En la octava: Territorio de valientes
Consecuencias del Coronavirus
Actualmente hay 40 ingresados confirmados en la planta octava del Puerta del Mar
16 enfermeros, otros tantos auxiliares y celadores se baten en el corazón de la batalla contra el virus
El corazón de la batalla palpita arrítmico estos días. Como a dos velocidades. La guerra la ganaremos unidos, pero la infantería de marina va de verde, como ocurre en la mayoría de las guerras. Verde quirófano, verde esperanza. El interior del Puerta del Mar late con un deje de preocupación en la era del coronavirus, la nueva guerra mundial que ha estallado sin necesidad de disparar a un príncipe heredero ni invadir Polonia. Que vivimos tiempos tenebrosos se nota nada más subir los escalones que conducen a sus vestíbulos a través de una oscura galería, más sombría de lo habitual por la llovizna de este martes tristón. Las mascarillas, las mismas que hace apenas tres semanas nos hacían elevar la mirada al cielo y pensar qué exagerados son estos chinos, se han convertido en elementos habituales del nuevo paisaje que nos ofrece el hospital. Gente que entra y sale con sus mascarillas y una mirada huidiza. Porque sin duda nos hemos vuelto más solidarios -el bichito de Wuhan nos ha permitido saber que en la terraza del noveno del bloque vecino viven dos chavales la mar de cachondos que la lían a la hora de los aplausos- pero también nos ha vuelto más desconfiados y huidizos. Como esos perrillos abandonados y maltratados a los que se les queda la mirada triste, el rabo triste y hasta el ladrido lastimero. Así vamos muchos. Intentando mantener la distancia de seguridad. Ese distanciamiento social tan difícil de asumir en la mayoría de los humanos, acostumbrados a vivir en medio de la seguridad de la manada.
Las primeras plantas del Puerta del Mar intentan mantener la tranquilidad. Los gestores del centro hospitalario han decidido intentar aislar al bichito en las dos últimas plantas: la octava, donde se encuentra la unidad de infecciosos y sus cuatro habitaciones de aislamiento, del todo insuficientes ya ante el aluvión de pacientes confirmados; y la novena. Si fuera necesario esa zona cero se desplazaría hacia abajo, hacia la séptima planta, intentando concentrar todos los casos en estas tres para mantener el resto del centro hospitalario alejado del virus.
Actualmente hay 40 pacientes ingresados en toda la octava planta, entre los confirmados ya en infecciosos y los que esperan con síntomas en nefrologia, la unidad contigua. La cantidad de contagiados ha provocado que se les haya agrupado y que ahora compartan habitación. Uno de los ingresados falleció durante el fin de semana, aunque no directamente por el coronavirus sino por un cáncer terminal que lo mantenía en paliativos desde hacía semanas. A todas sus graves patologías previas se unió en los últimos días el nuevo virus que terminó por desestabilizarlo.
La unidad de paliativos, que antes estaba en la octava planta, se ha trasladado a la zona de trauma, en la quinta, alejándola lo más posible de esas habitaciones con contagiados.
Algunas personas están acompañadas por familiares, por sus parejas o por hijos. Eso sí, una vez que se entra en la zona de cuarentena ya no se puede salir. “Aquí ya no vale esto de me voy a turnar con mi hermano o con otro familiar. Quien entra sabe que debe estar al menos 14 días”, dicen los sanitarios.
La mayoría de los casos que se encuentran en una situación más delicada de salud ya arrastraban patologías previas. Es la tónica general en todos los países, aunque los índices de letalidad del virus varía según las regiones y los países. Por ejemplo, en Italia es más mortal que en otros lugares del planeta, lo que no se sabe si habla muy bien de la alta esperanza de vida del país trasalpino o muy mal de su sistema sanitario.
Aquí, en el Puerta del Mar, el corazón de la batalla está en la octava. ¿Qué se siente al enfundarse la bata EPI, las mascarillas, las gafas protectoras, los patucos antes de entrar a una habitación donde está una persona contagiada del virus que ha puesto en jaque a la civilización actual?, preguntamos a uno de los profesionales sanitarios destinados en esta planta. “Las primeras veces tienes el miedo en el cuerpo. Supongo que será la misma sensación de los toreros cuando se ponen el traje de luces. Después te vas concienciando, pero se sigue teniendo ese pellizco en el estómago. Supongo que conforme vayan pasando los días estaré más relajado”, cuenta un experimentado enfermero.
La planta octava es territorio de valientes. La situación, afortunadamente no se parece aún a la que vemos por televisión y la prensa nacional en hospitales de Madrid sobre todo, pero puede ir creciendo. “En Cádiz la gente se lo ha tomado mucho más en serio desde el principio. Vemos que hasta en cadenas nacionales nos ponen como ejemplo. Tengo amigos míos de Madrid que me cuentan que hay gente que sigue haciendo el tonto, quedando con amigos en casa, haciendo vida social, es una insensatez que nos pone en riesgo a todos. Aquí, tres semanas después de finalizar los carnavales, tendríamos que haber empezado a notar un aluvión y no ha sido así. Igual ha sido el clima, la situación geográfica, aquí al sur de todo, qué sé yo”, comenta otro profesional de la planta.
Por los pasillos del centro se ve poco movimiento. La hora de la comida también es complicada. El servicio se deja en la puerta de la unidad de infecciosos. Los pinches de cocina no entran. Las bandejas y los cubiertos son de usar y tirar. Los enfermeros se encargan de repartirlas y hasta de colocarse el equipo necesario para dar de comer a los pacientes de edad avanzada que tienen problemas para hacerlo de manera independiente si no hay más remedio.
El lunes al fin llegó más material. Las cajas se apilaron casi como señal de ánimo a todos los profesionales, que entiendan que no están solos, que no se les ha abandonado. Llegaron mascarillas, gafas, pantallas protectoras y batas EPI (Equipo de Protección Individual). El personal de esta unidad de infecciosos, auténtico epicentro de la pandemia en la capital gaditana, está formado por 16 enfermeros y 16 auxiliares, contando los refuerzos que se han contratado en las últimas semanas. En cada turno hay cuatro enfermeros y cuatro auxiliares. Además hay dos celadores por la mañana, uno por la tarde y otro por la noche. Aunque el material ha empezado a llegar, hasta el momento los profesionales sanitarios siguen teniendo que aguantar con una mascarilla FP2 durante un ciclo completo, es decir, cinco días.
Los profesionales sanitarios tienen que limpiarse por dentro y por fuera al acabar sus guardias. “La higiene es fundamental para luchar contra este virus. La gente que no tiene síntomas no necesita mascarillas, pero si sale a la calle, si va al súper, sí que es conveniente que se ponga unos guantes desechables y que tras llegar a casa se lave bien las manos. Nosotros nos duchamos nada más terminar nuestras guardias. Sabemos que hay posibilidades de que algunos acabemos contagiados, como ha sucedido con otros muchos compañeros del país, pero es nuestro trabajo. No somos héroes, no somos más valientes que nadie, probablemente tengamos los mismos miedos, pero tenemos una responsabilidad. En nuestra planta nadie se ha dado de baja por uno u otro motivo, por ponerte un ejemplo. Todos estamos dando la cara y aquí seguiremos hasta que ganemos esta batalla. Que la ganaremos, de eso no cabe duda”, dice otro enfermero.
La actividad quirúrgica sigue bajo mínimos. Sólo se realizan las operaciones más urgentes. Esto ha vaciado las camas de la UCI, en la que de momento sólo hay una paciente de 76 años vecina de San Fernando que se contagió tras realizar una excursión con el Imserso a Málaga, la provincia más afectada de la comunidad andaluza, y cuyo estado en el momento en que se realiza esta crónica es grave. Su marido también está ingresado en la planta octava aquejado de coronavirus pero su situación no es tan complicada.
Teniendo en cuenta que aún Sanidad no tiene nada claro cuándo se alcanzará el pico de la epidemia en España, el Puerta del Mar se ha preparado con unas nuevas urgencias y un punto de triaje situado en el lugar destinado hasta ahora para la rehabilitación. El objetivo es que no se mezclen los enfermos que acuden a urgencias por cualquier motivo con los que entran con síntomas provocadas por el coronavirus. La previsión era que este lunes comenzará a funcionar.
En las consultas externas el movimiento también ha caído de manera drástica, lo que ha provocado que el ajetreo diario por el hospital también haya menguado.
De esta manera encaran los profesionales del Puerta del Mar la segunda semana en estado de alarma, dos semanas de una pesadilla a la que todavía no se le ve el final y que está llenando los hospitales de héroes mientras las calles se quedan vacías.
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