La historia oculta de Cádiz
Patrimonio
Varias de las bóvedas del frente de la Puerta de Tierra guardan el recuerdo de años de nuestra vida, incluyendo lo que quedó de la Casa del Niño Jesús
Cádiz/Las bóvedas de San Roque guardan un tesoro. O varios. Guardan tras sus muros una pequeña parte de nuestra historia. Piezas dispersas de la vida de la ciudad del siglo XX. En su día, seguramente, no llamaron en su mayoría la atención pues formaban parte de la cotidianeidad. Pero ahora que han pasado muchas décadas nos producen añoranza, sorpresa e incluso recuerdos.
Más allá del Museo Litográfico, las bóvedas que conforman el ala de San Roque de la muralla funcionan desde hace años como un depósito municipal cuya provisionalidad se alarga en el tiempo. A la vez, el tiempo se ha parado en una parte de las antiguas dependencias donde, desde 1950, funcionó la Casa del Niño Jesús, una institución benéfica que atendía a niños y niñas huérfanos o sin recursos.
Acompañado por el teniente de alcalde de Patrimonio, David Navarro, Diario de Cádiz visitó estas dependencias, que por primera vez se han abierto a un medio de comunicación
Nada hacía imaginar que, décadas después de su cierre, la Casa del Niño Jesús aún se haría presente en sus antiguas dependencias. A medida que se va avanzando por sus dependencias, extrañamente bien conservadas, sin manchas ni olor de humedad, se retrocede en el tiempo y uno se imagina a los pequeños deambular por unos pasillos que, imaginamos, nos les llevaban a ninguna parte en sus vidas.Y de pronto se accede a las habitaciones ocupadas en su día por las niñas. Fueron las primeras que abandonaron el centro. A pesar de que han pasado décadas desde entonces, las camas siguen allí (de un diseño propio de la postguerra), las mesillas de noche, las pequeñas sillas, los roperos que les parecerían inmensos.
Sobrecoge descubrir que algunas camas están perfectamente hechas, con una fina colcha cubierta de polvo y caliche caída del techo. Otros colchones, de espumas, incómodos, permanecen desnudos.
Hay algunas maletas que se guardan aún bajo las camas. ¿Tenían cosas guardada?, pregunto. Sí. En una había una muñeca. Vestida de comunión. La encontramos sobre una caja, en uno de los patios de las bóvedas.
Más allá de los aseos, ducha de pie, están las habitaciones de los niños. Mejor iluminadas, fueron aprovechadas más tarde como aulas para una escuela taller.
Cada habitación mantiene su nombre: Santa Teresa, San José, San Ignacio, Sagrada Familia... De una pared aún cuelga un cuadro con un niño en posición de oración: “Siempre antes de dormir, 3 ave marías y pedir a Dios perdón y prometerle ser mejor”.
Un televisor, evidentemente de marca Vanguard, preside un mueble tradicional en cualquier cuarto de estar de la familia media española de los años sesenta o setenta. Cerca, un Nacimiento descabezado.
El recorrido nos lleva a la antigua capilla. De gran altura, cuando las bóvedas funcionaban como cuartel, aún a principios del siglo XX, formaba parte de un inmenso aljibe (que ocupaba el extremo más ancho tanto de esta muralla como de la de Santa Elena) que servía para abastecer de agua a parte de la ciudad.
Dos maquinas de coser Singer, un biombo, un piano extrañamente bien afinado y que estaba antes de la antigua guardería municipal...
Fuera del radio de acción de la Casa del Niño Jesús, otra inmensa bóveda guarda nuevos tesoros de nuestra historia, para nuestra sorpresa. El proyector del Cine Cómico, una maqueta de un inmenso barco utilizado en las clases de la Escuela Naútica, un cañón del gobierno militar, la maqueta del puente Carranza...
Navarro toma nota. el Área de Patrimonio se prepara para evitar la pérdida de esta parte de nuestra historia, tras años y décadas de abandono y olvido. Pendiente de saber qué se hará en el futuro más próximo posible en estas bóvedas, se procederá a reordenar este auténtico baúl de los recuerdos para, inmediatamente, proceder a su catalogación.
Al fin y al cabo, también es parte de nuestro patrimonio.
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