La planta de Altadis estará al borde de esfumarse en 2009 con sólo 65 empleados
Imperial Tobacco cerrará dos líneas de producción y dejará únicamente la de tabaco expandido y el almacén ubicado en el recinto exterior de Zona Franca · La planta, enorme y sobredimensionada, se mantendrá intacta: habrá 2.350 m2 por trabajador
Tres de la tarde. El aciago 19 de junio ha llegado y los presagios más agoreros se han cumplido. “No es un cierre, pero como si lo fuera”. Imperial Tobacco parará en 2009 dos de las tres plantas del centro industrial tabaquero de Cádiz y mantendrá sólo la producción de tabaco expandido y actividades logísticas en el almacén ubicado en el recinto exterior de Zona Franca. Como si de un flash del futuro se tratara, la fábrica está vacía. Ni siquiera se ve un alma en la nave de expandido, la que sobrevivirá al desembarco de la Imperial, no de la armada, sino de la multinacional británica que el pasado enero completó la adquisición del grupo hispanofrancés Altadis.
Es la sexta bocanada de la planta gaditana en los últimos quince años. Un expediente cada tres años. La periodicidad ha golpeado fatalmente al centro gaditano: el último ERE fue en 2005. Estamos en 2008 y un nuevo recorte laboral ha comenzado, pero no será simplemente uno más. La previsión de la compañía es eliminar 226 empleos de los 291 actuales (en marzo pasado eran 301). Sólo 65 trabajadores permanecerán en el centro a partir del 1 de enero 2010. Las desvinculaciones seguirán las pautas del último ERE, de forma que serán prejubilados los mayores de 52 años (198 trabajadores) con algo más de un 60% de su salario actual y otros 28 podrán acogerse a bajas incentivadas o traslados preferentes a otros centros productivos.
Además de la plantilla, el comité de empresa alertó sobre la desprotección en la que quedará otro centenar de empleados perteneciente a la industria auxiliar -mantenimiento, vigilancia o limpieza -, “para los que no hay previsto ningún plan de prejubilación o indemnización”, según advirtió la presidenta, Carmen Pérez (AO).
De los 65 supervivientes, una veintena quedará ligada a actividades puramente productivas, mientras que el resto ocupará puestos de administración, almacenamiento o mantenimiento. A su disposición quedará un complejo sobredimensionado de 153.000 m2, un mundo de 2.350 por trabajador.
“Al menos, nos podemos considerar dichosos frente a Alicante”, según parafraseaba Carmen Pérez al director de la planta, Manuel Checa. Las palabras del máximo ejecutivo no ocultan una resignación, algo como “aquel que no se consuela es porque no quiere”. La alusión se refiere al cierre total de la planta alicantina, donde trabajan 338 personas, y el traslado de su producción de cigarrillos negros a Logroño y Radom (Polonia). Éste será el centro español más damnificado por el proceso de reestructuración de Altadis tras su integración en Imperial Tobacco. Su clausura es la máxima expresión de la nueva “filosofía Imperial”, tal y como destaca la compañía en su comunicado, que no es otra que la “minimización de las inversiones en infraestructuras” a través de la integración de todo el proceso de producción, antes disperso en varios centros.
Por ejemplo, Cantabria, otra de las beneficiadas con la reorganización, absorberá toda la producción europea de cigarros (puros) del grupo tabaquero. Se convertirá en su único referente comunitario, como también lo será Logroño en la fabricación de cigarrillos -donde también se harán las ligas que ahora proceden de Cádiz- de forma compartida con Polonia, el país que, sin duda, ha recibido el mayor espaldarazo de Imperial porque no sólo no se recortarán empleos, sino que se reforzarán las dos plantas actuales con 312 nuevos puestos de trabajo “con salarios mucho más bajos que los nuestros y una situación laboral mucho mejor”, según apostilló Carmen Pérez.
En España, el aumento de la plantilla en Cantabria y Logroño será de 117 personas, pero las supresiones de empleo en Alicante, Cádiz y Palazuelo (Cáceres), además de los servicios centrales, serán de 830, mientras que en Francia llegarán a los 1.060.
El impacto en el complejo gaditano resultará brutal porque reducirá un 77,7% el, ya de por sí, escaso personal. Después de dejar atrás épocas gloriosas con dos millares de empleos en Plocia, había pasado de 1.157 a 330 operarios en su actual residencia de Zona Franca. Un resquicio mínimo de una industria tabaquera arraigada en Cádiz desde 1741. 267 años de historia que están al borde de esfumarse porque, según teme Carmen Pérez, es “una barbaridad y una amenaza de que en un futuro no muy lejano pueda desaparecer”.
La razón de esta mal presagio es que la “agonía” en que se verá sumida Cádiz no concuerda con su “filosofía” de concentración de la actividad, especialmente por la existencia de un centro gemelo en la localidad francesa de Le Havre, un nudo ferroviario, marítimo y logístico a nivel mundial. “Al parecer”, según la portavoz laboral, Le Havre no estaría preparado “todavía” para asumir la producción gaditana, pero sería cuestión de tiempo que sí lo estuviera.
Por eso, la postura del comité de empresa es radical: “Ya no valen palmaditas en la espalda de las administraciones; hacen falta posturas muy claras en defensa del empleo, sobre todo en una Bahía donde aún no nos hemos recuperado de Delphi y nos llega otro mazazo”, concluyó Pérez, que ironizó al remarcar que “la empresa no se esta saltando ninguna legalidad vigente, está cumpliendo las leyes que hicieron nuestros legisladores”.
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