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La plaza más solitaria de Cádiz

La plaza más solitaria de Cádiz: apenas una docena de vecinos viven en San Antonio

El recinto, antigua plaza de armas de la ciudad, cuenta con numerosos edificios administrativos y culturales

"No cambio vivir en otro sitio, a pesar del ruido durante el Carnaval"

Miguel Iglesias, el guardacoches de la plaza de San Antonio

Una imagen de la plaza de San Antonio hace unas semanas. / Jesús Marín

La plaza de San Antonio es la plaza de armas de Cádiz, donde hace más de un siglo se realizaban paradas militares al ser un espacio abierto, sin arbolado ni fuente en su interior.

Mantener este diseño le ha supuesto su uso como el gran espacio para distintos eventos ciudadanos. En Carnaval es epicentro de muchos conciertos, de la organización del pregón y de la celebración de actos gastronómicos, como la ostionada. En Navidad acoge al tradicional parque navideño con juegos para todos. En su momento fue el espacio elegido para numerosas concentraciones políticas y sindicales y también lo es para la instalación de carpas y exposiciones de contenido cultural. San Antonio fue sede también de las primeras proyecciones, al aire libre, del cinematógrafo al principio del siglo XX.

Esta extensa programación ciudadana, que le da una evidente vitalidad a todo el recinto no ha impedido que San Antonio, a pesar de su amplitud y de las numerosas fincas que la rodean, se haya convertido en la plaza de Cádiz con menos residentes.

Un estudio realizado por este diario limita a apenas una docena el número de familias que tienen hoy su casa en San Antonio. La cifra es considerablemente inferior a las que residen en otras plazas de la ciudad, tanto del casco antiguo como de extramuros, ostensiblemente más pequeñas y, por ello, con menor número de edificaciones.

Usos no residenciales

Es cierto que esta plaza juega con un importante handicap: una parte importante de sus inmuebles tienen usos ajenos al residencial. Por lo pronto, allí está la iglesia de San Antonio, que casi ocupa uno de los laterales del recinto. En otra cara está la Casa Pemán, donde Cajasol tiene su centro cultural, y el edificio del Casino Gaditano. Un tercer lateral está formado por dos edificios de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y una finca que funciona como residencia de la tercera edad. Y la cuarta cara cuenta con la sede del PSOE.

A todo ello se le une la presencia de una de las más potentes casas palacios de la ciudad, la que en su día ocupó la Banca Aramburu, mientras otra finca es residencia de la familia de José Antonio Pascual. Aún así, quedan en uso una decena de fincas, muchos para acoger a solo esta docena de familias. Aquí, el problema es la existencia de pisos vacíos, otros que están en alquiler, y fincas que se encuentran cerradas pendientes de una rehabilitación. El inmueble donde estuvo en su momento la Biblioteca de la Caja de Ahorros de Cádiz se reconvirtió en un edificio residencial, pero sigue con pisos aún a la venta.

Entre los fieles a esta plaza está la familia de José Antonio Pascual, que reside en San Antonio desde hace varias generaciones hasta llegar al siglo XIX.

"No cambio vivir en otro sitio. Esta es mi casa de toda la vida, donde han transcurrido mis principales vivencias", comenta Pascual a este diario. Y eso que cada año deben asumir con cierta resignación los ruidos de las actuaciones que se celebran con motivo del Carnaval. Aún recuerda como en alguna ocasión el retumbar de la música "hacía vibrar la casa y los muebles, e incluso cuando se probaba el sonido se ha llegado a romper cristal de la montera". José Antonio Pascual tiene claro que en estas fechas entrar y salir de su residencia es siempre problemático.

Con todo, recuerda los años de su niñez cuando salían a jugar a la plaza y se podían llevar allí horas y horas. "El único problema es cuando pasaba un coche, por lo que antes se nos advertía de ser prudentes al cruzar la calle. Las niñas jugaban a la cuerda y nosotros con los patines. Y el día de Reyes Magos era imposible ver un hueco libre con tantos niños jugando". Ahora, los juegos tradicionales se han perdido. Gana el fútbol.

El gran espacio libre de la plaza no es aprovechado como lugar para poner terrazas de los locales de hostelería de la zona. El bullicio que hay en otras plazas del centro, como la vecina de Mentidero, al borde ya del colapso, no se da aquí. Por no haber no hay ni una oferta comercial.

Durante año, los empresarios del comercio del centro histórico han visto el carácter abierto de la plaza de San Antonio como un muro que parte en dos intramuros: por una parte Ancha y las calles más comerciales, y por otra Mentidero y el parque Genovés. Una especie de desierto, decían, que nadie cruzaba para ir hacia el extremo marítimo de la ciudad. Hoy, la vida hostelera de la plaza del Mentidera ha roto en parte este muro imaginario. Con todo, San Antonio sigue necesitando más vida propia.

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