La procesión: pan para el alma y el cuerpo

Opinión

Las cofradías buscaban en Cayetano del Toro un colaborador para encontrar recursos con los que hacer frente a los gastos que conllevaba salir a la calle en una época de dura crisis

Ángel Guidado. Secretario De La Asociación De Amigos De Cayetano Del Toro

25 de marzo 2015 - 01:00

YA es sobradamente conocido que Cayetano del Toro fue el prioste (hermano mayor) de la cofradía del Nazareno, Ecce-Homo y Buena Muerte así como protector vitalicio de La Soledad y Santo Entierro y primer presidente de la Junta de Procesiones (actual Consejo Local de Hermandades y Cofradías). Pero lo que no suele subrayarse es el tremendo esfuerzo económico personal que le significaron dichos cargos que poco tenían de puramente honorífico. Todo lo contrario. Las cofradías citadas, en una época de durísima crisis económica, acudían a Cayetano -el Padre del Pueblo- en busca de consejo y como forma de obtener recursos para afrontar los cultos internos y externos. En definitiva, con Cayetano tenían una posibilidad de sobrevivir, ya fuese por su implicación personal, ya porque recomendase la forma de conseguir más hermanos y recursos. También era Papá Cayetano para este tema.

El origen de la Junta de Procesiones, realmente, se configura como una forma de organizarse las distintas cofradías para poder sacar las procesiones respondiendo a los estatutos de cada hermandad y para generar recursos económicos para la población a través del turismo. Cayetano del Toro centraba los objetivos para el progreso de la ciudad en tres bazas: la expansión de la industria marítima, el turismo (a través de las festividades y el veraneo) y el comercio e industria en la expansión de extramuros. Es evidente que la Semana Santa tuvo un lugar muy importante en los sentimientos de Cayetano, pero también lo es que supo captar la atención de localidades cercanas y llegar a frenar la marcha a Sevilla de muchos gaditanos y visitantes. A diferencia de las funciones actuales de Consejo Local de Hermandades y Cofradías, la Junta de Procesiones tenía una naturaleza de mayor peso ejecutivo y decisorio en cómo atender las necesidades de cada cofradía y para cuál se podían destinar recursos económicos o préstamo de enseres para que pudiesen procesionar. No hay espacio para hablar de ello en profundidad pero remarquemos que Cayetano potencia la Semana Santa desde dos frentes diferentes: desde el interior de cada cofradía y desde la Junta de Procesiones.

Para Del Toro, la Semana Santa no era solamente un ejercicio piadoso o devocional o cultural, era una oportunidad para dar trabajo a muchas personas tanto dentro de las procesiones como en el movimiento económico que se generase en la hostelería de sus espectadores locales o foráneos. Esta idea que parece evidente en el siglo XXI, era un planteamiento visionario en aquella época. El tiempo le ha dado la razón. La Semana Santa es un fenómeno económicamente dinamizador por lo que implica de su propia "industria", del consumo en establecimientos que generan los espectadores y como elemento cultural que potencia los atractivos de una ciudad cargada de historia y joyas artístico-religiosas a la vista de cualquiera. Recordemos que una de la razones para fundar la cofradía de la Buena Muerte fue que don Cayetano deseaba que esta extraordinaria talla recibiese mayor devoción y fuese más conocida por su calidad indiscutible. ¿Sensibilidad cultural o fe? Por supuesto, ambos aspectos. Como tampoco podemos olvidar que Cayetano era un entusiasta del progreso técnico y que apoyaría la colocación de iluminación eléctrica en los pasos (la Urna del Santo Entierro sería la pionera). ¿Por realzar los pasos y atraer a más turistas o por simple satisfacción de ver los últimos avances de la Ciencia? Quizás, ambas razones.

Afortunadamente, hasta hoy nos han llegado algunos archivos documentales bastante bien conservados y completos, lo cual nos permite saber cuál era el coste exacto de sacar una procesión en época de Cayetano del Toro. De entre todos los consultados, destacamos por su riqueza de datos el archivo de la cofradía del Nazareno de Santa María, que tantos detalles puede aportarnos a la cuestión que comentamos. Gracias a ello, podemos afirmar que la procesión del Nazareno de 1910 costó exactamente 2.139 pesetas, una cantidad muy elevada para la época. A diferencia de los tiempos actuales, casi todas las labores eran remuneradas: armar y desarmar los pasos (125 pesetas en jornales); personal para portar las insignias, turíbulos, clarineros, portacirios y demás servicios de la procesión (100 pesetas); conducción de faroles (124 pesetas); conducción de pasos y capataces (357 pesetas); limosnas a los penitentes (125 pesetas); colocación de la plata en los pasos (25 pesetas); etcétera.

Si nos fijamos en el desglose de los conceptos más importantes, podemos observar que más de la mitad de los gastos, aproximadamente, corresponden a pagar jornales (aparte de bandas de música). ¿Conclusión? Una procesión generaba ingresos para los participantes que no eran necesariamente hermanos. Para tener una referencia, en 1910, un billete de tren a Madrid costaba 39,05 pesetas o una botella de vino manzanilla de calidad superior costaba 0,10 reales. Por tanto, un jornal de 25 pesetas por "colocación de la plata en los pasos" puede ser considerado como "más que generoso" proporcionalmente.

Las cofradías se enfrentaban en esta época de finales del XIX y principios del XX a la proeza de lograr fondos para sufragar los costes de los cultos internos y externos en mitad de una situación económica general muy complicada. El número de hermanos era bastante escaso (unos cien de promedio en el mejor de los casos) que abonaban su cuota mensual para el mantenimiento de los gastos esenciales de la cofradía: limpieza de las capillas, derechos parroquiales por las misas... (Recordemos que los derechos parroquiales de la Cruz por sacar una procesión era de 100 pesetas en 1910).

Las juntas de gobierno recurrían a varias estrategias: a) realizar una póstula entre los vecinos; b) tratar de obtener alguna subvención pública o privada de alguna entidad o patrono; c) rifas de algunos objetos valiosos (donados por hermanos y, en ocasiones por el propio Cayetano); y d) donativos de los miembros de la propia junta de gobierno. Como es fácil de suponer, Cayetano era el primero en hacer constar su donativo en cada una de las cofradías a las que pertenecía. Lo habitual era que comenzase la lista de donantes con cantidades que oscilaban entre las 25 y las 100 pesetas. Y, respecto a dotar del mayor esplendor a las cofradías, no olvidemos que Del Toro llegó hasta comprar la Virgen dolorosa primitiva de la Cofradía de la Buena Muerte (actualmente, propiedad de la del Nazareno de Santa María).

A todo esto debemos añadir que Cayetano solicitaba al Ayuntamiento que los jardines públicos facilitasen gratuitamente algunas flores para el exorno de los pasos, sin mayores exigencias que la de recibir las que fuesen oportunas por temporada. No podemos negar su sentido práctico de las sinergias.

Otro de los aspectos a comentar es el papel de Cayetano del Toro cuando ocupaba un cargo relevante (presidente de Diputación o alcalde) desde el cual procuraba forzar todo lo posible las aportaciones a la Semana Mayor o demás festividades (siguiendo en la línea del alcalde Valverde que fue el precursor del binomio festividades religiosas-turismo). Los presupuestos de fiestas (tanto Carnaval como Semana Santa o Corpus) ascendieron notablemente durante los mandatos de Del Toro. Era una forma de dar un trabajo digno mientras se fomentaba la fe.

Y, finalmente, no podemos dejar de mencionar que si sumamos cada donativo de Cayetano para los cultos y procesión de cada cofradía a la que pertenecía, cada Cuaresma aportaba no menos de 400 pesetas en total. A ello, habría que sumar los objetos de plata (sobre todo, bandejas, según costumbre de la época) que prestaba para exornar los pasos, las consultas gratuitas que pasaba a los hermanos sin recursos, su tiempo para organizar la captación de fondos o la propia organización de cada procesión.

Resulta obvio que entendió prematuramente la importancia económica de la Semana Santa y que su ejemplo de generosidad sirvió para su mayor realce y el beneficio económico colectivo. Y que uno de los comentarios que hizo la tarde antes de fallecer es que lamentaba que ese año no iba a poder ayudar a los preparativos de Semana Santa porque se notaba ya sin salud. Hace más de cien años…

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