La piqueta mira de nuevo a los últimos chalés de la ciudad
La leve recuperación del sector inmobiliario reactiva el derribo de estas construcciones Apenas queda medio centenar, treinta menos que hace diez años
Medio centenar de chalés aún perviven en pie, y la gran mayoría habitados, en la ciudad. La cifra se ha reducido casi en una treintena en los últimos doce años, sustituidos por edificaciones en altura. El ocaso de este tipo de construcciones, que en su día llenaron todo extramuros, se había ralentizado en estos años debido a la propia crisis inmobiliaria. El final del boom de la construcción había evitado el definitivo final de estas villas en la capital, que se suponía iba a ocurrir en esta década ante el desarrollo inmobiliario, teniendo en cuenta que los planes de ordenación urbana de la ciudad impiden la construcción de nuevos chalés en la ciudad y promueven, por contra, su desaparición.
Sin embargo, en las últimas semanas la piqueta se ha llevado por delante dos chalés en lo que puede ser el primer síntoma de una pequeña reactivación del sector inmobiliario que, asumiendo que en Cádiz apenas quedan solares vacíos, pondrá la vista sobre estas construcciones unifamiliares su hipotético plan de desarrollo.
Así, ha desaparecido uno de los chalés históricos que aún quedaban en la calle Huerta del Obispo, una vía con una alta densidad de esta modalidad de viviendas hasta hace bien poco, y en la cercana calle Parlamento, donde se derribó el penúltimo chalé de esta vía y donde se va a levantar un bloque de viviendas.
Ambas operaciones inmobiliarias coinciden en el tiempo con otras que se han puesto en marcha en diversos solares de la ciudad, tanto en Puerta Tierra como en el casco antiguo, lo que implica el inicio de la recuperación de la construcción en la ciudad.
La mayor parte del medio centenar de chalés que sobrevive en la ciudad se concentra en La Laguna y en Bahía Blanca, los dos barrios que tradicionalmente han contado con un número más elevado de estas construcciones. En el primero de ellos ha sido donde en esta década se ha producido la mayor caída de chalés por lo que el número de edificaciones se iguala en los dos barrios. Además, se da el caso de que en La Laguna la casi totalidad de estos inmuebles se concentran en dos únicas manzanas lo que facilitaría un desarrollo inmobiliario más ambicioso si se lograse un acuerdo entre varios propietarios y, sobre todo, si hubiese alguna empresa constructora interesada en afrontar una operación de este tipo, que supondría un número de pisos en la promoción sustancialmente más elevado de los que hoy se logran si se actúa sobre la parcela de una única villa.
El Ayuntamiento adolece de estadísticas oficiales sobre el número de chalés que hay en Cádiz. Un cuenteo realizado esta semana por este Diario eleva a menos de una veintena el número de ellos que quedan en La Laguna, una cifra similar al de Bahía Blanca. El primero de estos barrios cuenta con construcciones más antiguas ya que Bahía Blanca se urbanizó fundamentalmente a partir de la década de los cuarenta, sufriendo especialmente con la explosión de las minas de la base de San Severiano en 1947. Con todo, algunas de estas construcciones, de uno y otro lado, han experimentado profundas reformas que hace prever su continuidad en el tiempo. En algo más de una década La Laguna ha perdido una decena de viviendas mientras que en Bahía Blanca apenas dos o tres.
La Avenida, donde durante décadas se concentraron las grandes residencias de buena parte de la burguesía de la ciudad y de familias adineradas de Madrid o Sevilla, apenas cuenta con seis de estas construcciones. Entre ellas están las dos únicas que están protegidas por el PGOU y que, por lo tanto, seguirán en pie aún cuando se potencie la labor construtora en la ciudad. Son el chalé de Varela, en su día el más grande de la ciudad; y el ubicado en la esquina entre la Avenida de Andalucía y la calle Huerta del Obispo.
Curiosamente en esta vía se encuentra el solar de un viejo chalé, conocido como el de San Luis, derribado hace tres décadas y que nunca ha llegado a urbanizarse.
Desperdigados por extramuros aún se pueden encontrar hasta dos villas en pleno Paseo Marítimo, una zona de evidente potencial inmobiliario, aunque por el momento no hay, afortunadamente, perspectivas del final de esta residencias familiares. En Fernández Ballesteros también aguantan varios chalés, y el solar vacío de uno de ellos cuya urbanización también se encuentra paralizada. Igualmente hay un pequeño grupo de chalés en Santa María de la Cabeza.
Frente a este tipo de edificaciones, en la zona de San José siguen en pie construcciones del siglo XIX de una única planta y, algunas, con patios interiores, que siguen habitadas (aunque cada vez son más las que se encuentran cerradas y en estado casi ruinoso, especialmente en el área del cementerio) que sin ser consideradas como chalés pueden disfrutar de algunas de las ventajas siempre unidas a estas construcciones.
Ya en los años cuarenta del pasado siglo, tras el derribo de las murallas, se reurbanizaron los barrios más cercanos (Bahía Blanca y Santa María del Mar) con el fin de convertirlos en una zona residencial con multitud de residencias unifamiliares. En su momento, incluso, se llegó a plantear el uso exclusivo para sus vecinos de la vecina playa de Santa María.
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