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La precariedad del Casino Gaditano

Patrimonio

Varios balcones de la fachada del edificio municipal están protegidos con mallas para que no caigan cascotes

En la cubierta hay una zona que incluso tuvo que ser precintada por Bomberos

La balconada principal del Casino está protegida por mallas para evitar la caída de cascotes. / Jesús Marín
Melchor Mateo

16 de agosto 2020 - 07:00

Un edificio histórico que tiene la máxima protección urbanística y en uno de los lugares más privilegiados de la ciudad, la plaza de San Antonio, aparece en su fachada lleno de mallas en muchos de los balcones para evitar la caída de cascotes a la calle. Desconchones, jaramagos que sobresalen por las piedras y un estado de deterioro que sólo es disimulada en parte por la pintura.

El exterior del edificio que alberga el Casino Gaditano sirve como adelanto de lo que espera en el interior, donde llama la atención incluso que en la parte más pegada a la cubierta hay un precinto de Bomberos donde se impide el paso de las personas por la posibilidad de que se produzca un desprendimiento.

La protección urbanística no sólo se centra en la limitación a la hora de tocar o alterar cualquier elemento original, sino también porque debe estar especialmente a salvo del riesgo de incendios, inundaciones, deterioro, robos y otros siniestros.

En el inmueble propiedad municipal, nada más que hay que echarle un vistazo a los extintores para ver que eso no se cumple, ya que están caducados desde el mes de noviembre del año pasado.

En muchas de las dependencias del edificio se ve que hay una especie de serrín en el suelo que hace tiempo que no se recoge. Es el resultado del festín que se dan la termitas con las vigas de madera de los techos.

El edificio es de propiedad municipal pero tiene sus peculiaridades. En el año 2008 el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con el Casino por el que se hacía con la propiedad del inmueble, hasta ahora del club social, incluyendo la biblioteca, pero a cambio los socios obtenían el derecho de uso exclusivo de la planta baja por 25 años, es decir, hasta 2033. De la planta baja lo que no tenía exclusividad era el patio, que es un espacio compartido con el Ayuntamiento y una servidumbre de paso como única vía de evacuación y salida de emergencia.

Imagen del precinto que impide la entrada a una dependencia en el edificio. / DC

Posteriormente todo se complica aún más porque entró el Grupo Vélez en uno de los laterales de la planta baja para poner un restaurante y, además, el ayuntamiento en tiempos de Teófila Martínez, llegó a un acuerdo con la Zona Franca para que en la segunda planta se creara un centro de negocios, que consiguió el cien por cien de ocupación nada más abrir. Además, el Consorcio se encargó de adecentar toda esa planta.

Esto lleva a una especie de cohabitación entre el Casino y la Zona Franca por la que esta abona rentas por los gastos comunes, que son sufragados por la sociedad del Casino y también hay una contraprestación económica por las rentas de los inquilinos.

Todo transcurre con cierta normalidad hasta que el Ayuntamiento, ya con José María González ‘Kichi’ en la Alcaldía, decide no renovar el acuerdo con la Zona Franca, de tal manera que esta institución sale del Casino. Eso ocurre en noviembre del año pasado y esa fecha es importante porque de ahí viene parte de los problemas de mantenimiento que tiene el edificio.

Los inquilinos continúan en precario a la espera de que el Ayuntamiento defina qué es lo que quiere hacer allí. Está tan en precario que pese a que es un espacio público, siguen funcionando las dos actividades económicas (restaurante y oficinas) sin que haya ningún tipo de regulación ni se hayan sometido nuevamente a un proceso de licitación o a cualquier otra fórmula.

Desconchones en uno de los salones nobles. / DC

Desde esa fecha de noviembre del año pasado empieza a acumularse el deterioro del edificio y no se realizan labores de mantenimiento en toda la parte que le corresponde al Ayuntamiento, que es todo el edificio menos la parte que tiene en usufructo el Casino y la del grupo de restauración. Además de los extintores, por ejemplo, no hay mantenimiento de desratización del edificio, no funciona el ascensor, ni el aire acondicionado, ni se limpian las oficinas y los baños.

Entre medias, se produce el incidente de la llave por una relación tensa entre el Casino y el Ayuntamiento. Cuando se empieza la desescalada, el Casino no facilitaba la apertura del edificio para que los inquilinos del centro de negocios pudieran acceder a sus oficinas, y el ayuntamiento, como propietario del edificio, decidió cambiar una cerradura del acceso principal para que se pudiera entrar y salir.

Hace unos días fueron varios técnicos municipales a ver el edificio y vieron numerosas deficiencias.

Ahora si se entra en el patio principal, el espacio está totalmente ocupado por las mesas del restaurante, que para crear un ambiente ha iluminado con unas especies de lámparas verticales que cuelgan de unos maderos que se han puesto alrededor de toda la balaustrada de la primera planta.

En la primera también hay maquinaria del mismo grupo y una de los salones nobles es utilizado como almacén.

Cascotes en uno de los balcones que da a la calle Veedor. / DC

El Ayuntamiento, mientras tanto, nueve meses después sigue sin tomar una decisión al respecto, ni con el centro de negocios ni con el resto del edificio.

Las mallas en muchos de los balcones tienen como misión evitar la caída de piezas desde la fachada a la vía pública. Para ello, en cada Junta de Gobierno Local el Ayuntamiento aprueba una serie de requerimientos a propietarios privados y a otras administraciones para que se lleven a cabo ejecuciones de obras de ornato como estas. Aquí, de momento, lo que quedan son las mallas.

Además, más allá de las actividades o del uso que se le pueda dar al edificio, éste tiene de por sí un cierto atractivo turístico que podría ser aprovechado, pero para ello debería estar en unas condiciones mucho mejores de lo que está actualmente.

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