Paco Blanco: "Ha sido difícil el equilibrio entre la construcción de viviendas y la arqueología"
El arqueólogo de la empresa municipal Procasa desde el año 1999 ha presenciado casi todos los grandes hitos arqueológicos de Cádiz, así como algunas de las grandes aberraciones contra el patrimonio
Los numerosos enterramientos fenicios de Marqués de Cropani convierten esta zona de la necrópolis en una de las más importantes de Gadir

Paco Blanco, arqueólogo de la empresa municipal Procasa, puede presumir de haber sido testigo de los grandes hitos arqueológicos de esta ciudad. Todavía no había terminado la carrera universitaria cuando participó en el hallazgo y excavación del sarcófago antropoide femenino, se convirtió en una de las primeras personas que accedió a la galería que daba paso al Teatro Romano de Cádiz, y también ha excavado el singular ajuar de la niña romana de Escalzo, los enterramientos de la Guardia Civil o los de la plaza Asdrúbal, y ha estado presente en los recientes descubrimientos de la necrópolis de Cádiz en Marqués de Cropani. Una apasionante trayectoria de la que hace balance.
Pregunta.–¿Cómo empezó su historia con la arqueología?
Respuesta.–Empecé con ocho años, es una historia curiosa que siempre me contaba mi tía. Pues de camino al colegio la Mirandilla, subiendo la cuesta, iba mirando a Vigorito y le dije: “tía, aquí me parece a mí que va a haber algo muy gordo”.
P.–¿En serio? Precisamente fue usted una de las primeras personas que accedió al Teatro Romano de Cádiz
R.–Así es. Esta anécdota me la ha recordado mi tía durante muchísimos años. Fue como algo premonitorio, pues años después fui el primero junto a Francisco Ghersi en atravesar el alcantarillado que llevaba a la galería del teatro.
P.–¿Siempre tuvo vocación?
R.–La verdad que siempre he tenido esa inquietud por la historia. En mi casa, por ejemplo, colocaba jarrones que tenía mi madre en el pasillo, y como si estuviera en un museo, me ponía a explicarlo. Cosas de niños. Cuando tenía unos 15 años junto a un grupo de amigos, empecé a hacer mis pinitos, pues cuando no había control arqueológico de las obras, tiraban a la playa de Santa María los escombros que podían contener restos arqueológicos, claro, justo en la pendiente que da a los bloques junto al instituto Columela. Con este grupo iba a excavar a los Corrales, nos compramos un palaustre, y sacábamos todo tipo de cosas como monedas y otros objetos que luego acabaron en el Museo, claro, las deposité. Efectivamente, desde siempre me ha interesado la cultura y me apasionaban las cosas antiguas.
P.–Y no lo dudó, estudió historia.
R.–Mi padre trabajaba en el Banco Santander, era apoderado de la oficina del Palillero, y me habló de unos cursos en los que te preparaban y automáticamente trabajabas fijo en el banco. Yo le dije que no, que quería estudiar historia, carrera que cursé del 78 al 83. Y ya durante la carrera empecé a trabajar, al principio por amor al arte, hasta que llegó el trabajo en firme. Hice el doctorado, trabajos de investigación y durante un año di clases de epigrafía y numismática como profesor visitante sustituto en la UCA. Y aunque fue una época buena en la que entró mucha gente en la Universidad a trabajar, a mí me tiraba más la investigación de campo, excavar.
P.–¿Cómo fueron aquellos primeros inicios laborales en el mundo de la arqueología?
R.–El primer año de carrera ya empecé a darle la tabarra al profesor de Historia Antigua Genaro Chic. Y un día me presentó al nuevo director del Museo de Cádiz, Ramón Corzo, que había llegado hacía muy poco. Ramón se quiso rodear de todo aquel que pudiera ayudarle a desempeñar la labor que él iba a hacer a lo largo de los años. Entonces, ya estaba en el Museo toda la gente que trabajaba con la antigua directora, Concha Blanco, Antonio Sáez, Antonio Álvarez, que luego fue director del Museo, Lola López de la Orden, Inmaculada, etc. Y otros que estudiaron conmigo en la Universidad, como Paco Alarcón, director del Teatro Romano, además de Paco Sibón, Luis Neila, José María Villacorta, Paco Cavilla. Empecé a colaborar y tuve suerte.
P.–Porque fue llegar y pegar
R.–Así es, pues coincidí con dos eventos muy importantes. Por una parte, el hallazgo del sarcófago antropoide femenino en septiembre del año 80. Y luego el hallazgo del Teatro Romano de Cádiz.
P.–¿Cómo recuerda aquel encuentro con el sarcófago antropoide femenino?
R.–Fui como todos los días al Museo a colaborar, a dibujar, pero no había nadie. Pregunté y me dijeron que había aparecido un sarcófago en un solar en la calle Ruiz de Alda. Pensé que sería una tumba normal, y cuando llegué allí y vi a tanta gente supe que era algo muy importante. Se trasladó al Museo y empecé la excavación, en la que me lo pasé estupendamente. Por allí pasó mucha gente importante de Cádiz y fuera de Cádiz. Así que nada más llegar viví el gran hallazgo, colaboré en la limpieza y excavación del sarcófago, y todo fue gracias a Ramón Corzo, que como siempre digo, fue mi mentor, que recién llegado me dijo que me pusiera manos a la obra, cuando todavía era estudiante. Se lo tengo que agradecer a él y a Genaro, mi profesor.
P.–Y del sarcófago al teatro unos meses después, ¿cómo fue aquel apasionante trabajo?
R.–Había un orificio que era una canalización moderna del siglo XVIII, era una cloaca que daba a la galería que hoy conocemos. Yo participé como arqueólogo en la primera campaña que dirigió Ramón Corzo, en la zona que estaba al lado de la guardería. Aparecieron los primeros indicios del teatro, la galería, las primeras gradas... Una excavación importantísima, y ya le cogí el gusto a todo este mundillo. Junto al director del Museo nos pateamos bastantes solares, estuve en alguna campaña del Santuario de la Algaida en Sanlúcar de Barrameda. Y como se me daba muy bien el dibujo, me encargué de ilustrar todo con dibujo arqueológico, en una época en la que aprendí mucho. Del Museo pasé a la Delegación de Cultura en 1985.
P.–Aquellos fueron también los inicios de la Delegación de Cultura y la Junta en materia de patrimonio
R.–Claro, cambiaron las competencias. Antes el patrimonio lo gestionaba el Ministerio de Cultura a través del Museo. Pero cuando surgió la Junta, pasaron a la delegación provincial y se creó posteriormente la figura del arqueólogo provincial, que fue Lorenzo Perdigones. Estuve trabajando en el Museo y Delegación para proyectos eventuales. Hasta que entré en Procasa con las Escuelas Taller en el año 89, compaginando también con mi trabajo anterior. De hecho, en aquella época dirigí la segunda campaña en el Teatro Romano de la galería, de cuya investigación se extrajeron las primeras estratigrafías que también dibujé. Trabajé con Ángel Muñoz, José María Esteban y Ramón Corzo. Como autónomo trabajé para Procasa y el Patronato Municipal de Vivienda una vez que terminé las Escuelas Taller en el 92, hasta que finalmente entré en plantilla en el 99.
P.–Aparte del sarcófago y el teatro, ¿Cuál ha sido su excavación más importante?
R.–Desde 1984 a 2024 he participado o colaborado en casi cien excavaciones y sondeos. Pero la más importante y que repetiría para hacerla muchísimo mejor fue la de Escalzo, de la mano de Procasa, donde apareció el ajuar de cristal de roca. En aquella época tuve problemas de salud. Lo que salió fue al final, pues en todo el solar solo salía arena, arena y arena. Se habían hecho unos sondeos previos que dieron negativo, no había nada. Y ya al final aparecieron unas tumbas, unas estructuras turriformes pertenecientes a enterramientos nobles, gente patricia del mundo romano. Empezamos a excavar y estaban expoliadas, y justo en la última, al final de la rampa, pues en la calle había un desnivel, había intentos de expolio fallidos, hasta que nos encontramos todos los restos que aparecieron en la cista. Los de cristal de roca, ámbar, de oro, de plata, etc. Aquello lo tuvimos que hacer muy rápido porque las obras estaban ya casi terminadas, había un problema muy gordo porque se venían las tierras, pues esto salió justamente en un corte a casi a cuatro metros de profundidad. Después se excavaron dos tumbas más en la calle donde apareció un anillo de oro con un pegaso y dos ungüentarios de vidrio, el resto estaba expoliado. Y digo que lo haría de nuevo porque habría documentado mejor, con vídeos, no tan a la prisa, con más control de la excavación y con unos medios que antes no existían. También dirigí con Procasa la excavación de la Guardia Civil, formé parte de los trabajos de las Delegaciones y del grupo funerario que apareció en la plaza de Asdrúbal, del solar de la Ciudad de la Justicia, de las antiguas bodegas de Abarzuza, de las excavaciones en el parking de San Antonio, que se hizo con prisas y de aquella manera, donde salieron restos de cantera posiblemente romana, y piletas que no sabemos si podrían estar relacionadas con unas termas, pero se metía en dirección a la iglesia de San Antonio y no se excavó. Y también salieron 30 enterramientos, lo cual fue muy interesante en Cádiz.
P.–¿Ha sido muy difícil este equilibrio en la balanza, en la protección del patrimonio frente a la celeridad que puede suponer construir vivienda en Cádiz?
R.–Por supuesto. En Procasa he tenido un papel importante en todas las obras prácticamente desde los 90. En esta legislatura con Ana San Juan, por ejemplo, se ha considerado el patrimonio con la importancia que tiene, como ha ocurrido en Marqués de Cropani, que se ha tenido que atrasar un poco en pro de la arqueología, acompañado de un incremento presupuestario. Si Escalzo hubiera sido ahora, se le hubiera dado otro empaque y difusión, pues aquello fue muy importante. Por ponerte un ejemplo hice una nota de prensa al final, cuando en Marqués de Cropani hice nueve.
P.–¿Y cómo ha trabajado en anteriores legislaturas?
R.–En la anterior legislatura, con José María González Kichi, es que tampoco construyeron mucho, y aunque en la época de Teófila Martínez me daban libertad, no tenía muchas probabilidades de entretenerme, había más prisas que hoy por terminar. Y no se puede perder el patrimonio que nos queda, porque ya se han perdido muchas obras de empaque. Y es complicado, pues tengo que estar pendiente de que la obra no se vaya al traste y de que se cuide el patrimonio.
P.–¿Ha habido decisiones políticas que no le han gustado y que han perjudicado al patrimonio?
R.–Una que me escoció muchísimo fue la de las Delegaciones en Asdrúbal. Salió una factoría de salazón de envergadura, de ciento y pico de metros cuadrados, que se metía por debajo de la calle. Había dependencias, piletas, pavimentos con mármol. Y aquello se destruyó porque hacía falta un sótano, dijeron. Estamos hablando de los años 97-98, con Pepa Caro al frente. Efectivamente, ha habido muchas meteduras de pata y con la llegada de los arqueólogos provinciales parecía que todo era muy bonito, pero no lo fue tanto. Más recientemente ha habido otro caso que intenté salvar por todos los medios, las dependencias almohades de la calle Barrocal, que fue un hallazgo único en Cádiz. Hablé con mucha gente importante por si se podía hacer un frente para salvarla. Al final se quedó parte y otra se desmontó, pero no se puso en valor una estructura que es única. Y yo creo que si sale algo que merece la pena, hay que conservarlo, hay que hacer un sacrificio, porque ya van quedando menos solares interesantes. De lo contrario supone una pérdida muy grande para Cádiz.
P.–La Comisión Provincial de Patrimonio tiene la última palabra
R.–La Delegación lo tuvo complicado y no se quiso complicar. Pero lo pudo haber parado, sí. Si el técnico competente de Cultura dice que eso no se puede hacer, la Comisión de Patrimonio crea un veredicto distinto y negativo. Afortunadamente, ahora contamos con una técnica muy escrupulosa en Cultura, María Eugenia García Pantoja.
P.–Este año se celebra el ‘Orgullo Romano’ tras el año fenicio, que tuvo críticas por exceso de envoltorio frente a contenido. Estaría bien ver la Casa del Obispo abierta y las obras del Teatro enfiladas.
R.–Parece que se va a hacer de otra manera, con la participación de todas las administraciones que tienen algo que decir, la UCA, Museo de Cádiz, Delegación de Cultura y Ayuntamiento. Será una semana distinta, con mucha participación de la ciudadanía. Y efectivamente, sería apropiado ver la Casa del Obispo abierta y que se adjudiquen las obras del Teatro Romano. Se van a hacer cositas, a la gente le va a gustar.
P.–¿Qué otro gran hallazgo le gustaría vivir?
R.–No sería en tierra, sino en mar. Yo participé en el dragado de la canal de la Punta de San Felipe del 83-84. Se hizo de forma precaria, pues no estaba el CAS, que ahora lo controla todo. Se extrajo mucho material y se recuperó muy poco. El resto se llevó a la zona de lo que era el mareógrafo y se rellenó para construir el muelle de contenedores. Así que si pudiera, emprendería una campaña en aquella zona para recuperar esos materiales tan valiosos, con restos de todas las civilizaciones que han pasado por aquí desde época fenicia.
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