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El boom inmobiliario que está viviendo Cádiz desde hace pocos años, centrado en el sector privado, se está llevando por delante a un elevado número de chalé en la ciudad. Ante la ausencia de grandes solares vacíos donde poder construir, la eliminación de estas viviendas es hoy la única forma que tienen los promotores para edificar en la capital.
Aunque en los últimos meses han caído varios chalés, algunos de ellos referentes en la ciudad como la que fuera la residencia de la familia Cerón o el cercano de La Porteña, en lo que va de siglo XXI la pérdida ha sido contundente. Entonces Cádiz contaba con un censo cercano a los 80 chalés. Hoy apenas se llega a la treintena, lo que supone el derribo de medio centenar de casas.
Este proceso ha provocado que en algunas calles hayan desaparecido estas construcciones, muy habituales entre las décadas de los 30 y 60 del pasado siglo. El caso más evidente puede que sea Huerta del Obispo, hasta no hace mucho aún poblada de chalés. Hoy los dos últimos van camino de la piqueta, tras aprobar el Ayuntamiento su sustitución por un bloque de pisos y una nueva calle.
También pasa lo mismo con la calle Santa María de la Cabeza, donde sólo queda uno, tras otra nueva operación inmobiliaria. O en Parlamento.
Bahía Blanca aguanta. Aún cuenta con una decena de chalés. Incluso aquí, en 2018, se construyó uno de nueva planta y ahora se anuncia otro que sustituirá al último que quedaba a pie de muralla.
Todos los chalés de Bahía Blanca y Paseo Marítimo (donde quedan dos envidiadas casas familiares) tienen un cierto nivel de protección en el Plan de Ordenación Urbana, al considerarse estas zonas como ‘Ciudad jardín’. Es decir, se pueden mantener los chalés existentes e incluso construir nuevos en su lugar. En el resto de la ciudad, allí donde se derribe uno solo podrá ser sustituido por un edificio de viviendas.
Más allá de esta protección, está la que evita su demolición. Es lo que pasa en solo dos casos: el chalé de Varela (de propiedad municipal) y Villa Mercedes, una finca privada que es hoy la más antigua de la ciudad en este tipo de construcción.
Menos de treinta supervivientes que no siempre están habitados. En Bahía Blanca hay dos chalés que funcionan como vivienda con fines turísticos, y otro como residencia de estudiantes extranjeros; en la Avenida, en el núcleo de cuatro chalés que hay frente al de Varela, uno se alquila por 1.500 euros al mes.
En La Laguna apenas aguanta media docena. Hace poco se ha vendido uno de los más emblemáticos. También para viviendas que, además, están ya casi agotadas.
Lejos quedan los tiempos gloriosos en este tipo de residencia, cuando buena parte de la Avenida, entonces sin apenas automóviles y con el tranvía cruzándola camino de San Fernando, estaba poblada por villas más o menos lujosas. O incluso casas sociales reconvertidas en pequeños chales, como pasó con ‘Las arrepentidas’. Allí, en su mayoría, tenía su segunda residencia la burguesía de la ciudad, antes de su marcha a otros puntos de la provincia, a la vez que eran sustituidas por grandes bloques de viviendas.
No cabe duda que el proceso de eliminación de estas construcciones se mantendrá ya que el afán por encontrar pisos de nueva planta en Cádiz se mantiene. También es cierto que un nutrido número de los chalés que aún se mantienen en pie ocupan parcelas no muy grandes, lo que obligaría a la adquisición de varios chalés si se plantea promociones de mayor calado.
Sólo en Bahía Blanca, frente al foso del Pelícano, y en La Laguna, persisten construcciones de gran tamaño, sin duda muy golosas para los promotores, aunque ninguna está inicialmente a la venta y sí muy bien mantenidas por sus propietarios.
En Puerta Tierra perviven también las últimas construcciones con solo planta baja, en el barrio de San José y el Polígono de San Juan Bautista (junto al cementerio). Son fincas levantadas en su mayoría en el siglo XIX y alguna de principios del XX, varias ya sin uso alguno y en estado ruinoso, otras se mantienen como viviendas muy bien cuidadas y otras han sido transformadas en locales comerciales. Sí hay tres construcciones más modernas, a modo de pequeños chalés pero sin espacio para un jardín o patio interior.
La existencia de múltiples propietarios dificulta la demolición de estas edificaciones para su sustitución por bloques de pisos.
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