que se inició la noche del 16 de abril de 1991, no sólo dejó huella en los profesionales sanitarios del centro sino también entre los bomberos que se adentraron en el infierno de llamas y humo en que se convirtió el pañol del sótano. "Aquella noche nos hicimos mayores", afirmó esta semana a Diario de Cádiz Juan Carlos Rojas, uno de los bomberos que trabajó en las labores de extinción que se prolongaron hasta las tres de la tarde del día 19. Un cuarto de siglo después, los miembros del Consorcio de Bomberos de la Bahía de Cádiz destacan a este diario la gran importancia que tuvo ese fuego en la consolidación de un organismo que tenía pocos años de vida y en cómo han cambiado los tiempos. "Ahora el Puerta del Mar cuenta con su propio grupo de segunda intervención", dice Ignacio Pérez Prado, jefe de la zona de la Bahía. Este grupo está formado en su mayoría por miembros de la seguridad del hospital y del área de mantenimiento. "Cuentan con sus propios equipos de bomberos, con bombas de aire comprimido y máscaras, nosotros periódicamente les vamos dando cursos, les enseñamos a actuar ante una emergencia, porque en incendios como el que asoló el sótano del hospital los primeros minutos pueden ser fundamentales. Quizá en esos cuatro minutos que nosotros podemos tardar en llegar su labor puede favorecer que la extinción sea menos complicada", comentaba Pérez Drago.
Todavía quedan en el cuerpo tres personas que vivieron el incendio en primera persona: Javier Otálora, que entonces era jefe de zona del Consorcio; José Orellana, cabo jefe de guardia y el mencionado Juan Carlos Rojas. Recuerdan que, nunca mejor dicho, fue la gran prueba de fuego a la que tuvo que someterse el Consorcio. En la Bahía de Cádiz existía la creencia popular de que eran los bomberos de la Base de Rota los únicos capaces de apagar un fuego de grandes dimensiones, pero en esta ocasión fueron los del parque de Cádiz principalmente, con apoyo de Chiclana o Jerez, quienes hicieron frente a las llamas. En total participaron en la extinción del incendio 23 bomberos, 5 cabos, 2 sargentos, 2 suboficiales y 2 jefes de zona. "Fue algo muy gordo. Se alcanzaron temperaturas de 800 grados, empleamos 800.000 litros de agua, 2.200 litros de espumógeno de baja expansión, 1.350 metros de mangueras, 34 equipos de respiración autónomos y 140 recambios de botellas de aire comprimido", recuerda Javier Otálora mientras nos muestra el informe oficial del suceso, que aún, pese a los años, desprende un ligero olor ahumado. "Para el Consorcio de Bomberos, con tan sólo ocho años de existencia, fue un hito que demostró las bondades de su filosofía y la máxima efectividad por las ayudas mutuas y la unificación de medios y equipos", continúa.
Los protagonistas de aquella noche rememoran lo complicado que fue acabar con el incendio, que tuvo su foco primario en el pañol y el secundario en la lencería, donde había ropa limpia empaquetada con plásticos que, al ser alcanzadas por el fuego, lo avivaron. "Se requirió personal que estaba libre y se pidieron refuerzos a los parques de poblaciones cercanas", dice Javier.
Al igual que ya comentaron los médicos del Puerta del Mar, los bomberos inciden en el estrés añadido que les supuso saber que debían evitar a toda costa que el fuego llegara al área de Medicina Nuclear y a la de los historiales, que al contener radiografías podían desprender un gas que hubiera resultado letal. "Si las llamas hubieran llegado a Medicina Nuclear podríamos haber tenido un pequeño Chernobil allí dentro, pero afortunadamente fuimos midiendo los niveles de radioactividad y estos siempre fueron normales".
José Orellana incluso sufrió algunas quemaduras en la zona del cuello y la oreja derecha durante sus labores de extinción. "Hacía tanto calor que no me di cuenta hasta las tres de la tarde del día siguiente". Por fortuna, salvo alguna quemadura leve y ampollas, ningún bombero tuvo que ser atendido por heridas de gravedad.
Al contrario de lo que ocurre en las películas, los bomberos relatan en su conversación con este medio que en un incendio de estas características el humo no deja ver nada. "Ahora hay cámaras infrarrojas que nos dejan claro dónde está el foco principal, pero entonces teníamos que ir casi a ciegas. De hecho hasta nos entrenaban expertos de la ONCE", relata Javier Olátora.
Sus compañeros cuentan que "sabíamos lo que nos jugábamos, porque teníamos que conseguir tiempo para que se pudiera evacuar el hospital con normalidad y sin alarma. Sólo abandonábamos el frente del fuego para cambiar las botellas de aire, hasta nos orinábamos encima cuando ya no podíamos más. Sabíamos que arriba había enfermos y teníamos que darles tiempo para que salieran con calma. Además era como un reto para nosotros acabar con ese fuego. Luego, con el incendio ya extinguido, algo más relajados, nos sentimos satisfechos de la labor que hicimos aquella noche y hasta comentábamos que estábamos más preparados de lo que nosotros mismos creíamos".
Porque el incendio se declaró a las diez de la noche del 16 de abril, pero hasta el día 24 no se dio por completamente extinguido y los bomberos montaron retenes día y noche para vigilar que el fuego no se avivara. "A las seis y media de la mañana el incendio estuvo controlado, fue declarado como vigilado a las ocho y media del día 17 y a las tres horas del día 19 anunciamos el fin del incendio, aunque seguimos montando guardia", recuerda Olátora.
Los bomberos recuerdan no sólo la solidaridad entre todos los miembros del cuerpo, sino también la de los ciudadanos y la gran colaboración de la dirección y el personal del hospital, con José Dorronzoro a la cabeza.
El suceso fue un ejemplo para todos, tanto es así que bomberos de otros lugares del mundo, incluso de EEUU, se interesaron por cómo se había apagado el fuego y se había procedido a una evacuación en la que participó hasta la Armada con camiones pesados para el traslado de material y pacientes, y en la que sólo murió una persona, una mujer de 55 años que ya estaba en muerte cerebral antes de que se declarara el fuego y que se mantenía con vida por su condición de donante de órganos.
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