Una oleada de robos alerta a las iglesias de Cádiz
Al destrozo del paso de la Humildad o el intento de robo en Santiago se le une otros actos similares que han sufrido otros templos
En San José robaron un velario el pasado sábado y en Santo Tomás sustrajeron un candelabro de bronce la pasada semana
El destrozo en una esquina del paso de la Humildad y Paciencia ha sido el detonante, por lo que implica para el patrimonio de las cofradías gaditanas y por haber tenido lugar a siete días de la salida procesional del Domingo de Ramos. Pero lo ocurrido el pasado domingo en la iglesia de San Agustín, en plena celebración de la misa vespertina, parece formar parte de una oleada de robos e incidentes que se viene produciendo en las iglesias de la ciudad en los últimos meses y que parece haberse acrecentado estos últimos días.
Sin ir más lejos, el suceso del domingo en San Agustín tuvo un caso similar el martes en la iglesia de Santiago, cuando también en mitad de la misa de la mañana se llevaron un cuadro que los propios feligreses recuperaron, como ya informaba este periódico. Pero es que también el pasado sábado se produjo un intento de robo en la parroquia de San José, en extramuros; y la pasada semana desapareció un candelabro en la parroquia de Santo Tomás, también en extramuros.
El párroco de San José, Alfonso Gutiérrez, cuenta cómo el pasado sábado (horas antes de que un individuo arrancara la esquina del paso de la Humildad) “se llevaron un velero entero” mientras se celebraba la misa de siete de la tarde; “pero le pillaron”. “El velero lo partieron y se llevaron la parte de la caja”, cuenta el sacerdote, que sigue explicando cómo tras salir de la iglesia dejaron el botín sustraído en el jardín contiguo “porque pesaba mucho y fue a llamar a más gente”. Fue al sacarlo del jardín cuando gente de la hermandad del Rocío, que celebraba a continuación sus cultos sabatinos, lo vieron y dieron alerta. “Y nada, salió corriendo”, concluye el Padre Alfonso, que asegura que tienen localizado al autor “por las cámaras de la iglesia”.
En la parroquia de Santo Tomás sustrajeron hace unos días uno de los candelabros de bronce que se utilizan para iluminar los altares. “Se llevaron otros pero cuando vieron que eran malos los devolvieron y se llevaron uno de estos, que parecen de bronce”, explica el párroco, Cristóbal Flor, que cuenta cómo la iglesia se ha quedado con cinco candeleros en lugar de seis.
Ocurre que en muchas ocasiones este tipo de sucesos ni siquiera termina en denuncia policial, bien porque el objeto sustraído es devuelto o bien porque el robo termina en mera tentativa y los responsables de la iglesia optan por no cargar de problemas las dificultades que ya de por sí se le atribuyen a las personas que cometen este tipo de delitos. Por eso este tipo de incidente rara vez sale a la luz pública.
De hecho, en el caso de Santiago fue los gritos a raíz de que los feligreses abortaran el robo del cuadro el martes lo que hizo llamar la atención a las personas que a esa hora pasaban por la plaza de la Catedral o la calle Compañía. Pero esa misma persona varios días antes sustrajo un cepillo del templo, que luego destrozó en plena calle Santiago llevándose las colectas que hubiera en su interior (destinadas al sostenimiento del Seminario Diocesano). “Dejaron el cepillo reventado en el suelo en la puerta del local de al lado”, cuenta Paco Gómez, gerente del comercio de cocinas de esta céntrica calle. Y también días antes en la misma iglesia de Santiago, y todo hace indicar que por parte de la misma persona, se llevaron un foco durante la celebración de cultos.
Vigilancia
Fruto de estos hurtos e incidentes que se repiten con relativa asiduidad y que parece que han crecido en intensidad en los últimos días, las iglesias gaditanas van paulatinamente pertrechándose de medidas de seguridad para garantizar la mejor protección posible de su interior. Entre otras cuestiones, porque se trata de valiosas obras de artes, en muchos casos de incalculable valor en la actualidad, que es responsabilidad proteger de robos o daños.
Son las cámaras de vigilancia cada vez más habituales en altares, bóvedas y coros las que permiten, en muchos casos, identificar a los autores de este tipo de incidentes siempre desagradables para quien los presencia o quien sufre sus consecuencias.
En la iglesia de San Agustín se antojan fundamentales las imágenes captadas por las cámaras de seguridad para localizar al autor de los daños al paso de la Humildad que está investigando la Policía. En San José, también dotada con cámaras, han identificado al autor del robo frustrado del velario. Y en San Francisco permitieron las cámaras poner nombre y apellidos al autor del robo de un relicario de la hermandad del Caído, que pudo ser recuperado (sin que la hermandad, dicho sea de paso, interpusiera posteriormente la denuncia para no perjudicar al autor de los hechos).
A raíz de ese suceso, precisamente, la hermandad del Caído ha adoptado medidas de seguridad en el altar de sus titulares, exponiendo los dos relicarios que posee (de los beatos marianistas Guillermo José Chaminade y Madre Adela) dentro de una urna de cristal para impedir posibles intentos futuros de robo.
Cámaras instalaron hace meses en la iglesia de La Palma y en las dependencias de la hermandad anexas al templo. Una iniciativa de la propia cofradía que surgió “a raíz de esa oleada de robos que hubo en iglesias de Sevilla”, comenta el hermano mayor, Francisco Javier Lucero. “Vimos que en cierta manera la iglesia está muy desprotegida, y en aquel momento estábamos también a punto de recibir la nueva corona de la Virgen, así que nos decidimos a instalar este sistema de seguridad que funciona las 24 horas y que tiene varias cámaras, fijas y en movimiento, que permiten controlar las zonas de más paso y más sensibles de la hermandad, además de la propia iglesia”, explica.
Las grandes columnas o pilastras, la división en naves (normalmente en tres), los retablos con sus altares o las capillas interiores se unen a los cuadros, candeleros, velarios llenos de monedas y otras piezas de valor, convirtiendo así a las iglesias en uno de los escenarios más atractivos para apropiarse de lo ajeno. “Estamos vendidos”, asegura un responsable cofradiero respecto a esa inseguridad que en estos últimos días se ha visto acrecentada, en puertas de la Semana Santa, con varios episodios en otros tantos templos de la ciudad. “Es un riesgo que hay que correr. Pero desde luego no pienso cerrar la iglesia”, asegura de manera tajante el párroco de Santo Tomás.
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